Ahora, la profesora que hizo ostentación de “intocable” por más de 2 décadas al amparo del poder presidencial, está encarcelada como presunta responsable de malversación de fondos sindicales para su beneficio y el de sus 40 ladrones, al robar las cuotas de los maestros a los que desde siempre se les han impuesto “líderes vitalicios”… Hasta que algún presidente en turno (Carlos Salinas ayer, Enrique Peña hoy) se deshacen de ellos.

La señora Gordillo es multimillonaria por el saqueo al SNTE y dueña de un partido político (para entronizar a su hija como senadora, a su nieto como diputado federal, etcétera); impuso directores generales en el ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) y la Lotería Nacional, instituciones que saquearon impunemente; además de chantajista de gobernadores corruptos. Quinazo o no, y entre venganzas políticas del peñismo por su desafío al poder presidencial y desobedecer reformas en busca de elevar la calidad magisterial, la Maestra, al bajar de su jet privado, fue detenida por tener en contra una acusación de lavado de dinero y delincuencia organizada y disponer de miles de millones de pesos (convertidos en dólares en un truculento movimiento de depósitos en bancos y empresas extranjeras) surgidos de las cuotas sindicales de sus agremiados.

Salinas echó del poder sindical a Carlos Jonguitud Barrios; y Elba Esther (que apoyó con votos la candidatura de Peña), que creyó que por su rostro de las mil y una cirugías y sus arreglos sería tolerada y aceptadas sus condiciones, está encarcelada. Sólo que esta vez le pusieron al frente de la embestida a su enemigo a muerte: Emilio Chuayffet, quien preparó el terreno para que la Maestra esté tras las rejas, con el beneplácito de los propios profesores y de los mexicanos que demandaban su caída.

Procesar penalmente a la corruptísima Gordillo Morales y a su cártel sólo es la punta del hilo. Deben seguir Calderón, Televisa, Tv Azteca… La reforma a las telecomunicaciones ha de abrir la competencia, transparentar la publicidad y constituir un defensor del televidente frente a la desinformación y programación perversa de Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego; deben perseguir el abuso de poder de Calderón y su grupo panista, al permitir y ocultar que militares y policías federales –con Genaro García Luna a la cabeza– que ya debieron ser remitidos al Ministerio Público, mataran y enterraran clandestinamente a cientos de mexicanos, pero están impunes.

Calderón hizo uso fraudulento del dinero público en fidecomisos de donde sustraía millones de pesos para el pago de su elite administrativa; y ordenó no cobrar impuestos a empresarios y banqueros. El expresidente, ahora escondido en territorio estadunidense y contratado por la universidad de Hard-bar, debe ser presentado a juicio político cuando menos. En lo que procede la demanda ante la Corte Penal Internacional de La Haya. Si Peña no quiere ser tachado de parcial por la opinión pública y de que su promesa contra la corrupción es para echarle el guante a los rateros del panismo, empezando por Calderón, entonces la acción penal contra Elba Esther Gordillo no debe quedar en un elbazo para deshacerse de quien retó al Congreso de la Unión y al propio Peña como presidente de la República.

Así que después de la que se creyó “vitalicia”, no hay más que poner al duopolio televisivo ante la competencia de los tribunales, con una legislación en telecomunicaciones democrática, que de un tajo legal ponga fin a los abusos de Azcárraga y Salinas Pliego, quienes con su telebancada de senadores y diputados federales se suponen intocables. Y arropados por la impunidad como poderes fácticos, han constituido su cártel, para –como los narcotraficantes– retar al Estado y al gobierno mientras someten a la sociedad a sus manipulaciones, a través de su duopolio en radio, televisión y otros negocios. Del elbazo, Peña deber ir al calderonazo y luego al televisazo, de tal manera que no quede duda de que el presidencialismo priísta no será repetición del salinismo ni del zedillismo, y mucho menos del foxismo o del calderonismo. La nación se ha puesto alerta, y para que sea motivada necesita saber que en su país hay justicia constitucional. Acabar con el favoritismo y la impunidad significa continuar contra Televisa, Calderón y García Luna, entre otros.

Si todo se queda en Elba Esther Gordillo, entonces Peña será tachado como el prepotente que solamente ejecutó una venganza y no una decisión política democrática y republicana para deshacerse penalmente de la corrupción que ahoga al país. Y que ha vuelto escéptica a la nación.

Tras Elba Esther Gordillo debe seguir Calderón, por ladrón y homicida. Y rematar con las televisoras.

Fuente
Contralínea (México)