Todavía no le ponen la corona en la testa ni, por añadidura, se apoltrona en la silla presidencial y, sin embargo, Enrique Peña Nieto ya anticipó a las mayorías que se avecinan seis años más de salvajes pesadillas neoliberales y del capitalismo de amigotes depredadores. El curso seguido por la contrarreforma laboral dentro de los tortuosos y sórdidos laberintos legislativos y del poder apenas fue un pálido esbozo de los retorcidos itinerarios que nos deparan las calendas del priísmo resucitado. Durante ese proceso sobresalieron varios aspectos que vale la pena señalar.

1) Carlos, Neto y Titino o la inclinación de Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa por las contrarreformas económicas autoritarias y su alergia a las reforma democráticas.

Enrique Peña Nieto mostró los matices dinásticos, más que republicanos, que colorean la materia política con que está hecha su efigie.

Para justificar cualquier cambio siempre se encuentran razones económicas y sociopolíticas para justificarlos. Los conflictos alrededor de ellos empiezan en sus propósitos, sus alcances y el ritmo para aplicarlos; los métodos empleados para alcanzarlos (si son consensuados o impuestos autoritariamente); y la distribución de sus costos y beneficios, ya que enfrentarán resistencias de aquellos cuyos intereses se verán afectados por la alteración del orden establecido, así como el respaldo de quienes esperan obtener una ganancia de los mismos. El caso de la reforma laboral enfrenta un hecho ineludible y varias anomalías legales: los cambios ocurridos en el funcionamiento económico local y foráneo, la manera en que ambos se relacionan y sus secuelas sobre el mercado de trabajo y el bienestar de los trabajadores; la impune violación sistemática de los empresarios a las leyes laborales; la perversión de las organizaciones sindicales cuyos líderes han acabado con sus principios legales, democráticos, de clase y relación con las empresas, al convertirlas en sus negocios privados y en mercancía al mejor postor, algunos de los rasgos típicos del corporativismo estatal impuesto a sangre y fuego por el viejo priísmo; la responsabilidad del Estado –los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial– en ese sistema anticonstitucional, benéfico a los empresarios, sobre todo de los grandes, y contrario a los asalariados.

Un gobernante republicano establecería el estado de derecho y convocaría a la sociedad para concertar una reforma que conciliara, en la medida de lo posible, las necesidades de la acumulación capitalista (productividad y la tasa de ganancia) y las de los trabajadores (respeto a las leyes laborales y su bienestar), con un Estado árbitro, garante de los intereses de ambos sectores. La opción es clara con una gama de combinaciones: la productividad bajo los cánones de la furia neoliberal, amparada con el despotismo político, o bajo los del Estado de bienestar social, como sello de identidad de un país que aspira a la democracia. No hay más opciones en el capitalismo antes de las extremas, como la que sugería Winston Churchill: ametrallar a huelguistas como medida práctica para terminar las huelgas; los “higiénicos” garrotazos de la señora Margaret Thatcher para someter a los trabajadores; o el golpismo, al estilo Augusto Pinochet, partero de la “moderna flexibilidad laboral”, asesorado por los teólogos de la escuela económica de Chicago, que amamantaron a Luis Videgaray, el que le habla al oído a Enrique Peña Nieto.

¿Qué hace Carlos-Enrique Peña?

Directamente o a través de Neto y Titino, los líderes de los diputados y los senadores priístas, el ventrílocuo respalda la iniciativa laboral de Felipe Calderón. Es decir, la primera opción, la elaborada por los titiriteros, la oligarquía (Confederación Patronal de la República Mexicana, los hombres de negocio, el Consejo Coordinador Empresarial), según las fórmulas recomendadas por los Chicago Boys e impuestas a escala mundial por los organismos multilaterales como el consenso hegemónico (actualmente en Grecia, Portugal, Italia, España): el shock estructural de competitividad. La “flexibilidad”: abaratar los despidos, las prestaciones sociales –o eliminarlas– y los salarios, legalizar la subcontratación (el outsourcing), los contratos por hora y a prueba, los horarios según convenga a las empresas y debilitar a los sindicatos, entre otras medidas, con el objeto de someter a los trabajadores, asegurar su indefensión jurídica, sobreexplotarlos, desvalorizar su fuerza de trabajo, desecharlos arbitrariamente y degradarlos.

