En los gobiernos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) interpuso 162 denuncias penales por robo de arte sacro en el estado de Puebla. Los incidentes involucran, al menos, a 660 bienes muebles. Esculturas en madera que representan a santos o vírgenes; pinturas de caballete, lienzos y óleos; coronas, cáliz, prendas milagrosas o limosnas, entre los objetos sustraídos.

De acuerdo con información proporcionada por el INAH, por medio de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, de 2000 a 2011, 282 esculturas, 227 pinturas y 151 objetos de los siglos XVI al XIX, fueron saqueados de los recintos religiosos poblanos.

Diputados federales de la entidad, advirtieron en abril de 2011 que Puebla se había colocado ya como el estado con el mayor número de delitos, y México como el primer lugar en el robo de arte sacro en toda América Latina.

Aunque el robo, tráfico y comercialización ilícita de arte sacro se ha incrementado en los últimos 15 años en América Latina y el Caribe, no hay cifras que permitan conocer la dimensión del fenómeno.

En el marco del taller Protección y Salvaguarda de los Bienes Culturales Patrimoniales de la Iglesia en América Latina y el Caribe, organizado en 2009 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Jean Pierre Jouanny, agente de la Secretaría General de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol, por su sigla en inglés) en Lyon, Francia, descartó que el tráfico ilícito de arte sea el tercero en importancia en el mundo porque muchos de los robos nunca se reportan.

Pese a ello, con apenas 274 casos, las cifras de la Interpol colocaron a México, en 2009, como el país de la región que les envía más casos de robo de patrimonio cultural eclesiástico.

La Iglesia se deslinda

Sobre el alto número de robos en Puebla, el sacerdote José Raúl Hernández, titular del Departamento de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México, dice a Contralínea que no tenía conocimiento “de nada de lo que me dice”. Para el religioso, el robo de arte sacro “no es algo frecuente”.

Explica que “cada diócesis tiene su comisión de arte sacro y debe vigilar a su comunidad.” Sin embargo, “la conservación, el cuidado y la vigilancia le corresponde al Instituto Nacional de Antropología e Historia”.

Por ministerio de ley, al INAH le corresponde la protección y conservación de los muebles e inmuebles de los siglos XVI al XIX, calificados como patrimonio histórico de la nación.

El historiador Felipe Echenique March refiere que después de que Benito Juárez nacionalizara los bienes de la Iglesia Católica, el tránsito de la administración nunca fue claro. “La Iglesia se deslinda de la conservación porque argumenta que es un edificio federal y no hace nada a pesar de que tiene el uso del inmueble”. Echenique opina que se genera un problema “muy escabroso”, porque el gobierno se niega a decirle a la Iglesia que pague, no la renta del inmueble, sino la conservación del mismo, sobre todo, de aquellos que poseen valor histórico, pinturas y obra patrimonial.

“Si los curas saben que tienen arte sacro debe haber un vigilante, un custodio y eso no lo puede pagar el Estado; lo tendrían que pagar las propias limosnas”, señala el también secretario general del Sindicato de Investigadores del INAH.

Sin registro

El registro de los bienes nacionales es una de las funciones sustantivas del INAH. Lo señalan tanto su Ley Orgánica, como la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.

No obstante, el Instituto Nacional de Antropología e Historia desconoce el número de recintos religiosos en Puebla, así como el número y características de los bienes eclesiásticos. La falta de registro ha sido señalada por la Contaduría Mayor de Hacienda (ahora Auditoría Superior de la Federación) desde 1997.

Contrario a atender las observaciones del órgano de fiscalización, señala Echenique March, la actual administración del INAH creó una oficina única de registro de bienes arqueológicos e históricos, cuando, a su parecer, debieran ser oficinas diferenciadas.

A la fecha, ni las restauradoras Olga Ramos o Elisa Ávila, adscritas al INAH delegación Puebla, ni los investigadores Clara Bergellini o Pablo Amador Marrero, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), conocen el inventario del Instituto o detalles sobre su avance y cobertura.

Además de ser una herramienta clave para inhibir el robo, la base de datos serviría para reclamar las piezas en el mercado ilegal e incluso para ayudar a la investigación.

“No hay un proyecto claro en Puebla para hacer un inventario”, dice a Contralínea Olga Ramos.

“El registro sirve para saber qué piezas hay, quién las tiene y cuáles son las responsabilidades del tenedor”, aclara Echenique. Y continúa: “sin embargo, la falta de esa política institucional ha resultado en un peligro, porque sirve para que continúe el robo de arte. No hay a quién fincarle responsabilidades”.

