La crisis desvela lo más predador del sistema, pero el camino del delito empezó décadas antes. Tras estallar la crisis financiera, millones de víctimas fueron precipitadas a la pobreza. Reformas legales que son un saqueo y una apropiación indebida más un descarado trasvase de lo público a manos privadas muestran que se delinque de forma generalizada.

La crisis de alimentos de 2008 fue por el salvaje aumento de precios en alimentos básicos a causa de la especulación. Los precios del trigo y del maíz aumentaron un 25 por ciento. Hubo revueltas en 40 países y 130 millones de hambrientos más. Mientras multinacionales como Bunge, DuPont, Cargill, ADM o Syngenta controlan más del 70 por ciento de la oferta de cereales e imponen sus precios, Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA y Deutsche Bank especulan con el precio de los alimentos.

Jean Ziegler, quien es vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, denunció que “son las estructuras económicas criminales las que fabrican la masacre cotidiana del hambre”. Y el hambre, nos dice Ziegler, es hoy la principal causa de muerte en el mundo. Incluso más que las guerras, las enfermedades cardiovasculares o el cáncer.

¿Y la crisis? Para Rafael Poch, la crisis es un “atraco perfecto”. Primero quiebra el sistema financiero “víctima de su propio latrocinio”, nos explica, pero se salva con un rescate astronómico de dinero público (905 mil millones de dólares para los países del Grupo de los 20, según el Ministerio Federal de Finanzas de Alemania). Y entonces se pasa al segundo atraco. El problema ahora es la deuda, no el atraco causante de la crisis. La deuda es por el excesivo gasto social, dicen. Por tanto, [se combate con] menos seguros de desempleo, menos seguridad social, más privatización (desmontar lo público), menos derechos laborales, más abuso y más desigualdad. Puro pillaje.

La crisis en realidad no es el principio sino el resultado de las tropelías que desde la década de 1970 perpetran quienes iban controlando la economía. Para muestra, la actividad de Goldman Sachs, grupo de banca de inversión, condenada en 1929 por estafa financiera. Goldman Sachs maquilló y ocultó cifras reales de la economía griega para que ese país pudiera formar parte de la Eurozona. La crisis de hipotecas basura es otra prueba de la conducta criminal del sistema financiero. Todas las investigaciones y auditorías demuestran que un cúmulo de bancos y agencias de calificación engañaron a sabiendas, al garantizar la seguridad de los títulos que contenían hipotecas incobrables.

La crisis y las presuntas medidas para combatirla han supuesto una violación sistemática de los derechos fundamentales, un escandaloso aumento del paro, más hambre y millones de personas pobres en Europa. Y en las décadas de 1980 y 1990, los ajustes impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial acarrearon gravísimos costos sociales a las poblaciones de África, América Latina, Asia y Europa del Este.

Carmen Sarasúa y Lourdes Benería nos explican que, según la Corte Penal Internacional, crimen contra la humanidad es “cualquier conducta que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil”.

¿Acaso la crisis y sus efectos no recuerdan esa definición? ¿No hay responsables de tanto daño?

Hay responsables, porque los “mercados” tienen nombres y apellidos. Son instituciones concretas que han forzado el descontrol de los mercados financieros, han promovido el ahogo ciudadano y han creado esta situación. Un reciente informe de Stefano Battiston, James Glattfelder y Stefania Vitali ha demostrado que en realidad los “mercados” son 737 bancos, compañías aseguradoras y corporaciones industriales que controlan 43 mil empresas multinacionales: gente que decide, personas responsables de lo que ocurre, personas a las que se puede procesar.

Es preciso definir los nuevos crímenes económicos contra la humanidad, denunciarlos, investigarlos y perseguirlos. Y así como se crearon instituciones y procedimientos para perseguir crímenes de guerra, hay que hacer lo mismo con los crímenes económicos contra la humanidad; e incorporar ese concepto al discurso ciudadano en la lucha por la recuperación de la democracia y la superación de la crisis-estafa.

Fuente
Contralínea (México)