Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos –sin duda inteligente, bien instruido y buen comunicador–, hizo pensar a no poca gente que era un émulo de Abraham Lincoln y Martin Luther King.
Autor: Opinión
Sección: Reflexiones
22 abril 2012
Fidel Castro
Hace cinco siglos una Bula Papal, aplicando conceptos de la época, asignó alrededor de 40 millones de kilómetros cuadrados de tierra, aguas interiores y costas a dos pequeños y belicosos reinos de la península Ibérica.
Ingleses, franceses, holandeses y otros importantes Estados feudales fueron excluidos del reparto. Interminables guerras no tardaron en desatarse, millones de africanos fueron convertidos en esclavos a lo largo de cuatro siglos y las culturas autóctonas, algunas de ellas más avanzadas que las de la propia Europa, fueron deshechas.
Hace 64 años fue creada la repudiable Organización de Estados Americanos (OEA). No es posible pasar por alto el grotesco papel de esa institución. Un elevado número de personas, que tal vez sumen cientos de miles, fueron secuestradas, torturadas y desaparecidas como consecuencia de sus acuerdos para justificar el golpe contra las reformas de Jacobo Árbenz, organizado por la Agencia Central de Inteligencia yanqui. Centroamérica y el Caribe, incluida la pequeña isla de Granada, fueron víctimas de la furia intervencionista de Estados Unidos a través de la OEA.
Más grave todavía fue su nefasto papel en el ámbito de Suramérica.
El neoliberalismo, como doctrina oficial del imperialismo, cobró inusitada fuerza en la década de 1970 cuando el gobierno de Richard Nixon decidió frustrar el triunfo electoral de Salvador Allende en Chile. Una etapa verdaderamente siniestra en la historia de América Latina se iniciaba. Dos altos jefes de las fuerzas armadas chilenas, leales a su Constitución, fueron asesinados; y Augusto Pinochet, impuesto en la jefatura del Estado. Tras una represión sin precedentes en la que numerosas personas seleccionadas fueron torturadas, asesinadas y desaparecidas.
La Constitución de Uruguay, un país que se había mantenido durante muchos años en el marco de la institucionalidad, fue barrida.
Los golpes militares y la represión se extendieron a casi todos los países vecinos. La línea de transporte aéreo cubana fue objeto de brutales sabotajes. Un avión fue destruido en pleno vuelo con todos sus pasajeros. Reagan liberó al autor más importante del monstruoso crimen de una prisión en Venezuela, y lo envió a El Salvador a organizar el intercambio de drogas por dinero para la guerra sucia contra Nicaragua, que costó decenas de miles de muertos y mutilados.
Bush padre y Bush hijo protegieron y exoneraron de culpa a los implicados en estos crímenes. Sería interminable la lista de fechorías y actos terroristas cometidos contra las actividades económicas de Cuba a lo largo de medio siglo.
Este viernes 13 [de abril], escuché valientes palabras pronunciadas por varios de los oradores que intervinieron en la reunión de cancilleres de la llamada Cumbre de Cartagena. El tema de los derechos soberanos de Argentina sobre las Malvinas –cuya economía es brutalmente golpeada al privarla de los valiosos recursos energéticos y marítimos de esas islas– fue abordado con firmeza. El canciller venezolano Nicolás Maduro, al finalizar la reunión, declaró con profunda ironía que “del Consenso de Washington se pasó al Consenso sin Washington”.
Ahora tenemos la Cumbre de las guayaberas. El río Yayabo y su nombre indio, totalmente reivindicado, pasarán a la historia.
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