El fondo del problema es que no están errados, pues en su inconsciencia, inmadurez y masoquismo, las clases mayoritarias aceptan un estado de cosas absolutamente contrario a sus legítimos intereses. De ahí que César Camacho Quiroz pueda decir, sin sonrojarse, que la dirigencia que encabeza trabaja para que los nuevos documentos del PRI “tengan hoy más cauces que diques; no un catálogo de pretextos, sino una larga lista de posibilidades para la realización de los mexicanos”. Así queda claro que los líderes de la nomenclatura priísta consideran que sólo la ínfima minoría que participa en la toma de decisiones gubernamentales es mexicana.

Dijo Enrique Peña Nieto que en su gobierno “no hay intereses intocables. El único interés que protegeré es el interés nacional”. Tal demagogia es insostenible mientras no lo demuestre con hechos irrefutables, como sería el caso si en vez de apoyar medidas que atentan abiertamente contra la economía de los asalariados, como el aumento al impuesto al valor agregado y su cobro en alimentos y medicinas, se pusiera fin a los privilegios fiscales que disfruta la oligarquía, cuyo monto es siete veces superior a lo que se podrá recaudar con el impopular gravamen generalizado.

No tiene nada que ver con sus anteriores palabras el decidido afán de entregar Petróleos Mexicanos a intereses privados trasnacionales, los cuales se apoderarían de nuestra principal riqueza para saquearla sin ninguna consideración, y terminarían así con las posibilidades de desarrollo en el futuro. ¿Acaso nos ha beneficiado a los mexicanos la política privatizadora iniciada hace 3 décadas? ¿No somos ahora una nación mucho más desigual e injusta, con problemas estructurales irresolubles si seguimos por el mismo cauce impuesto por la tecnocracia neoliberal? ¿Por qué esa estúpida necedad en seguir avanzando hacia el abismo del subdesarrollo?

La respuesta es clara: porque el grupo gobernante no tiene compromiso alguno con el país, su responsabilidad es servir eficazmente a intereses oligárquicos, preferentemente trasnacionales, cosa que no logró demostrar el Partido Acción Nacional en la oportunidad que recibió de los poderes fácticos. Ahora el PRI llega nuevamente a Los Pinos, no para reivindicar sus principios y corregir los errores de los tecnócratas, sino para apuntalar la estrategia neoliberal que sigue liderando Carlos Salinas de Gortari. Así quedó confirmado esto en su 21 Asamblea Nacional.

Nos espera a los mexicanos 1 sexenio de más calamidades y sufrimientos, por la terrible voracidad de una oligarquía que no se sacia de acumular riquezas y privilegios, para lo que cuenta con una clase política apátrida, dispuesta a lo que sea con tal de no disgustar al reducido sector que se quiere seguir beneficiando con el saqueo de las riquezas nacionales y con la explotación inmisericorde de los trabajadores. Seguirán por esa misma ruta mientras el tigre siga dejándose jalar los bigotes impunemente, sin despertar de su modorra alimentada por la televisión y los fanatismos.

Por eso la secretaria General del partido tricolor, Ivonne Ortega, puede afirmar que “así, con pragmatismo y sin dogmas, el PRI se transforma para poder transformar a México”. Más que sufrir una transformación, se configuró con más firmeza su perfil neoliberal y conservador, con el que será imposible que el país pueda sufrir la transformación que necesita urgentemente. A estas alturas el PRI original, el de la década de 1930, viene a ser una organización de ultraizquierda.

La transformación que necesita el país en la actualidad la tiene el PRI en su lema original: “democracia y justicia social”, lo cual se enterró para siempre. Tales principios permitirían enfrentar la voracidad de los poderes fácticos y el radicalismo neoliberal del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Pero eso es ya una entelequia.

Fuente
Contralínea (México)