El primer nomen juris, de derecho internacional vigente, es para Alberto Fujimori; el segundo, un puro neologismo sin efectos jurídicos, para Javier Villa Stein y 4 vocales más, por atentar "contra la justicia" al cometer prevaricato al citar hechos falsos en su fallo, delitos de falsedad ideológica y falsedad genérica al sostener que el dictamen fiscal no acusó por lesa humanidad y el horrendo encubrimiento personal agravado por sustraer a los Colina de la persecución penal.

Jurídico-penalmente hablando, un crimen de lesa humanidad no es cualquiera, el que se me antoje.

Lo son solo los que la norma jurídica, nacional o internacional, ha dicho que lo sean.

En tal sentido son tales: el asesinato, el secuestro agravado, la tortura, la violación sexual, la esterilización forzada, la desaparición forzada de personas, el crimen del apartheid, entre otros.

Así lo establece el Estatuto de Roma, aprobado el año 1998, que el Perú suscribió el 7-12-2000, lo ratificó por Resolución Legislativa el 13-9-2000 y en vigencia desde el 1-7-2002; y todos esos delitos mencionados en tal Estatuto están descritos en los Códigos penales de cada país o en leyes nacionales.

Por lo tanto, el Estatuto de Roma no los crea, no los tipifica; o sea, no configura figuras delictivas nuevas. Se remite a las preexistentes, tal como están concebidas, con todos sus elementos.

Del mismo modo, el neologismo ahora lanzado por mí: "Crimen de lesa justicia", no está contenido en el Estatuto internacional citado, sino en la cabeza mía; empero, los delitos de prevaricato, falsedades ideológica y genérica, así como el de encubrimiento, sí están contemplados en nuestro Código Penal y estoy convencido han sido cometidos por Villa Stein y demás.

Por eso se ha dicho, con cierta propiedad, que la denominación Crimen de lesa humanidad es un paraguas, un techo, debajo de los cuales conviven apretujados una infinidad de delitos que los reputados jueces entienden con sesgo y los guarecen en su llamado "criterio de conciencia".

Los profanos asistimos al espectáculo circense que se monta y la prensa malquista se regodea con titulares. ¡Vaya carnestolenda la que arman los supremos!

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