Enrico Letta y Barack Obama en la cumbre del G8 (Lough Erne, 17 de junio de 2013)

Durante su encuentro con el primer ministro [italiano] Enrico Letta en el G8, el presidente Barack Obama «pidió que Italia le echara una mano para resolver las tensiones en Libia». Y Letta, como un alumno modelo, sacó de su cartera la tarea ya hecha de antemano: Un plan para Libia. La ministra [italiana de Relaciones Exteriores] Emma Bonino, orgullosa por tan alto honor, jura: «Haremos el máximo. Libia es un país que conocemos bien históricamente.»

De eso no hay duda. Italia ocupó Libia en 1911, ahogando en sangre la sublevación popular, utilizando –en los años 1930– armas químicas contra las poblaciones que se resistían e internando más 10 000 personas en campos de concentración. Y 30 años después, cuando perdió su colonia, Italia respaldó al rey Idriss para conservar sus privilegios coloniales. Con el derrocamiento de Idriss, Italia llegó a un acuerdo con Kadhafi para tener acceso a las reservas energéticas de la República Libia. Pero en 2011, cuando la máquina de guerra de Estados Unidos y la OTAN se puso en marcha para demoler el Estado libio, Roma rompió, con un consenso bipartidista en el parlamento, el Tratado de Amistad que había firmado con Trípoli sólo 3 años antes y proporcionó bases y fuerzas militares para la guerra.

Una historia de la que podemos enorgullecernos. Y que sigue adelante con el plan italiano para la «transición democratica» de la Libia donde –como tuvo reconocer el mismísimo Consejo de Seguridad de la ONU– se producen «continuas detenciones arbitrarias, torturas y ejecuciones extrajudiciales».

Están en juego, según explica [la ministra] Bonino, «no sólo el interés de los libios sino nuestro interés nacional». De ahí, «el firme compromiso del gobierno italiano con la estabilidad del país norafricano».

Estabilidad muy necesaria para que la ENI [Ente Nazionale Idrocarburi] y otras compañías occidentales puedan explotar, en condiciones mucho más ventajosas que antes, las reservas petrolíferas libias (las más grandes de África) y también las de gas natural (cuarto lugar en importancia de toda África). Pero es precisamente alrededor de los campos petrolíferos que se desarrollan los enfrentamientos armados entre facciones y grupos, cuya rivalidad se ha exacerbado a raíz de la destrucción del Estado libio.

El jefe del estado mayor libio, Salem al-Gnaidy, invitó los grupos armados a ponerse bajo las órdenes del ejército, dispuesto a acoger en su seno «cualquier fuerza». Pero eso puede hacer estallar los enfrentamientos en el seno del ejército, que esencialmente está aún por construir. La OTAN convocó a Bruselas al primer ministro libio Ali Zeidan para sentar las modalidades del entrenamiento del ejército libio, [entrenamiento] que –según precisó el secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen– se desarrollará «fuera de Libia».

En Libia, quienes sacarán las castañas del fuego serán enviados militares y funcionarios italianos, acompañados de «operadores humanitarios» militarizados. Nadie sabe cuánto costará esa operación, que será una nueva sangría para los fondos públicos. Pero, qué importa que eso aumente el gasto público en Italia, que ya se eleva a 70 millones de euros al día. Lo esencial es «hacer el máximo» para que la coalición Estados Unidos/OTAN logre controlar Libia, cuya importancia no sólo reside en su riqueza energética sino también en su posición geoestratégica en el norte de África y en relación con el Medio Oriente.

Esto lo confirma el hecho –según una investigación del New York Times– que armas de los antiguos arsenales gubernamentales están siendo transportadas, en aviones qataríes, desde Libia hacia la base de Al-Udeid, en Qatar, donde están desplegadas las unidades aéreas del CentCom [el Mando Central de Estados Unidos]. Desde allí esas armas se envían a Turquía para ser entregadas a los «rebeldes» que operan en Siria. Una foto tomada en un depósito de los «rebeldes» muestra cajas de municiones de 106 milímetros para cañones sin retroceso M-40 y M-40 A1, con marcas que demuestran que provienen de Libia.

Así que, con su plan para Libia, Italia contribuye a la «transición democrática» en Siria.

La «cuarta orilla» es una expresión de la época de la Italia fascista que se utilizada para designar la colonia italiana de aquella época –Libia– que se agregaba a las tres riberas o costas del territorio italiano.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio