La atmósfera, los claros oscuros, el sutil acento en un detalle, el conjunto todo, sin apenas comenzar los diálogos, tenían la fuerza telúrica y el atractivo insoslayable de la dramaturgia y la poesía única del andaluz inmortal.

La creadora de aquella maravilla visual era Saskia Cruz, una genial diseñadora de luces, por desgracia ya fallecida, cuyo talento aún no goza del reconocimiento que merece.

Si tal efecto resultaba casi mágico, mayor era, tras bambalinas, ver con qué Saskia lograba tal obra maestra: viejas micas de colores deformadas por el calor de tanto usarlas, bombillos corrientes, focos apuntalados con desnudos alambres y toda una parafernalia increíble, por lo corriente de sus materiales y las elementales y sorprendentes soluciones que la artista encontraba.

Ese es el pan de cada día de los técnicos artísticos del teatro cubano, quienes ante la indigencia material provocada por el bloqueo yanqui contra la Isla, se ven obligados a buscar alternativas que muchas veces salvan las situaciones; pero otras afectan porque todo espectáculo escénico depende de muchos elementos, que la tecnología actual, prohibitiva para Cuba en la mayoría de los casos, soluciona como algo simple y cotidiano.

Entre las muchas causas que entorpecen el rescate del teatro musical, una tradición de la escena nacional cuya ausencia el público hecha mucho de menos, está lo costoso que este género resulta por la demanda de glamorosos vestuarios y escenografías, fantasiosos maquillajes y otros muchos aditamentos, aparatos y equipos, cuyo mercado natural es el estadounidense y al cual los cubanos no tienen acceso.

Otro de los impedimentos serios para las artes escénicas criollas resulta la imposibilidad de intercambios más fluidos con colegas norteamericanos, la dificultad de acceder a textos especializados y la denegación casi constante de visas para que artistas y especialistas de los dos países intercambien en eventos teóricos o artísticos.

Si bien los teatristas cubanos no paran mientes en dificultades, como ocurrió en el periodo especial, cuando florecieron los espectáculos unipersonales y el movimiento de teatro para niños y jóvenes multiplicó sus funciones en barrios y comunidades, el talento y las iniciativas de los creadores encuentran alternativas, pero siempre el bloqueo yanqui, como una espada de Damocles, se cierne con su constante carga de prohibiciones y dificultades, complicando la tarea de poner la escena cubana al alcance de todos.

Agencia Cubana de Noticias