No hay duda, pecado terrenal es deberle a las 50 mil vírgenes (¿alguien ha constatado la pureza de ese ramillete femenino?). Y otro axioma práctico es que no se puede estrangular al deudor porque no sólo no paga sino que se muere. En criollo: mal negocio. Por tanto hay que ayudar a quien debe para que honre todas sus obligaciones. ¡No al perro muerto!
Como en nuestros territorios -y en otros también- las empresas telefónicas, de luz, bancos y tiendas gigantes, suelen yugular los servicios cuando no hay pagos y el corte implica que no se puede llamar, tampoco ver o hacer funcionar los aparatos electrónicos y los bancos te bombardean con llamadas filudas, entonces el equilibrio consiste en estar al día con las facturas. Eso es elemental e innegable. Todas las excusas sobran.
Me consta que el buen humor con que se dan explicaciones sobre remesas demoradas, pagos por llegar que no arriban sino tarde, trabajos que aún no son aprobados por la burocracia y proyecciones que jamás se cumplen a tiempo, no importan ¡un ardite! a cualquiera de las instituciones nombradas. Si me pudieran comprar o lograra hacer de la risa un medio de pago ¡no tendría ni una sola deuda!
Soy orgullosamente lo que se llama independiente. Es decir, un desempleado que tiene trabajos por su cuenta. Carezco de patrones, regulo mis tiempos, río por la mañana, la tarde, las noches y en la madrugada. Y como miles de otros peruanos bailo al compás que nos tocan los clientes, a veces muy buenos pero que colocan órdenes una o dos veces al año. Una de las constantes de los de mi raza es que casi siempre andamos sin blanca en el bolsillo aunque siempre pagando las cuentas. A partir de junio-julio de este año la crisis pulverizó todas las previsiones de ingresos más o menos pauteadas para el semestre que está por finalizar. En castellano, mondo y lirondo, la quiebra anunciada.
Por razón misteriosa, decenas de personas, me envían fotos, denuncias, textos y me instan a investigar más allá de los barruntos que remiten, a profundizar en entresijos procelosos y hasta peligrosos. Suscribo no pocas veces sus indignaciones, pero no puedo ir más allá. Lo antedicho demanda tiempo, combustible, dedicación, compulsa y cotejo de fuentes, horas de horas para ver y leer o descubrir legajos o archivos. Ciertamente a muchas personas no se les ha ocurrido pensar que eso debiera considerarse como un trabajo remunerado. Mi modestia impide, casi siempre, que siquiera enuncie algo referido a dinero.
Declino siquiera pensar que puedo rodar por la pendiente de la quiebra, soy honesto al comprobar que sólo el buen humor es insuficiente para reconstruir economías con más huecos que la Av. Arequipa. ¿Qué debo hacer o proponer?
Me atrevería a decir que encareceré trabajos de índole periodística que tengan que ver con la investigación de sucesos múltiples y del acontecer local y nacional. No es otra cosa lo que he hecho humildemente desde 1998 en Internet, que cada día se constituye más como la prensa paralela. Si la ecuación funciona y persuado a quienes me comisionen en esas labores, entonces todos saldrán felices: el cliente que sufraga y el periodista que rescata de la invalidez celulares, servicios varios. No olvidemos subrayar que el asunto es -como dicen los militares- ¡para ayer!
Tengo otra fórmula y que tiene que ver con el sombrero alón gigantesco que traje ha poco de México: su capacidad para la recepción de monedas y billetes en calidad de aporte, donación, préstamo o estímulo, es óptima. Si a eso sumamos la eterna sonrisa y buen humor, la festividad será a lo grande y con ritmo de corrido.
Pocos meses atrás cuando hubo urgencia de pagar la abusiva tasa para interponer una apelación en uno de los cinco juicios penales por más de 1 millón de dólares en que he sido encausado, se produjeron sensacionales hechos que me enseñaron cuan grande y generosa puede ser el alma del hombre y mujer de la calle. Una señora, no sé cómo, averiguó mi dirección y llegó al asentamiento humano y entregó personalmente S/ 25. Esta dama no se aguantó y me dijo: "vive usted lejos, el taxi me costó S/ 20". Mi respuesta jocosa y plena en risa fue: ¿por causa de qué no vino caminando, así me donaba S/ 45? Fue emocionante.
He procurado, con entregas diarias desde hace largos años, avivar el debate, enaltecer el intercambio de ideas, insuflar aire a iniciativas o dinámicas. Alguna suerte he tenido y hay temas en que he subrayado giros: historia, asuntos limítrofes, municipalidades, salud, defensa, ciencia y tecnología, gobierno y Estado, política partidaria, ética y actuación pública. Jamás he pedido a nadie que piense como yo, sí he sugerido que enriquezca cuanto se dice. De repente esta óptica vale algo para la evaluación de qué clase de periodismo es el practicado.
Al frente de un barquito que sortea olas salvajes, estoy con el buen humor de siempre y el optimismo renovado de qué vamos a hacer mañana o sobre qué hay que escribir o informar. Acaso con la ayuda de algunas personas encontremos alamedas de trabajo, carreteras de creación, amor amoroso a las causas de justicia.
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