Es obvio, como testifican los países europeos citados, que las justificaciones empleadas para imponerlas (más crecimiento, empleos, salarios y bienestar), nunca se han cumplido ni se conseguirán. Son brutales mentiras con las que se quiere encubrir el objetivo central: elevar la tasa de ganancia a costa de la miseria generalizada y globalizada.

Pero el apoyo fue parcial. A la “enchilada completa” apetecida por Felipe Calderón y la oligarquía, Carlos, Neto, Titino y los legisladores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) antepusieron el “justo medio”, “el centro-izquierda, al buscar conciliar intereses” “sin fastidiar” a los trabajadores, los sindicatos y los empresarios, según el chocante lenguaje falaz de Manlio Fabio Beltrones, que “modernizará” una ley que “no ha sido modificada en 40 años” y asegurará “el valioso patrimonio”, las columnas de la “transparencia”, la “democracia”, la “autonomía sindical” y la “estabilidad laboral”. Ante la imposibilidad de que se aprobara “el término medio”, dado que la oposición decidió “fastidiar” a los sindicatos, y como los priístas no quieren “convertir en una subasta” los contratos colectivos de trabajo, se cayó la iniciativa. Pero Neto y Titino afirmaron que Carlos tendría su reforma. Con su sello propio, dijo Emilio Gamboa, cosa que negó Manlio Fabio. Y su matiz particular: “después de que se llegue a un arreglo entre el empresario y el representante sindical, llevarla a todos los trabajadores a ver si están de acuerdo es peligroso”, porque “puede desestabilizar la buena relación obrero-patronal que hay en el país”, añadió Emilio Gamboa.

¿Quiso decir que los “demócratas” (PRI-Partido Verde Ecologista de México o PVEM, oligarcas, mafia sindical) mantendrán cerradas las puertas de la “república” a los asalariados para evitar que defiendan sus desestabilizadores intereses? ¿Y si se fastidian, si acaban con su paciencia y la peligrosa desestabilización se desborda y se convierte en una crisis política como la argentina? ¿Emplearán el antídoto Churchill-Thatcher-Pinochet?

2) El discreto encanto del priísmo y sus socios por las prácticas inescrupulosas y autoritarias.

El proceso legislativo acreditó el retorno de su vasallaje a los caprichos del césar como en los añejos, dorados y nostálgicos tiempos del partido único. En lugar del diálogo, el apego a la ley, la búsqueda de consensos y el equilibrio entre los intereses involucrados, sus divisas fueron la arbitrariedad, el desprecio de la oposición y de la población, la imposición, el maximalismo, la mendacidad. La democracia bárbara.

3) El “justo medio” o cómo abrir el canal a los asalariados a cambio de cercenar la transparencia y la democracia sindical de la reforma.

Ese mafioso “trueque”, que enfureció a la oligarquía y a la oposición del Congreso de la Unión, ha sido negado por Manlio Fabio Beltrones con inmensurables e insostenibles embustes que insultan a la inteligencia. Pero debe reconocerse la gratitud de Enrique Peña Nieto a la lealtad de los dirigentes sindicales… No de todos. Su irredenta defensa a ultranza sólo comprende a los intereses de los caciques del sindicalismo corporativo que han sido útiles para aplastar la disidencia, controlar a los trabajadores, evitar la democracia de esas organizaciones, imponer sus políticas antidemocráticas, mantener su hegemonía de la elite político-empresarial y apoyar a los gobiernos priístas-panistas. En eso descansa parte de la “gobernabilidad” y la estabilidad del sistema autoritario-neoliberal. Pese a que su poder y relativa autonomía se hayan convertido en un riesgo para sus engendradores y protectores que, de todos modos, los necesitan. De cualquier manera saben que son vulnerables y su vida política depende de ellos. El modelo mina las bases que los sustentan. El estancamiento económico, los bajos empleos creados, el desempleo abierto y disfrazado, la boyante informalidad –el narco es la mejor bolsa de trabajo en México– y la misma “flexibilidad” abatirán más rápido el decreciente nivel de la sindicalización, comparado con el número de trabajadores ocupados (véase la gráfica).