Alto valor simbólico

Elisa Ávila, restauradora poblana adscrita al INAH y también perito en casos de robo, subraya que las piezas son poseedoras de un alto valor histórico, en tanto sirven para conocer un periodo específico del pasado; un valor estético, por su belleza y técnica; económico, y, sobre todo, simbólico.

“A muchas de estas piezas todavía se les rinde culto. Los objetos están vivos, tienen mucha carga simbólica”. Ávila señala que los datos son impactantes, pero las consecuencias de un robo van más allá: “es la ausencia de toda una tradición de un culto, de la identidad de una comunidad. Hay gente que se ve muy afectada”.

Olga Ramos añade que la falta de lluvia es atribuida, en ocasiones, al robo de un santo. Con la falta del santo también se terminan las fiestas del pueblo y con ello se golpean fuertemente las costumbres, la identidad de las comunidades.

Elisa Ávila lo ilustra con el robo de un santo que se intentó vender en Santa Fe, Nuevo México. La pieza fue recuperada en 2002 y devuelta a la comunidad. A partir de ese hecho se convirtió en el patrono de los migrantes, porque fue a Estados Unidos y regresó. “Por su historia reciente, adquirió una connotación emocional nueva. Prueba de que continuamente se genera cultura”.

Pablo Amador Marrero, historiador del arte e investigador en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, advierte que el patrimonio religioso no solamente es lo formal o material, sino también lo simbólico. “Cuando le robas una virgen de Guadalupe a una iglesia, estás desamparado de la señora. Eso no tiene precio, éstas son obras que no tienen precio, porque son testigos artísticos de un pasado devocional, son señas de identidad de las localidades de donde han sido sustraídas; son parte de su historia, y un pueblo sin historia sabemos todos lo que es”.

Crimen organizado

Los robos, muchas veces masivos, se registraron principalmente en templos, capillas e iglesias de la ciudad de Puebla, donde ocurrieron 13 robos en 11 años; en Izúcar de Matamoros, nueve; en Tepeaca, seis; en Huejotzingo, también seis; en Atlixco, cinco; en San Pedro Cholula, cinco, y en San Andrés Cholula, cinco.

El grado de especialización que se requiere para ubicar y definir cuáles piezas son valiosas, coinciden los expertos, señala directamente al crimen organizado. “Hay gente que vive de esto”, subraya Pablo Amador Marrero.

Las piezas, la mayor de las veces, terminan en manos de coleccionistas privados nacionales e internacionales, tiendas o anticuarios, explica el investigador.

En diciembre de 2005, un cáliz, una alcancía y distintas prendas milagrosas de acción de gracias fueron sustraídas del templo de San Antonio, en San Antonio Texcala, Puebla.

Frente a ello, Ávila dice con pesar que es triste imaginar que siendo tan valiosas para las comunidades y creyentes, “las piezas van a parar a la vitrina de un millonario o terminan como adornos”.

En escasas ocasiones las autoridades dan con los beneficiarios reales del mercado ilegal de arte. Elisa Ávila relata que los beneficiarios reales muchas veces contratan a gente pobre para sacar las piezas de las iglesias y ellos son quienes terminan en los Ministerios Públicos culpados de tráfico.

Aunque la falta de políticas concretas por parte de las dependencias responsables de resguardar y conservar los bienes nacionales contribuye al creciente número de delitos en la materia, Pablo Amador Marrero refiere que todos fallan en la preservación del patrimonio: sociedad e instituciones.

El robo de Huaquechula

El hallazgo en Huaquechula, Puebla, de 12 lienzos de la vida de San Francisco provocó euforia entre los estudiosos del arte colonial. La serie fue rescatada, en 1974, de la humedad y el olvido por Gonzalo Alejo Martínez, entonces encargado del templo de San Francisco de Asís, anexo al convento franciscano.

Los hechos fueron ampliamente documentados en la revista Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, por Elisa Vargas Lugo y Marco Díaz, ambos, investigadores de la dependencia universitaria.

En Historia, leyenda y tradición en una serie franciscana, Vargas y Díaz narraban lamentándose del estado de deterioro en el que se encontraban las piezas: bastidores apolillados e incompletos; lienzos flojos o rotos, y colores sin brillo.

