A Carlos Marx nunca se le ocurrió que la historia se repetiría como una doble tragedia después de haber sido una farsa para comenzar. Examinemos el caso del que se trata. Ante todo, echemos una mirada al artículo de opinión del Wall Street Journal de septiembre de 2002, en los histéricos preparativos de la invasión de Irak.

Título: “El caso a favor del derrocamiento de Sadam”. Autor: Benjamin Netanyahu, Bibi, entonces aspirante al gobierno israelí.

Lo dice todo: “un dictador que expande rápidamente su arsenal de armas biológicas y químicas” y “que trata febrilmente de adquirir armas nucleares”; el paralelo entre Sadam Husein y Adolfo Hitler; el retrato de Israel (una potencia nuclear de facto) como víctima indefensa del “terror” palestino; la afirmación de que Sadam podría producir combustible nuclear “en centrífugas del tamaño de máquinas de lavar que pueden ocultarse por todo el país, e Irak es un país muy grande”; la agitación a favor de un ataque preventivo unilateral; y la conclusión inevitable de que “nada dará resultado salvo el desmantelamiento de su régimen”.

Avancemos rápidamente más de 10 años, hasta la actualidad en Israel. La escena: una conferencia de prensa del primer ministro israelí Bibi Netanyahu y del visitante, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Cualquiera que lo viera en vivo en Al-Jazeera, de Oriente Medio al Este de Asia, tiene que haber pensado que estaba viendo un Volver al futuro geopolítico y, francamente, Michael J Fox por lo menos tenía “encanto”.

Esta vez no hay encanto que valga; fue más bien un escalofriante Regreso de los muertos vivientes de “cuello blanco” y corbata. Bibi y Obama se esforzaron por subrayar que el lazo entre Estados Unidos e Israel es “eterno”. En realidad Bibi prefirió destacar que las armas nucleares (inexistentes) de Irán plantean una amenaza existencial para Israel. Repitió, una y otra vez, que Obama es inflexible: Israel tiene derecho a hacer lo que quiera para defenderse, su seguridad no es responsabilidad de nadie más, ni siquiera de Washington.

Obama, por su parte, subrayó otra vez que la política oficial de Washington hacia Irán no es de contención, sino de impedir que Irán adquiera un arma nuclear. Subrayó que la “ventana de oportunidad” se está achicando; y, por supuesto, que todas las opciones están sobre la mesa.

La idea de que el presidente de Estados Unidos ignore intencionalmente el veredicto sobre Irán de su propia sopa de letras de agencias de inteligencia podrá tomar por sorpresa a un mundo racional. Pero no se trata de la realidad; se parece más bien a un reality [show] de mala calidad.

Sueña, sueña, sueño húmedo de colono

Los que gobiernan Israel –pese a la avalancha de desmentidos de los medios corporativos infestados de neoconservadores de Estados Unidos– fueron absolutamente esenciales en toda la operación de enardecimiento para la guerra en Irak; Ariel Sharon (exprimer ministro de Israel) alardeó entonces de que la coordinación estratégica entre Israel y Estados Unidos había alcanzado “dimensiones sin precedentes”.

Cada “funcionario israelí” de entonces elucubraba sin aliento que Sadam estaba tan sólo a meses de conseguir un arma nuclear. La mayor parte de la “inteligencia” sobre las armas de destrucción masiva presentada al Congreso y fielmente pregonada por los medios corporativos fue filtrada, si no enteramente amañada, por los servicios de inteligencia israelíes, debidamente detallado, entre otros, por Shlomo Brom en su estudio An intelligence failure, publicado por el Centro Jaffee de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tel Aviv en noviembre de 2003.

Por supuesto no importó que los inspectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no encontraran pruebas de un programa de armamento nuclear. Por supuesto no importó que Hussein Kamel, yerno de Sadam y quien había desertado a Jordania en 1995, dijera con precisión a los inspectores de la ONU que no había ningún arma de destrucción masiva desde 1991.

Ahora es una doble tragedia, y de nuevo una doble farsa. Hasta los nepalíes, que construyen brillantes torres en Dubai, saben que la histeria de “bombardead Irán” es la táctica de Tel Aviv para distraer del tema de la implacable confiscación de tierras/limpieza étnica en cámara lenta en Palestina y consecuentemente la imposibilidad total, de facto, de una solución de dos Estados.

Aquí, Jonathan Cook detalla concisamente la configuración política francamente temible de Israel después de las últimas elecciones. La página electrónica israelí Ynet ha informado que los colonos israelíes no dejan de aclamar al nuevo gabinete. Traducción: el último clavo en el ataúd del ya muerto y enterrado “proceso de paz”.

De modo que ahora tenemos una moderna parábola geopolítica que intrigaría a Esopo. Bibi insulta en público al presidente estadunidense; apoya desvergonzadamente a Mitt Romney (¿quién se acuerda?) en las elecciones presidenciales de Estados Unidos; ataca el “proceso de paz” con una andanada de “hechos en el terreno” creados con misiles Hellfire (con considerable “daño colateral” palestino); insiste en su único mensaje: bombardead, bombardead, bombardead Irán. Y entonces el presidente estadunidense, en teoría el poderoso Doble 0 Bama con una licencia (lista) para matar, pero que realmente se comporta como un turista accidental, aterriza en Israel con su lista para matar entre las piernas, para refocilarse en la gloria de Bibi.

No es sorprendente que el rabioso tropel neoconservador –israelí ante todo– “bombardead Irán” esté encantado. Hace 10 años su mantra fue: “los hombres de verdad van a Teherán”. La pregunta ahora es si Barack Obama tendrá la fuerza necesaria para hacerlos ceder.