25. agosto, 2013 Jorge Retana Yarto** Ensayo

Primera parte / Segunda de tres partes

El curso de los acontecimientos en Polonia es sumamente aleccionador y fue puntal en dicha estrategia: en 1976 Lech Walesa perdió su trabajo en el astillero de Gdansk por recoger firmas para la petición de construir un monumento en memoria de los trabajadores asesinados durante movimientos anteriores reprimidos. Debido a su inclusión en una lista negra informal del gobierno, ya no pudo encontrar otro trabajo; pero en 1978, junto a Andrzej Gwiazda y Aleksander Hall, organizó el movimiento clandestino Sindicato Libre de Pomerania, antecedente directo de Solidarnosc (considerado uno de los mayores sindicatos en la historia); éste último no habría emergido como gran aglutinador de masas opositoras sin los recursos financieros y el apoyo informativo, logístico y político-diplomático que le proporcionó Occidente (gobiernos, partidos, líderes, organizaciones), pero sobre todo, sin el soporte de la coalición estratégica Wojtyla-Reagan:

“La conexión entre el Vaticano, Estados Unidos y la mafia vendría propiciada por la máxima obsesión desde que Wojtyla llegara al poder: acabar con el comunismo, el sistema en el que había vivido y que todavía reinaba en su patria. Según diversas investigaciones, todavía con Juan Pablo II en el poder del Vaticano, se desviarían fondos ilegalmente del IOR [Instituto de las Obras de Religión], vía Banco Ambrosiano, a la financiación del sindicato polaco Solidaridad. En eso, como en otras cosas, coincidió el Vaticano con Estados Unidos de la era Reagan (500 millones de dólares de ayuda para Lech Walesa). El general Vernon Walters […] de quien se dijo ‘fue quizá él quien ayudó al Espíritu Santo en la elección de Wojtyla, y puede que colaborase en la muerte del papa Luciani’, mantuvo estrecha relación con el papa tras mostrarle unas fotografías que demostraban la intención de la Unión Soviética de intervenir en Polonia, su ‘amada Polonia’. Richard Allen, que fue consejero de seguridad del presidente Reagan, afirmó que ‘la relación de Reagan con el Vaticano fue una de las más grandes alianzas secretas de todos los tiempos’.” (1)
Vernon Walters fue alto militar (teniente coronel) y director adjunto de la CIA (1972-1976), embajador de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas (1985-1989) y en la entonces República Federal de Alemania (1989-1991), en suma, un súper especialista en la Guerra Fría.

Red Stay Behind y Operación Gladio para Italia

Coincidentemente, el 9 de mayo de 1978, año de la muerte de Juan Pablo I y de la unción de Juan Pablo II, había sido asesinado el primer ministro de Italia, Aldo Moro, uno de los líderes de mayor influencia del Partido Democracia Cristiana, por un grupo de la organización Brigadas Rojas, luego de haberlo retenido secuestrado (lo capturaron el mismo día en que iba a ser formado un nuevo gobierno en el parlamento italiano en alianza con los comunistas) por algunas semanas (se afirmó en distintos medios y por diferentes analistas, que para el momento del asesinato de Moro, tal organización estaba muy penetrada e influenciada por la CIA y los servicios de seguridad del propio Estado italiano, y que el secuestro y asesinato tenía tales objetivos políticos precisos para Italia, Europa Occidental y la Organización del Tratado del Atlántico Norte), cuando todo indicaba que se había abierto la opción de concretar la propuesta del Partido Comunista Italiano (PCI) de formar ambos partidos el gobierno, conformando así una mayoría superior al 70 por ciento del electorado italiano, denominada Il Compromesso Storico (compromiso histórico), que revertía la estrategia hasta entonces seguida, de formar una alianza comunista-socialista para gobernar Italia (el papa Pío XII había excomulgado a los comunistas italianos después de la Segunda Guerra Mundial). Se trataba de una coalición política gobernante que encarara desde la voluntad mayoritaria los problemas de la Italia de aquellos días (crisis económica, emergencia de grupos fascistas), generando estabilidad política de mediano y largo plazo, lo cual, en su caso, y desde otra perspectiva, también vulneraría los Acuerdos de Yalta (el reparto entre Stalin y Truman de Europa en zonas de influencia conforme al resultado político-militar de la Segunda Guerra Mundial), que reservaba para el capitalismo occidental y la Alianza Atlántica (plasmada en la OTAN, Organización del Tratado del Atlántico Norte), el poder político exclusivo en dicho país y toda el área geográfica. (2)