El texto publicado en 1975 describe que algunos de los cuadros estuvieron almacenados en el coro del templo por un largo periodo; otros permanecieron “arrumbados” en una de las dependencias del convento y que, incluso: “dos de ellos –los más hermosos– fueron encontrados enrollados, como preparados para transportarse a otro lugar”.

Por ello, agregaron en el artículo publicado en la edición 44 del órgano informativo, “no es temerario, ni mucho menos, suponer que alguien quiso robar dichas pinturas, dada su calidad superior y el latrocinio que desde hace años amenaza constantemente las obras de arte colonial”.

Explican los investigadores que fue a partir del siglo XVII que los conventos e iglesias optaron por el sistema didáctico de relatar, a través de pinturas, las biografías de sus santos fundadores o de los personajes divinos de la historia sagrada.

Los óleos hallados, pintados por Luis Berrueco en el siglo XVIII, representan la vida sagrada de San Francisco. A decir de los investigadores, cientos de series fueron pintadas durante el México virreinal para cumplir funciones didácticas y decorativas.

Del análisis de las piezas, Vargas Lugo y Díaz lograron conocer que la serie constaba de 15 obras, 12 de las cuales permanecían en Huaquechula y una más pertenecía a una colección privada. Faltaban dos por localizar.

Refieren los autores que para cuando el texto fue publicado, Gonzalo Alejo ya había colocado la mayor parte de los cuadros en la sacristía del templo y otros, sin ningún orden, sobre el muro derecho que limita al presbiterio.

Según el expediente Relación de robo de objetos en los templos en el estado de Puebla durante el periodo 2000-2011 –del que Contralínea posee copia– el 20 de septiembre de 2001, 14 pinturas y seis esculturas fueron robadas del templo de San Francisco de Asís, Huaquechula, Puebla.

De los bienes sustraídos, nueve pertenecían a la serie de lienzos de San Francisco, los mismos que fueron hallados 27 años antes. Se trataba de El bautizo de San Francisco, Predicación de San Francisco, El capítulo de las esteras, Expansión de la orden franciscana, Exequias de San Francisco, El papa Nicolás V ante el cadáver de San Francisco, San Francisco en la Zarza, La visión de la redoma, y Alegoría de la inmaculada concepción.

Sin brindar mayor detalle del robo, los documentos oficiales consignan que se abrió la averiguación previa 1357/2001/3a. El expediente es uno de los 162 abiertos por la Procuraduría General de la República en Puebla.

“Duele enormemente ver cómo maltrata México su patrimonio artístico. Pocas series pictóricas quedan en el país, tan hermosas e interesantes como ésta. Sin embargo, nada se ha hecho por restaurarla –ni siquiera por limpiarla y evitar que avance el proceso destructivo– desde que [como miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas] hace más de un año, avisamos a las autoridades competentes por medio de una visita especial al Instituto Nacional de Antropología e Historia. Tampoco el gobierno del estado de Puebla ha manifestado el menor interés”, agregan Díaz y Vargas Lugo.

El museo del Barroco

En 2012 el gobernador Rafael Moreno Valle anunció la construcción del Museo Internacional del Barroco en Puebla. El proyecto del gobierno local estará gestionado por la Secretaría de Turismo del estado de Puebla y contará con un presupuesto anual de 41 millones de pesos.

El recinto, según se difundió en la prensa local, albergará el acervo de la Catedral y el museo de Santa Mónica. La noticia mereció la oposición de investigadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el INAH y el Instituto de Investigaciones Estéticas, quienes le hicieron llegar a Alfonso de Maria y Campos, titular del Instituto Nacional de Antropología, un documento donde expresaban su preocupación.

El escrito expone que el manejo y gestión del legado cultural de la nación debe apegarse a la ley vigente. Además advierte que la descontextualización despoja a las obras de su sentido original, dificulta su estudio y las sustrae de su principal función: dar sentido e identidad a la comunidad que las creó.

“La idea de despojar a los templos de Puebla de sus obras religiosas nos habla de falta de conocimiento y ausencia de sensibilidad de los promotores del proyecto”, consignan; y finalmente señalan que si el gobierno estatal estuviera realmente interesado en conservar y difundir el patrimonio artístico de Puebla destinaría recursos para la conservación y mejoramiento de los museos existentes, a la restauración de obra y apoyaría los estudios sobre el arte en Puebla.

Para la realización de este trabajo se solicitaron entrevistas con el INAH, la Procuraduría General de la República y la Interpol. Al cierre de edición, no se obtuvo respuesta.

Fuente
Contralínea (México)