El calderonismo, embarrado de ilegitimidad y su cínico “haiga sido como haiga sido”, junto a sus “con estas manos limpias voy a entrar a la Presidencia”… “Seré el presidente del empleo”… “Mientras más altas trancas, más alto pego el brinco y me las salto”… “No te revientes, reata, que es el último jalón”, etcétera, demostró hasta el cansancio su eficacia militaroide, su ineficacia administrativa y sus fracasos neoliberales al dejar que el libre mercado y el libre comercio arrasaran con la producción agrícola; descapitalizó a Petróleos Mexicanos y aumentó la pobreza hasta los límites de la miseria con un desempleo masivo.

Zedillo inició la práctica de utilizar a los soldados para tareas policiacas. Cundió este mal ejemplo con Fox. Y Calderón llegó casi al golpe militar, como consecuencia de que los tres se pasaron de largo el Artículo 29 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, dando rienda suelta únicamente a la facultad presidencial de la fracción VI del Artículo 89 de la misma Constitución, que no debe ejercerse sin aquélla, salvo que de antemano el golpe de Estado haya sido el objetivo de Calderón.

Ahora el avispero criminal del narcotráfico no da cuartel a las Fuerzas Armadas y éstas combaten a la defensiva con una estrategia fallida (Peter Paret, Creadores de la estrategia moderna, desde Maquiavelo a la Era nuclear).

En algún momento Calderón responsabilizó a Fox del auge del narcotráfico (los neopanistas de la greña). Y tras su dramática toma de posesión envuelta en la posibilidad real de nombrar a un Presidente interino, con 10 mil acarreados se festejó en el Auditorio Nacional con gran boato, sus cuatro años de inquilino de Los Pinos. En ese acto encontró culpable del mal al pasado inmediato, sin mencionar a De la Madrid, Salinas o Zedillo, cuando la delincuencia de las drogas se posesionó, sin todavía encabezar la violencia sangrienta que inició con Fox y que Calderón atizó con su guerra incapaz de utilizar la política para resolver los problemas de competencia federal. Los panistas de estos dos últimos sexenios no han sido corruptos, sino ladrones, rateros y depredadores que desmantelaron los mínimos de bienestar iniciados con las privatizaciones salinistas-zedillistas. Transparencia Internacional probó que la corrupción ha empeorado y estamos peor que Trinidad y Tobago en condiciones económicas (Reforma, Milenio y El Universal, 27 de octubre de 2010).

Calderón y su grupo, en su huída tras su mal gobierno antirrepublicano, despotrican contra la oposición –mientras aprueba las complicidades del Partido Acción Nacional (PAN) con la pandilla chuchista– y echan maldiciones contra “un regreso a la antigüedad, al pasado”, pero es necesario volver al punto de partida cuando los ciudadanos dieron la oportunidad a la derecha antilaica, ya que el país quedó atascado en 2000 con cero crecimiento económico y haciendo de los ingresos petroleros un botín (ver la nota de los reporteros Laura Carrillo y Ulises Díaz: “Rebasaron a México en 10 años del PAN: Brasil, Chile, Colombia, Rusia, India y China; en Reforma del 29 de noviembre de 2010).

Para más fundamento del desastre calderonista consultar la encuesta (El Universal, 29 de noviembre de 2010), donde el 48 por ciento piensa que “el país va por muy mal camino y en una escala del uno al 10 le ponen seis de calificación al desempeño del inquilino de Los Pinos”. De panzazo.

Con estos dos sexenios “se confirmó que la corrupción no era exclusiva del Partido Revolucionario Institucional (PRI)”, que los panista le tienen “desconfianza al Estado mexicano”, que Fox y Calderón gobiernan de acuerdo con la doctrina empresarial (entrevista a la investigadora Soledad Loaeza, en La Jornada, 28 de noviembre de 2010), y que Estado, nación y gobierno en sus manos han sufrido de inmovilismo económico, político y social. Por eso no es una metáfora aquello de que es “una tragedia regresar a lo antiguo”, sino que detenido el país en lo que parecía el final del priísmo, resulta que tenemos que volver a empezar, cargando con todo el desastre calderonista y del PAN.

Y es que no tuvimos alternancia y menos transición. Al llegar al final del mal sexenio de Calderón, tendremos 12 años perdidos, durante los cuales tuvimos una regresión política en todas las dimensiones sociales, económicas y culturales; y sin estrategia ni siquiera en su guerra que arroja más de 100 mil homicidios, y que Fernando Escalante Conzalbo investiga y analiza con rigor en su ensayo Homicidios: 2008-2010. La muerte tiene permiso (Nexos, enero de 2011). El calderonismo, el foxismo y un PAN que está en la basura, arrastraron a la nación a la devastación en todos los órdenes: la inseguridad más sangrienta, el empobrecimiento masivo, la ruptura del tejido social; desempleo y despidos con agresiones sin término a los trabajadores, en suma, un cataclismo que la tiene al borde de una disyuntiva: la violencia social contra un gobierno “contrario a los principios” constitucionales o soportar la rebelión calderonista que interrumpe la observancia de la Constitución.

Fuente
Contralínea (México)