Y esta eventual alianza para gobernar Italia entre comunistas y demócrata-cristianos, no es una especulación: en mayo de 1985 se dio a conocer una biografía del entonces dirigente del Partido Comunista Italiano, Enrico Berlinguer (muere en junio de 1984), en la que se consignan con todo detalle: “[…] los encuentros secretos del exsecretario general con Aldo Moro para preparar juntos aquella estrategia de Solidaridad Nacional que abortaron las Brigadas Rojas al eliminar al democratacristiano la misma mañana en que debía aprobarse en el Parlamento el primer gobierno apoyado por los comunistas y presidido por Giulio Andreotti” (3). Por ello Enrico Berlinguer, secretario general del PCI y artífice de dicho diseño político estratégico, cuando supo de la elección de Karol Wojtyla, con todo lo que le rodeaba e implicaba exclamó: “¡Era lo peor que nos podía pasar!” (http://www.belt.es/noticias/2005/abril/08/).

En consecuencia, la alianza anticomunista mencionada, decidió ir por el derrumbe del gobierno polaco mediante el apoyo total a Solidarnosc (llegó a tener 10 millones de afiliados, “lo que cambió la faz de la Tierra”, diría Lech Walesa, convirtiéndose en una “central de oposición combativa” al régimen), implicando el fin de la política de “coexistencia pacífica” y de la realpolitik, es decir, las fórmulas estratégicas de apertura y mantenimiento de relaciones constructivas y pacíficas frente al “campo socialista” liderado por la Unión Soviética.
Pero América Latina, espacio geográfico de confrontación y disputa de las superpotencias (Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero con hegemonía del primero) no escapaba a este diseño geopolítico confrontacionista: Estados Unidos reforzaba la Doctrina de la Seguridad Nacional encabezada por los gobiernos militaristas que se iban sucediendo en el poder (Brasil en 1964, Chile en 1973, etcétera) y la Unión Soviética apoyaba la insurrección de la izquierda en América Central y la lucha contra las dictaduras militares en América del Sur. Particularmente en Nicaragua, la Revolución Sandinista había incluido en el primer gobierno revolucionario, en la cartera de Cultura, al sacerdote Ernesto Cardenal, y en la de Relaciones Exteriores a otro sacerdote, Miguel D’Escoto, ambos partidarios y promotores de la Teología de la Liberación; y otro sacerdote más, Fernando Cardenal (hermano del antes mencionado) dirigía el programa de alfabetización del gobierno sandinista, prioritario para ellos. La presencia sacerdotal en el gobierno era abiertamente rechazada por Juan Pablo II. En contrapartida, el obispo de Managua, Miguel Obando Bravo, que inicialmente apoyó la lucha contra el dictador Anastasio Somoza, se convirtió en un crítico severo del rumbo de la Revolución Sandinista, es decir, se alineó con la postura papal. Todo un coctel de explosividad en curso más la presión militar al gobierno revolucionario mediante la ayuda de Estados Unidos a los contrarrevolucionarios nicaragüenses (la parte central de ellos eran los restos de la antigua guardia del dictador Anastasio Somoza) en la frontera con Honduras, aspecto privilegiado de la política de Ronald Reagan.

