El grito de “garra charrúa”, empleado mundialmente por los aficionados al futbol para identificar a la selección uruguaya, fue expresado por primera vez en 1935, durante un campeonato suramericano que la selección de ese país ganó.

Pocos conocen el significado de la expresión, originada en las luchas de resistencia de los primeros pobladores de lo que hoy es Uruguay (y partes de Argentina y de Brasil): indígenas que fueron víctimas en 1831 de un genocidio que redujo a casi cero su etnia, coinciden los historiadores.

Diversas fuentes relatan que sólo unos pocos indios sobrevivieron a la matanza ejecutada por tropas del primer presidente general, Fructuoso Rivera, en Salsipuedes, departamento de Paysandú, a unos 320 kilómetros al Norte de Montevideo.

Entre los sobrevivientes, el cacique Vaimaca (junto a Guyunusa, Tacuabé y Sanaqué) fue apresado y llevado a Francia para ser exhibido como animal. Tras su muerte, Vaimaca fue momificado y devuelto a Uruguay. Tacuabé huyó sin que se conozca su destino.

Por ello, éste es un tema terrible, muy poco divulgado, que viene arrastrando la historia nacional.

En 1938 cuando los artistas uruguayos Edmundo Prati, Gervasio Furest Muñoz y Enrique Lussich lograron inaugurar el monumento de bronce y granito Los últimos charrúas, en una céntrica plaza de esta capital, que les rinde homenaje.

Derechos indígenas

El pasado 12 de octubre, fecha que los pueblos originarios de la región conmemoran como el Día de la Raza, pequeños grupos de jóvenes, orgullosos de sus ancestros indígenas, recordaron allí, en pie de lucha, la “garra charrúa” en demanda del reconocimiento pleno de sus derechos.

Entre los primeros pedidos de organizaciones indígenas uruguayas figura el reclamo de que el Estado reconozca el genocidio de Salsipuedes y lo incorpore a la historia del país y a la enseñanza escolar.

En 1989 surgieron algunas organizaciones indígenas que actualmente adelantan un proceso de reconstitución como pueblo-nación, junto a descendientes de charrúas en la vecina Argentina, según el Consejo de la Nación Charrúa (Conacha), que fue fundado en 2005.

Nos encontramos en un proceso de recuperación de nuestra cultura y de fortalecimiento de nuestra identidad sustentado en documentos históricos y en la memoria oral salvaguardada en las costumbres transmitidas de generación en generación, indica el Conacha.

Integrado por nueve comunidades indígenas, el Conacha funciona bajo los valores ancestrales de horizontalidad y consenso.

Entre sus demandas destaca también un llamado al Estado a reconocer el papel que cumplieron los indígenas en la lucha independentista y la gestación de la identidad nacional.

Piden asimismo la protección de sus ecosistemas y la biodiversidad y la promoción de prácticas productivas en armonía con la Madre Tierra.

Contra la invisibilidad

Aunque en 2005 el país ratificó el Convenio Constitutivo del Fondo Indígena y algunas instituciones reconocen a las organizaciones indígenas, los descendientes de los charrúas se siguen considerando “invisibles”.

Desde 2007, un representante del Conacha integra la Comisión contra la Discriminación, Racismo y Xenofobia, que depende de la Presidencia de la República Uruguaya y del Ministerio de Educación y Cultura, con lo que se ha logrado incluir la revisión, revalorización y recuperación de la cultura de los pueblos originarios en los programas educativos.

En 2009 se aprobó una ley que declara al 11 de abril como Día de la Nación Charrúa y la Identidad Indígena. Otras dos disposiciones le precedían: primero, en 2002, la repatriación de los restos del cacique Vaimaca desde el Museo del Hombre, en París, y su entierro como héroe nacional; y luego, en 2004, la prohibición de realizar experimentos científicos en su cadáver.

El Conacha también realizó una campaña por una mayor identificación de la población indígena en el Censo 2011, entre otras medidas, a favor de la ratificación gubernamental del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

La Encuesta nacional de hogares ampliada 2006, del Instituto Nacional de Estadística, reveló que un 3.8 por ciento de la población uruguaya (unas 115 mil personas) se reconocieron como descendientes de indígenas.

En el censo nacional realizado cinco años después, en 2011, un 4.9 por ciento de la población (unas 159 mil personas) afirmó tener ascendencia indígena.

Un dato histórico revela que en 1828, cuando Uruguay obtuvo su independencia, la población indígena alcanzaba 30 mil personas y la de los blancos, unas 70 mil.

Los charrúas opusieron resistencia a la colonización española. El primer episodio conocido fue la muerte de Juan Díaz de Solís durante su “descubrimiento” del Río de la Plata. En el afán de los gobernadores de Buenos Aires (Argentina) por “civilizar” la llamada Banda Oriental (Uruguay) hubo numerosos combates contra los indígenas.

Después, muchos de ellos lucharon en los ejércitos independentistas de José Gervasio Artigas y otros, hasta que se produjo la matanza de Salsipuedes y la persecución de los sobrevivientes.

La “garra charrúa”

Para el profesor Lincoln Maiztegui Casas, la desaparición de los charrúas fue “un proceso paulatino que llevó más de 200 años y que se generó a partir de la ocupación del territorio por europeos”.

En ese periodo, miles de charrúas murieron, otros miles huyeron a Brasil y otros más se quedaron como siervos y se mestizaron con los blancos.

Con el tiempo, el término “charrúa” adquirió connotaciones de valor, fuerza, fiereza, orgullo guerrero y victoria, aunque, por ahora, quede restringido sólo al terreno de futbol.

Fuente
Contralínea (México)