8-4-2013

En mi extenso periplo por Francia, Alemania y Suiza, retorno incluido, lo cual supera los 16,000 kilómetros en avión, en 10 días, mi ojo derecho sufrió una agresión malévola: ¡el pelo, al parecer de un gato, se incrustó en él!

El 29 de marzo último fue el comienzo agudo del accidente, tanto, que por un pelo, a causa de otro pelo, casi desisto del viaje, pese a tratarse de un suceso de suma importancia: ¡la boda de mi hija Maité, en Zurich, Suiza!, que espero sea la primera y la última. Estuve en la ceremonia en la Stadhaus de Zurich y en el ágape en el restaurante HILTL, con mi ojo a cuestas, infectado, sanguinolento y con glándulas lacrimales que drenaban con profusión y que me impedían observar y escrutar a mis circunstantes. El dolor era soportable.

Un médico general, a quien fui de emergencia, estuvo desacertado, vio conjuntivitis, pero no el pelo. Me recetó lo equivocado, Gotabiotic compuesto, que es para infecciones de gérmenes, pero que nunca extirparán un pelo metido de intruso. Sufrí lo indecible, soporté una reunión de comida copiosa y bebida austera sin poder mirar a mi interlocutor: Carlos Alberto Alvarado, casado con alemana y que vive en Soest; hacíamos el salud por Perú en Alemania, pero yo con los ojos cerrados.

Lo primero que hice en Lima, ya de regreso, fue visitar al prestigiado oftalmólogo Dr. Andrés Flores Villagómez, especialista en operar abogados que tienen averiados los ojos, en su consultorio de la Avenida Cuba 690, Jesús María, Tf. 332-2996 y Cel. 999-856-659. Llegué antes de la hora citada, porque mi desesperación era mayúscula, me atendió con premura y deferencia y con su moderno instrumental descubrió el pelo incrustado en mi ojo derecho. Ipso facto me anestesió, me previno que dolería y en medio minuto ya tenía el indefenso pelo afuera. Cuando me lo mostró no podía salir del asombro: ¡el modesto pelo de un gatito es capaz de doblegar un ojo, al hombre entero y arruinar un viaje! Tal es la desgracia humana, que, sin embargo, cuando ciertos sujetos toman el poder de carambola se tiranizan, delinquen a más no poder, son encarcelados y al final piden el perdón del indulto humanitario, pese a que carecieron de pizca de humanidad.

Cuando inquirí por el costo del brillante trabajo de oftalmología especializada, con honestidad de polendas, viví otra sorpresa mayor: ¡no me cobró nada!, y así fue. Me contó que ha intervenido a unos 200 abogados, entre ellos, a Carlos Enrique Melgar, cuyos libros guarda en su biblioteca, a César Vega Vega, quien fue a trabajar al día siguiente como si nada. Por mi parte, le llevaré también todos mis libros.

¡Sin el humilde e inofensivo pelo, quizá de un raquítico gatito, ya mi ojo está en funciones, relatando lo que usted lee!

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