En la política, al igual que en la vida, hay diferencias entre lo que se dice y lo que se hace. Cuando se habla del Mediterráneo, está bien visto hablar de puente entre las civilizaciones y lamentar la muerte de los emigrantes que tratan de atravesarlo en barquitos no adecuados para esa travesía. Pero también están las acciones, que van desde la reciente destrucción de Libia hasta la actual desestabilización contra Siria. Más que un puente, este «mare nostrum» se ha convertido en un trampolín de la hegemonía occidental mediante la guerra.
«Los numerosos, demasiado numerosos muertos sin nombre que guarda nuestro Mediterráneo.» En Moncitorio, fue Laura Boldrini [1] quien los recordó, al referirse al drama de los refugiados. El Mediterráneo, declaró Boldrini, «tendrá que convertirse cada vez más en un puente hacia otros lugares, otras culturas, otras religiones».
Hasta ahora, sin embargo, el Mediterráneo ha sido más bien, y lo es cada vez más, un trampolín para la guerra. Operando desde las bases italianas, la OTAN demolió el Estado libio, provocando la desintegración del país y el éxodo de millones de africanos que allí habían encontrado trabajo. Lo mismo está haciendo hoy en contra de Siria, país al que está tratando de destruir a través de la infiltración de grupos armados y con métodos terroristas, provocando así nuevas víctimas y oleadas de refugiados.
Así que no basta «un parlamento ampliamente renovado». Se necesita una nueva política exterior. Pero la de Italia, independientemente del color de los gobiernos, se mantiene siempre con el mismo rumbo. El gobierno de Monti, ya en sus últimos días, de hecho está concretando en materia de política exterior acciones importantes que pasarán después a manos del próximo gobierno. Durante una serie de encuentros en Washington, el 11 y el 12 de marzo de 2013, el ministerio italiano de Relaciones Exteriores garantizó la adhesión de Italia al «acuerdo de libre intercambio entre Estados Unidos y la Unión Europea», o sea a la «OTAN económica». En un seminario internacional realizado en Roma, el 14 de marzo, se estableció la contribución de Italia a «una Defensa europea fuerte» que el Consejo Europeo decidirá en diciembre para «favorecer la satisfacción de las exigencias de la alianza atlántica». Según las previsiones de un estudio publicado en Nueva York, en el periodo 2012-2017 Italia gastará –únicamente en compra de armamento– más de 31 000 millones de dólares. En estos mismos días, el ministro [italiano] de Relaciones Exteriores Terzi viajó a Israel para une serie de encuentros y para participar en la conferencia internacional de Herzliya sobre la «seguridad del Medio Oriente». En cuanto a Siria, Italia se compromete a «incrementar las medidas y el equipamiento que permiten a las fuerzas en el terreno proteger a la población de los inauditos ataques de la aviación siria» (no es por casualidad que Estados Unidos se prepara para oficializar, después de Francia y Gran Bretaña, la entrega de armas a los «rebeldes»). Italia acentúa también su implicación frente a «los riesgos, [que representa] para la seguridad global, de un Irán nuclear», en Herzliya se habló incluso del momento en que habrá que pasar «de la diplomacia a la espada».
Esas iniciativas, y otras más, del ministerio italiano de Relaciones Exteriores cuentan con el consenso, o al menos con el silencio-asentimiento, de toda la clase política. La ciudad de Milán participa unánimemente en la marcha internacional de «solidaridad con el pueblo sirio» ya que, según el alcalde Pisapia, «ya es hora de salir del silencio». O sea, de apoyar abiertamente la desestabilización de Siria que las potencias occidentales vienen desarrollando en busca de sus propios objetivos estratégicos y económicos.
Y cuando el gobierno de Monti, en abierta violación de los compromisos contraídos y haciendo peligrar las relaciones entre los dos países, se niega a enviar de regreso a la India a los infantes de marina italianos que mataron a los pescadores indios [2], la presidenta de la «comisión de paz» de la ciudad de Florencia, Susanna Agostini (Partito democratico) se regocija porque Italia adopta una «posición de protagonista».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio.
[1] Laura Boldrini, electa presidenta de la Cámara de Diputados por iniciativa del Pd (el Partito democratico de Bersani, de centroizquierda), fue portavoz del UNHCR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).
[2] Alusión al incidente ocurrido en junio de 2012, en el Océano Índico, cuando miembros de la infantería de marina italiana asesinaron a dos pescadores a los que «confundieron con piratas». Sobre ese incidente, ver el artículo de Mario Dinucci «Los piratas del Océano Índico», Red Voltaire, 10 de junio de 2012.
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