La visita del papa Juan Pablo II a Nicaragua generó una situación en extremo complicada (4), puesto que se trataba de un país con una revolución surgida de una insurrección armada de perfil izquierdista y triunfante, con la sociedad movilizada en apoyo a su gobierno, y con Juan Pablo II alineado en la oposición al mismo (su visita fue en marzo de 1983), por lo tanto, dicha visita tenía un doble objetivo: económico y político-ideológico-religioso (se canalizaba ayuda financiera a la Contra nicaragüense mediante las filiales bancarias fantasma del IOR), se atizaba la lucha contra la Teología de la Liberación y la condena a la integración de los sacerdotes en el gobierno sandinista, todas ellas, de forma militante. Estados Unidos, a través del gobierno de Ronald Reagan, también asumió dos grandes objetivos: derrotar a la Revolución Sandinista por su contenido de izquierda, evitando así el triunfo de la Revolución Salvadoreña, y contener “el expansionismo comunista en Centroamérica”, que “amenazaba” su Seguridad Nacional. Para efectos de la canalización del apoyo económico, estaban los conductos directos que la CIA utilizaba, incluyendo a la mafia, pero también las empresas fantasma en Bahamas y el Banco Ambrosiano Andino con sede en Lima, Perú (se hizo público, por distintos analistas, que se transferían importantes cantidades de dinero al Banco de la Nación del Perú, agente financiero del Estado peruano, que se contabilizaban indebidamente como préstamos y que el Banco de la Nación a su vez depositaba en operaciones back to back en el Banco Ambrosiano Andino, operaciones respaldadas en efectivo por el Banco Ambrosiano en Italia; así hasta julio de 1982, cuando sobreviene la quiebra financiera).

El eje estratégico Wojtyla-Reagan

Esta inmensa coalición estratégica y anticomunista ofertó un apoyo decisivo con información, logística, recursos de todo tipo, comunicaciones, etcétera, cuando, ante la ola de huelgas y movilizaciones masivas protagonizadas por Solidarnosc que habían desestabilizado Polonia y el bloque de países comunistas, así como ante la amenaza de intervención militar de las tropas del Pacto de Varsovia (que agrupaba a los ejércitos de los países socialistas), el general Wojciech Jaruzelski, comandante del Ejército polaco, asesta un Golpe de Estado y forma un gobierno militar decretando el estado de sitio o Ley Marcial. El decreto militar declaró ilegal a Solidarnosc, encarceló a sus principales dirigentes y prohibió las concentraciones de masas, los sindicatos y huelgas, a lo cual, sobrevivió la gran oposición independiente de Polonia en la clandestinidad, hasta que el estado de sitio fue levantado y liberados sus líderes 1 año después. Juan Pablo II volvió a Polonia en junio de 1983 como parte esencial de los líderes victoriosos (5). La dupla de liderazgos civil-religiosos interna (Lech Walesa y el cardenal Jozef Glemp) se conjuntaban con la dupla de liderazgos fuera de Polonia (Karol Wojtyla y Ronald Reagan), al interior de una operación de resistencia clandestina exitosa. Cuando todo parecía indicar que la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia podían invadir Polonia y destruir por la fuerza a Solidarnosc y los demás movimientos opositores, William P Clark, otro asesor de Seguridad Nacional del presidente Reagan (1982-1983), reveló a la revista News Max, en una entrevista titulada “La última batalla del papa en los últimos tiempos”, que “estando en su administración, Reagan estaba dispuesto a recomendar el uso de la fuerza si era necesario para detener una invasión”. Y agrega dos conceptos importantes: la alianza Wojtyla-Reagan “se formó en junio de 1982 entre dos hombres que entendían la naturaleza perversa del comunismo y sabían cómo combatirlo. Fue un pacto que una vez puso a Estados Unidos al borde de una guerra con la Unión Soviética”; y se inició “en una reunión privada en el Vaticano entre el presidente Reagan y el papa Juan Pablo II. Los dos hombres estuvieron solos durante 50 minutos y el tema de la discusión fue Polonia y la dominación soviética sobre Europa del Este.” Y luego: “El papa y el presidente compartieron la opinión de que cada uno había recibido una misión espiritual, un papel especial en un plan divino de esta vida […]. Los dos hombres compartían la creencia de que el comunismo ateo había vivido una mentira que, cuando se conoció del todo, en última instancia, debió ser desestimada.” Recordó también que ejerció represalias económicas importantes al retirar a Polonia el estatus comercial preferente de “nación más favorecida”, que para dicho país representó la anulación de ventas por 6 mil millones de dólares anuales a Estados Unidos. (6)

Sin embargo, parece improbable que Reagan fuera a la Tercera Guerra Mundial. Tal vez el movimiento discursivo fue para solidificar la percepción del papa respecto de su alianza y objetivos. Y ésta última, en todo caso, se oficializó en la fecha indicada, pero nuestro análisis indica con claridad y precisión que el proceso que la inicia, arranca antes de la elección misma de Juan Pablo II y evoluciona muy favorablemente con su coronación. Luego se materializa sólidamente con el despliegue de las profundas identidades que venimos señalando.

