Desde sus inicios, el Centro Vitoria ha tenido su inspiración en las tradiciones liberadoras de América Latina. No se explica su trabajo y modo de proceder sin la fuerte influencia del pensamiento emancipador originado desde los movimientos sociales que derrocaron las dictaduras que entre las décadas de 1960 y 1980 atormentaban a Latinoamérica. Muchos años de trabajo –esperamos que sean muchos más– respaldan a este Centro, el cual fue una de las primeras organizaciones defensoras de derechos humanos en México a partir de la década de 1970.

La situación por la que atraviesa actualmente nuestro país hace urgente que se fortalezcan espacios organizados, desligados de todo partido político y sin fines lucro, con el objetivo de seguir en la lucha por la vida y la dignidad de todas las personas, que tejan esperanza y reconstruyan lo que el actual sistema destruye. Requerimos, pues, de organizaciones que se pronuncien en contra de un sistema que deshumaniza a los pueblos, les borra su identidad y les arrebata su tierra. Nos hemos pronunciado durante estos años a favor de las personas marginadas y excluidas, y en contra de los intentos por devaluar la dignidad humana y el respeto a la naturaleza en México y en el mundo.

En el Centro Vitoria intentamos, desde nuestra sencillez, colaborar con las luchas organizadas poseedoras de causas legítimas, por lo cual levantamos la voz al unísono con otras muchas organizaciones hermanas, pues tenemos claro que formar redes de redes solidarias es una estrategia eficaz para la defensa de los derechos. Hacemos explícita nuestra opción preferencial por las víctimas, sobre todo por las que se sitúan en grave situación de vulnerabilidad. No conocemos otro camino que no sea el de la vía pacífica y dialógica. No olvidamos nuestra postura crítica y firme frente al poder mal encauzado que detentan quienes olvidan que deben mandar obedeciendo. Consideramos al conflicto como una oportunidad para evidenciar lo que no funciona en esta estructura injusta, y lo aprovechamos para visibilizar a las personas que sufren las violaciones a sus derechos, para que sean ellas las que den testimonio de las arbitrariedades por las que pasan. Realizamos interlocución con el gobierno con una actitud responsable y participativa, pero jamás solapamos desvíos a la centralidad de los derechos humanos. No apostamos, cuando nos piden opinión, por programas asistencialistas o meros paliativos para la población, pues lo que interesa, desde nuestro punto de vista, es que haya soluciones reales a problemas concretos que repercutan en la transformación estructural de nuestra sociedad.

La labor de defender los derechos humanos es un modo de vida. Así lo hemos demostrado en este caminar de 28 años. Por este Centro Vitoria han colaborado personas sensibles a los grupos más vulnerables. Ello les ha permitido incurrir, después de terminado su periodo en el Centro Vitoria, en diversos espacios, para aportar en la defensa y construcción de la dignidad humana. A todas las personas que son parte de la historia de este Centro les tenemos y les seguiremos teniendo aprecio y admiración por su compromiso con los derechos humanos.

Esta labor por defender y promover los derechos humanos se torna cada vez más problemática, pues en México las cosas no son nada fáciles, y lograr que el Estado promueva, respete, proteja y garantice los derechos es un constante conflicto, incluso con el riesgo de sufrir algún ataque o amenaza por realizar este tipo de labores. Es por muchos sabido que las ejecuciones extrajudiciales y asesinatos hacia defensoras y defensores ha sido una constante en los últimos seis años. Parece ser que se ha convertido en una práctica sistemática de exterminio y obstaculizaciones contra las personas que nos dedicamos a defender y promover los derechos humanos.

