El Cairo, Egipto. Casi ocho años después de su misteriosa muerte, Yasser Arafat parece querer completar su estoica lucha y enrola a palestinos y demás árabes en una empresa con repercusiones eventualmente comprometedoras para Estados Unidos e Israel.

Aunque ineficaz para concretar algunas decisiones y muy debilitada por la desunión respecto a temas como Libia y Siria, la Liga Árabe se pronunció sobre el posible envenenamiento de Arafat con un discurso monolítico contrapuesto al poco entusiasmo de Washington y Tel Aviv.

El secretario general de la Organización Panárabe, Nabil El-Arabi, solicitó a los 21 países activos (Siria está suspendida) aportar toda la información que tuvieran en su poder para ayudar a esclarecer el deceso del histórico dirigente ocurrido el 11 de noviembre de 2004.

Según el responsable de Asuntos Palestinos de la Liga Árabe, Mohamed Sobeih, El-Arabi envió el 26 de julio cartas con esa petición al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, y a los ministros de Relaciones Exteriores de los países del ente.

El reciente descubrimiento de polonio 210 en la kufiya (pañuelo palestino que usaba Arafat), ropa y un cepillo de dientes confirmó sospechas de que su súbito deceso en un hospital parisino fue provocado –según todo apunta ahora– por envenenamiento.

Un reportaje del canal catarí Al Jazeera arrojó, a inicios de julio, luces sobre el fallecimiento del luchador, luego de pruebas hechas por médicos del Instituto de Radiofísica de Lausana, Suiza, a pertenencias suyas cedidas al medio televisivo por la viuda, Suha Arafat.

Los científicos confirmaron haber medido una cantidad “inexplicable y elevada” de polonio-210 en manchas de “fluidos biológicos” (sangre, sudor, saliva y orina) de objetos personales de Arafat, y en algunos casos los niveles de ese elemento radiactivo eran 10 veces superiores a lo normal, según el director del referido instituto, Francois Bochud.

A pedido de la viuda y ante el imperativo que significó la nueva evidencia, Abbas autorizó la exhumación de los restos del mausoleo de la Muqata, en Ramalah, para un examen más minucioso que permitiría certificar el envenenamiento. La ANP invitó incluso a los galenos suizos a viajar a Cisjordania y tomar muestras de la osamenta.

Un diplomático palestino en El Cairo comenta a Prensa Latina que la propuesta del titular de la Liga Árabe es fundamental para el éxito de una campaña destinada a elaborar un informe global sobre las causas y circunstancias del fallecimiento de Yasser Arafat.

Además del reporte de los médicos suizos, los árabes desean presentar un informe penal, médico y político, según encomendaron los titulares de Relaciones Exteriores en Doha.

El tema centrará las discusiones de la reunión ordinaria de los cancilleres árabes prevista para septiembre, en la que –si logran sortear las presiones estadunidenses y de otras potencias occidentales– acordarán remitir el caso a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los Estados árabes aspiran a que la ONU forme un comité investigador internacional sobre la muerte de Arafat con un mandato similar al del Tribunal Especial para el Líbano que intenta dar con los autores del atentado que mató al exprimer ministro libanés Rafiq Hariri en 2005.

El 22 de julio, el Comité de la Iniciativa Árabe de Paz acogió con interés una propuesta de la ANP para impulsar la creación de la referida comisión internacional, y encargó a El-Arabi dar seguimiento al tema, lo cual hizo cuatro días después con la aludida solicitud.

“Deseamos que la comisión sea de alta credibilidad”, remarca el jefe negociador y dirigente palestino Saeb Erakat, al indicar que la propia Liga Árabe abogó por un ente “neutral e independiente”.

Pero en una dirección opuesta, Estados Unidos y Francia maniobran para desalentar que se desempolven historias sobre el deceso del exdirigente del movimiento Al-Fatah, alegando temor a que se entorpezcan las negociaciones palestino-israelíes hoy inexistentes.

Fuentes diplomáticas palestinas reconocieron que el liderazgo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que también fundó Yasser Arafat, ha recibido presiones para que no se abra una pesquisa. Mientras la Casa Blanca promovió y financió el referido tribunal para el caso Hariri, sobre todo con el propósito de perjudicar al movimiento de resistencia chiíta libanés Hezbolá, y ahora alega preocupación por la suerte de las moribundas conversaciones de paz.

“Tenemos que ir más allá y exhumar el cuerpo de Yasser para revelar la verdad al mundo árabe y musulmán”, reclama su viuda, quien, además, encargó a sus abogados interponer una querella ante la justicia francesa para aclarar las circunstancias de la muerte.

La denuncia se sustentará, entre otras cosas, en que los informes de la defunción de Arafat que emitió el hospital de París fueron vagos y expusieron que “murió de un derrame cerebral causado por un trastorno hemorrágico producto de una infección desconocida”.

Mientras el gobierno de Israel consideró en el empeño por revisar el tema un “complot” para involucrar a sus servicios secretos en el muy probable envenenamiento, el portavoz de Abbas, Nabil Abu Rdeina, afirma que “no habrá obstáculos” para “buscar la verdad” de lo sucedido.

Según Abdulah Al-Bashir, jefe del comité médico creado por la ANP para esclarecer la muerte de Arafat, se puede confirmar que el fallecimiento fue por intoxicación intencionada con una sustancia desconocida que sólo se sabrá con la exhumación.

El médico apunta que el informe del hospital francés decía que “los especialistas no fueron capaces de hallar una razón o enfermedad conocida que explicara las causas de la muerte” y que “el desarrollo de la enfermedad no podía ser explicado en el marco de una patología”.

Arafat cayó enfermo de forma repentina e irreversible el 12 de octubre, en momentos en que el ejército sionista mantenía un fuerte asedio al cuartel general de la ANP en Ramalah.

Más allá del legítimo interés familiar y del compromiso de la dirigencia palestina con el legado de Arafat, despejar el halo de misterio que todavía rodea la muerte del mítico exlíder es un acto de justicia histórica, pese a que Israel lo haya tachado de “ridículo”.

Para la inmensa mayoría de los palestinos, no hay dudas de que Israel envenenó a Arafat, directamente o mediante agentes infiltrados en su entorno. De ahí, que ese pueblo deposite sus esperanzas de justicia en lo que aporte la exhumación.

Sin embargo, muchos también son conscientes de que quizá nunca sea posible conocer la identidad de quienes planearon la muerte de una figura trascendental en la causa palestina y en Oriente Medio.

Fuente
Prensa Latina (Cuba)
Contralínea (México)