Con esos pronunciamientos, la abanderada del blanquiazul simuló distanciarse de lo que es ella misma y el partido al que representa, y adoptó esa estrategia hipócrita y mentirosa simplemente porque sabe que el conservadurismo es impopular en nuestro país.

Si realmente estuviera a favor de los derechos sexuales, tendría que estar contra el Partido Acción Nacional (PAN), su propio partido que, por fidelidad a los lineamientos de la jerarquía católica, quiere castigar a las mujeres que abortan y negarles sus derechos a los homosexuales.

Más aún, apenas en abril de 2012, al comparecer ante el pleno de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Vázquez Mota se había manifestado contra el aborto y contra los matrimonios homosexuales. Dijo claramente: “Yo vengo de un matrimonio conformado por un padre y una madre, por un hombre y una mujer. Es el único matrimonio que conozco y el único que defenderé” (Apro, 17 de abril de 2012).

Como buena panista, Josefina fue a rendirle pleitesía al clero, además de que, sorprendentemente, en abril ella todavía no tenía claro que su campaña sería una debacle. Ahora juega su última carta al tratar de hacer creer al electorado que ella no es fiel a los principios del partido al que representa.

Pero todos sabemos que si el PAN ganara la Presidencia de la República, de inmediato procuraría recrudecer la persecución contra las mujeres que abortan, le brindaría todo el apoyo a la jerarquía católica, proseguiría la militarización del país al estilo de Calderón y, desde luego, haría gala de su homofobia. Así lo demuestra la historia de ese partido. Para muestra, un breve recuento.

Apenas ayer

Mientras que en la Ciudad de México y en otras partes del país la sociedad es cada vez más tolerante y abierta, en el PAN, partido de la derecha católica, siempre ha predominado la homofobia y la doble moral.

A su vez, el rechazo de ese partido a los homosexuales deriva de la moral de la abstinencia sexual que pregona la Iglesia Católica –en la que por cierto abundan los casos de curas pederastas– y según la cual la sexualidad es “pecaminosa”, por lo que debe practicarse lo menos posible: sólo en el matrimonio y con fines reproductivos.

A principios de marzo de este año, Juan Pablo Castro Gamble, integrante de las juventudes panistas, se refirió en forma despectiva a los homosexuales, al acusar al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y al gobierno del Distrito Federal de aprobar leyes que promueven los “matrimonios entre jotos”.

Esas declaraciones simplemente reflejaban la mentalidad conservadora prevaleciente en el PAN. Despertaron la indignación de muchos sectores sociales a la vez que el temor de los panistas de hacerse todavía más impopulares en la Ciudad de México.

Por ello, de manera hipócrita, se apresuraron a desautorizar a ese personaje que con sus palabras estaba evidenciando una homofobia de la que han hecho gala muchos funcionarios y políticos panistas.

Panistas homofóbicos

En octubre de 2010, al participar en una reunión de la ultraderechista Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, dijo que le daba “asquito” el matrimonio entre personas del mismo sexo y se justificó por “estar hecho a la antigüita”, además de reiterar que, para él, el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer (Milenio, 9 de octubre de 2010).

Ocho años antes, en 2002, para rechazar las llamadas “cuotas” en los partidos, Diego Fernández de Cevallos argumentó: “¿Que si yo creo en las cuotas? Francamente no, porque si empezamos por cuotas tendríamos que buscar, a lo mejor, cuotas para los jotos” (La Jornada, 24 de marzo de 2002).

Casi una década atrás, Luis Felipe Bravo Mena, quien luego fuera presidente de ese partido y embajador en El Vaticano, iniciaba su campaña a la gubernatura del Estado de México (cargo para el que también compitió y fue derrotado en 2002) atacando así a sus opositores: “basta con leer el curriculum de los candidatos priístas que son homosexuales, de eso tenemos muchas pruebas” (La Jornada, 30 de agosto de 1993).

Con el mismo espíritu, el famoso panista Manuel Clouthier, idealizado dentro de ese partido, solía usar una frase que expresaba su actitud despectiva hacia los homosexuales: “Podrán acusarme de todo, menos de ser homosexual” (www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id= 516388).

Anecdotario

En agosto de 2001, la Dirección General de Seguridad Pública Municipal de Ciudad Juárez, al mando del panista Jorge Ostos Castillo, anunció que agentes de su corporación habían videograbado con fines punitivos a gays que cometían “faltas”, como la de besarse en público.

En febrero de 2001, organizaciones sociales exigieron al ayuntamiento panista de Monterrey detener las redadas homofóbicas, mientras que en Veracruz hubo protestas por los operativos policiacos para retirar de la vía pública a sexoservidores, medida que había ordenado el alcalde panista Ramón Gutiérrez de Velasco.

A fines de agosto de 2000, semanas después de que el PAN triunfó en las elecciones presidenciales, se hizo público que en Aguascalientes funcionarios municipales panistas colocaron en un balneario un letrero para prohibir la entrada a “mascotas y homosexuales”.

Jorge Álvarez Medina, encargado de reglamentos de ese ayuntamiento, dijo: “Estoy contra ese tipo de personas. Mientras me encuentre a cargo de los reglamentos municipales no permitiré el acceso a los homosexuales” (La Jornada, 25 de agosto de 2000).

Por las mismas fechas, el ayuntamiento de Ecatepec emprendía el operativo Afrodita contra la prostitución homosexual, mientras que en Guanajuato, según denuncias de grupos lésbico-gays, elementos de la policía municipal en León extorsionaban y humillaban a la comunidad homosexual.

El 21 de agosto de 2001, Ernesto Cantú Reséndiz, alcalde de Reynosa, Tamaulipas, declaró que habría redadas permanentes contra homosexuales que prestan sus servicios en el centro de la ciudad, a fin de evitar que Reynosa “se inunde de maricones”.

La homofobia y la mojigatería de los panistas santurrones comenzaron a manifestarse desde el poder en la década de 1990, cuando ese partido ganó algunas alcaldías y gobiernos estatales.

A principios de ese decenio, la alcaldesa panista de Mérida, entre otros alcaldes provenientes del blanquiazul, se distinguió en la tarea de censurar espectáculos que consideraba “inmorales”, es decir, eróticos, así como en llevar a cabo redadas homofóbicas.

En mayo de 1995, en Veracruz, el síndico panista Mario Riojas Almanza intentaba censurar la Semana Lésbico-Gay organizada en la Casa de la Cultura Salvador Díaz Mirón, y destituir a su director.
En septiembre de 1997, el ayuntamiento de Aguascalientes se negó a autorizar el espectáculo Miss Gay Aguascalientes de ese año, pues aseguró que atentaba contra la “moral pública”; en su rechazo los panistas coincidieron con el vicario de la Arquidiócesis de Aguascalientes, Miguel Medina, y con otros grupos conservadores.

La homofobia panista está en la historia y en la ideología de ese partido y no es verdad que Vázquez Mota vaya a dar la espalda al conservadurismo del blanquiazul. Por eso, la comunidad homosexual no debe dar ni un solo voto al PAN.