Hay 10 millones de indígenas en la hambruna. Y por no instalar desaladoras, una sequía infernal que, con los desplazados por la criminalidad, hace emigrar a comunidades enteras a los cinturones de las urbes, sin opciones de empleo ni de caridad para sobrevivir. No hay cosechas de temporal para al menos comer tortillas y frijoles. Y compramos granos, porque el calderonismo y Fox abandonaron el campo, donde los agricultores ricos se llevan la escasa agua de las presas, para vender la cosecha en el exterior. La nación está en el umbral de una explosión social. Las cuentas alegres del gobierno federal por sus obligaciones se vienen abajo por la falta de empleo, pues no hay gasto social, ni incentiva a la inversión privada a generar plazas nuevas y las enfermedades acechan a la población sin acceso a los servicios de salud (pese al mito del seguro popular).

Veintiocho millones de mexicanos sobreviven en la pobreza alimentaria. A las comunidades indígenas ya no les hacen llegar ni agua. Y tienen en el olvido a los 50 millones de pobres por no cumplir las obligaciones federales. En otras sociedades, por menos han derribado a sus gobernantes. Pero el malestar económico en nuestro país no ha generado más allá del ejercicio del derecho a protestar que a veces negocia respuestas a problemas de grupo. Tal vez no hay condiciones para la violencia por hambre, mientras la sangrienta violencia por la disputa del poder entre narcotraficantes y las deterioradas instituciones militares y policiacas aumenta. Y esto desactiva que los asuntos sociales estallen.

O se estará acumulando la desesperación en más de 80 millones de mexicanos, atrincherados en sus problemas. El calderonismo no cumplió con sus obligaciones: protección de la salud, vivienda, acceso de la niñez a la alimentación, salud y educación, empleo, etcétera. ¿Y cómo hacer para que Calderón, los desgobernadores y presidentes municipales cumplan? Pacíficamente se han agotado todas las vías. Y las elecciones, raíz de la democracia, ya no dan oportunidades para que los ciudadanos les reclamen.