A la maestra de lujo con cariño y al padre ejemplar que se quita el pan de la boca para satisfacer la de sus voraces retoños.

Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps son dos especímenes que ilustran la transparencia y la democracia sindical que protege Enrique Peña Nieto y defiende Manlio Fabio Beltrones con risibles argumentos. Para convertirse en “consejera suprema” del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), en una “democrática”, exclusiva y opulenta reunión con sus fieles seguidores, la maledicencia popular estima que la “maestra” se gastó 153 millones de pesos (Santiago Igartúa, www.proceso.com. mx/?p=323533). Soberbia administradora de sus ingresos –que deben envidiar los secretarios de Hacienda– por 31 mil 398 pesos con 16 centavos mensuales que recibe de la Secretaría de Educación Pública por concepto de pagos ordinarios y extraordinarios, para poder darse modestos lujos. Por ejemplo, usar en un sólo día prendas y accesorios cuyo precio superan los 100 mil pesos (www.adnpolitico.com/gobierno/2012/03/20/elba-esther-gordillo-lleva-100000-pesos-puestos). Dado su escrupuloso apego a la “transparencia” y la “democracia sindical”, sólo un servil puede suponer que la líder que regentea al Sindicato desde 1989 pueda disponer de un sólo peso en su provecho de los 6.5 millones que recibe diariamente el SNTE por concepto de cuotas sindicales.

Igualmente bellaco es quien descalifique a Romero por el sólo hecho que desde 1993 sea el “democrático” secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. O que ponga en duda su capacidad para hacer milagros con un sueldo mensual de 24 mil 633 pesos y comprarle a su vástago un humilde Ferrari Enzo, considerado como el auto más caro del mundo; o financiar a su hija un viaje por el planeta, y que se compre una miserable bolsa valuada en 12 mil dólares, ingiera raticida (una botella de vino cuyo precio es de 10 mil pesos) o descanse en el departamento familiar que tiene en Cancún, una pocilga cotizada en 1.4 millones de dólares y se distraiga en el yate del papi petrolero, tasado en 1.5 millones de dólares.

4) El simpático y democrático ménage à trois legislativo.

La contra laboral ha propiciado una cohabitación política poliamorosa. Extraños enemigos comparten el tálamo. En una mitad se ayuntan y conspiran las facciones radicales de la derecha priísta y panista. En la otra, éstas con la “izquierda” rosa. Enrique Peña y sus hordas quieren entregar la cabeza de los asalariados en bandeja de plata al empresariado y proteger a sus capos del sindicalismo. Sediento de sangre, el Partido Acción Nacional (PAN) desea el cráneo de todos. La “izquierda”, la de los capos, aunque la guillotina de la “flexibilidad” se lleve a los trabajadores ante su imposibilidad de evitarlo.

5) La contrarreforma tiene cara de la tiranía de los hombres de negocios.

Lo fundamental es que el Estado priísta-panista neoliberal capituló desde Miguel de la Madrid ante los grupos dominantes, cuyo poder se ha vuelto peligrosamente omnímodo para la nación; se sometió ante la oligarquía y les cedió el gobierno de los destinos de la nación. Los priístas y panistas renunciaron a gobernar con una visión de Estado: en virtud de los intereses de todos, aceptaron convertir los asuntos públicos en negocios privados.

La oligarquía no sólo controla la economía, su poder es inusitado. Los gobiernos priístas y panistas les deben el apoyo a sus campañas y su entronización. Trascendió su papel de interlocutor y de consejero del príncipe. Lo convirtieron en su paria y le imponen su agenda. Intervienen directamente en el Congreso con sus propios legisladores bajo las franquicias del PRI-PAN-PVEM. Disponen de instrumentos necesarios para doblegarlos: la especulación, la fuga de capitales, la conspiración.

Los poderes fácticos llegaron para quedarse.

Fuente
Contralínea (México)