Las reservas de petróleo ya comprobadas de Siria, ascendentes a 2 500 millones de barriles, son más importantes que las de todos los países vecinos, exceptuando Irak. Ese estimado proviene de la U.S. Energy Information Administration, gran conocedora en la materia… sobre cuando se trata del petróleo de los demás. Ese estimado hace de Siria uno de los mayores productores y exportadores potenciales de petróleo de todo el Medio Oriente. Siria posee también grandes reservas de gas natural, hasta ahora utilizado para el consumo interno, esencialmente para alimentar con gas [Mucho menos contaminante. Nota de la Redacción.] las termoeléctricas del país.

Pero hay un problema, señala la agencia estadounidense: desde 1964, las licencias para la prospección y explotación de los yacimientos están reservadas a las empresas estatales sirias. Hasta 2010, la medida proporcionó al Estado un ingreso anual de 4 000 millones de dólares, proveniente de la exportación de petróleo, esencialmente hacia Europa.

La guerra vino a modificar esa situación. El «Ejército Sirio Libre» se apoderó de importantes campos petrolíferos en la región de Deir Ezzor. Otros, en el área de Rumeilan, se hallan bajo control de los kurdos del Partido de Unión Democrática, que también son hostiles a los «rebeldes», a los que se han enfrentado varias veces. La estrategia de Estados Unidos y la OTAN consiste en apostar por los «rebeldes», a los que han ayudado a apoderarse de los campos petrolíferos con un doble objetivo: privar al Estado sirio de los ingresos provenientes de las exportaciones –ya reducidas debido al embargo decretado por la Unión Europea– y preparar un futuro en el que los mayores yacimientos quedarían, gracias a los «rebeldes», bajo el control de las grandes compañías petroleras occidentales.

Para ello resulta fundamental el control de la red interna de oleoductos y gasoductos, red que los «rebeldes» han saboteado en varios lugares, sobre todo en los alrededores de Homs, donde se encuentra una de los dos refinerías del país, para interrumpir el abastecimiento.

Pero existe otra apuesta más importante aún, en el plano estratégico. Se trata del papel de Siria como punto de confluencia de los corredores energéticos alternativos, en relación con los que pasan por Turquía y a través de otros trayectos, ya controlados por las compañías estadounidenses y europeas. La «guerra de los oleoductos» ya comenzó hace mucho tiempo. En 2003, cuando invadió Irak, Estados Unidos destruyó de inmediato el oleoducto Kirkuk-Baniyas que llevaba hasta Siria el crudo iraquí.

Aún sigue funcionando el de Ain Zalah, en la región siria de Sueida. Y a pesar de la oposición de Washington, Damasco y Bagdad han puesto en marcha el proyecto de construcción de dos oleoductos y un gasoducto que conectarán los yacimientos iraquíes con el Mediterráneo, y por lo tanto con los mercados externos, a través de Siria.

Más peligroso todavía para los intereses occidentales es el acuerdo concluido en marzo de 2011 entre Damasco, Bagdad y Teherán. Ese acuerdo prevé la construcción de un gasoducto que transportará, a través de Irak, el gas natural iraní hasta Siria y, desde ese país, hasta los mercados exteriores. Ese proyecto y otros más, que ya cuentan con el financiamiento necesario, están detenidos por lo que la agencia estadounidense define como «como las condiciones de seguridad inestables en Siria».

Fuente
Il Manifesto (Italia)

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Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión en francés de Marie-Ange Patrizio