El gobierno que termina nos deja un saldo de más de 90 mil personas asesinadas, y una cadena de impunidad que deja a la vista la sucia corrupción de la que está llena la estructura gubernamental. En este escenario, la lucha por la dignidad humana es más riesgosa, e implica exigir al Estado un compromiso claro con los derechos humanos. De igual manera es necesaria una fuerte solidaridad con los espacios que resisten los embates del poder corrupto, y luchan por crear escenarios alternativos, en los que se dignifiquen los pueblos y las personas. Felizmente, estos espacios siguen emergiendo frente a la grave crisis institucional, y nosotros colaboramos en su multiplicación. Nos atrevemos a afirmar que frente a la grave crisis civilizatoria a la que nos enfrentamos, con éstos también caminamos y seguiremos urdiendo diversas propuestas que nos lleven a una transformación de nuestra realidad y a una convivencia social más digna, al facilitar el diálogo y el empoderamiento de las personas y los pueblos. Deseamos que tengamos por delante otros 28 años de trabajo, y muchos más, pero siempre queremos que sea un trabajo sensible, coherente y comunitario, donde la solidaridad y fraternidad sean un componente básico.

Durante 10 años hemos venido realizando nuestra Escuela para Promotoras y Promotores Juveniles de Derechos Humanos, de la que han egresado ya poco más de 500 personas, pertenecientes a diversos espacios, que ahora construyen desde sus propios lugares una cultura alternativa de los derechos humanos. Cabe mencionar que este proyecto no hubiera sido posible sin las herramientas que la educación popular y la educación para la paz nos brindan. La experiencia de intercambio entre nuestras y nuestros egresados, y con otros proyectos similares, han hecho que hoy seamos una referencia en el tema de educación no formal para los derechos humanos entre las organizaciones de la sociedad civil. Asimismo hemos tejido otros proyectos para la promoción de los derechos, principalmente con jóvenes y con movimientos sociales, con la finalidad de proporcionarles herramientas para la defensa de su dignidad y la de sus pueblos.

El Centro Vitoria, en efecto, entre otras de sus actividades realiza desde hace 10 años un informe anual sobre la situación de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (conocidos como DESCA) en el país, mismo que ha sido retomado por diversos sectores dedicados al tema, ya sea en la investigación o bien en la defensa de los DESCA. De igual forma, el Centro Vitoria cuenta con un área de defensa jurídica que ha contribuido a la orientación jurídica de todas aquellas personas que han sufrido una violación a sus derechos y que acuden a las instalaciones de nuestro Centro, o bien se comunican con nuestro equipo por algún otro medio. Esta área jurídica ha sido clave, por ejemplo, en el caso de la Supervía Poniente, con la que logró obtener algunos fallos, en los tribunales, a favor de las víctimas de este megaproyecto en el Distrito Federal.

No podemos dejar de mencionar que este Centro es parte de la Red Nacional de Organismo Civiles de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todas y Todos desde su fundación, lo que le permite también estar incidiendo en temas relacionados con los derechos humanos de mayor envergadura en nuestro país. Somos además parte activa de la Campaña Sin Maíz No Hay País, con la que realizamos un esfuerzo conjunto para colaborar en la defensa de los derechos de las y los campesinos y de los pueblos originarios relacionados con el campo y sus formas tradicionales de alimentarse y vivir en armonía con la naturaleza. No podemos dejar de mencionar el apoyo de la Orden de Predicadores (Frailes Dominicos), y el respaldo que nos da ser parte de una tradición espiritual que por siglos ha optado por las y los pobres de este mundo.

El Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, OP, AC, no llega solo a estos 28 años, sino todo lo contrario. Llega acompañado de muchas esperanzas y vida, pues gracias al apoyo y solidaridad de todas las personas y pueblos que reconocen en nuestra labor un incentivo para continuar en la lucha por la dignidad humana es como nos mantenemos. Necesitamos seguir fortaleciéndonos. Necesitamos seguir luchando al lado de las comunidades. Necesitamos seguir contando con el apoyo económico de la gente, sin importar lo modesto que sea. De lo contrario no hallaríamos razón de ser a nuestro trabajo.

Fuente
Contralínea (México)