Entonces todo lo anterior nos remite a un contexto histórico indispensable de mencionar para una mejor comprensión de la importancia de la coalición estratégica formada entre Karol Wojtyla y Ronald Regan, además de las demás fuerzas que se aglutinaron en torno a ella. Tal vez, de lo más importante a destacarse, luego de las alianzas durante la Segunda Guerra Mundial y en la etapa posterior a ella, junto con los fuertes fermentos religiosos que poseyó, es que todo ello en conjunto le dan a dicha coalición política e ideológica, un perfil de “moderna cruzada contra los infieles”.

Para la canalización de la ayuda financiera hacia el frente anticomunista en Europa del Este, concretamente a la oposición obrera-confesional en Polonia, etcétera, en la cual debemos incluir el dinero que en cantidades muy importantes fluyó desde la mafia siciliana e ítalo-estadunidense y desde la Operación Gladio mediante Licio Gelli (de quien se conoce, además, que fue combatiente contra la República en España y miembro de la SS nazi, y que ayudó por dinero a huir a muchos oficiales nazis hacia Sudamérica, incluyendo el célebre Klaus Barbie, específicamente hacia Argentina, en donde ambos establecieron relaciones estrechas con militares argentinos a quienes reclutaron para la Logia Masónica P2, y quienes se volvieron después golpistas, como el almirante Emilio Eduardo Massera, integrante de la Junta Militar que encabezó el general Jorge Rafael Videla, que depuso militarmente a la presidenta María Estela Martínez de Perón en 1976, y condenado luego como culpable por crímenes de lesa humanidad) estarían la CIA y el Banco del Vaticano (el IOR, pero no olvidar al Banco Ambrosiano y su control sobre instituciones como la Banca Católica de Veneto, Crédito Varessino y Banca de Gottardo) mediante transferencias ocultas y blanqueo de dinero, que tuvieron como destinatarios, igualmente, a muy diversos políticos italianos del tipo de Giulio Andreotti (según los archivos que la policía italiana encontró durante el cateo en la casa de Licio Gelli, era miembro activo de la Logia Masónica P2, la cual contaba con unos 1 mil afiliados). Comparativamente, todo esto sucedía en tanto Albino Luciani había establecido el no entrometerse en las luchas políticas del entorno, localizándose allí una diferencia estratégica fundamental con su sucesor Juan Pablo II. Pero a éste le animaba, adicionalmente a todo lo antes reseñado, una gran fuerza espiritual y profética: un dogma religioso denominado “el secreto de la Virgen de Fátima”, un “secreto” dividido en tres partes producto de una aparición y revelación divina ocurrida el 13 de mayo de 1917, que en esencia configura un imperativo ético y religioso: la defensa de la Iglesia Católica contra los ataques y sufrimiento impuestos por los agentes del ateísmo. (7)

Al fondo de esta febril actividad en distintos frentes del anticomunismo europeo estaba la Operación Gladio, gigantesca maniobra de inteligencia, contrainteligencia y desestabilización, crímenes y actos terroristas, espionaje y asesinatos, y grupos paramilitares fuertemente armados que se preparaban para un eventual conflicto con la Unión Soviética, teniendo como teatro de operaciones militares a Europa Occidental. Todo ello le es inherente a esta red de más de 15 mil agentes organizados para desarrollar actividades en toda Europa con el objetivo de contener el avance del comunismo, dirigidos por los gobiernos estadunidenses en turno, la CIA y el M16 del gobierno británico, a través de sus múltiples directores y agentes. Licio Gelli fue participante directo y con alto mando de todo ello, recibiendo y distribuyendo cantidades ingentes de dinero para el efecto.

“Gladio era otro de los planes que incesantemente surgían de la fértil mente de James Jesus Angleton: durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Angleton, que trabajaba para la Oficina de Servicios Estratégicos, la antecesor de la CIA, comenzó a formar un círculo de intereses comunes con varios fascistas (exfascistas, habría que decir), que compartían sus recelos hacia el Partido Comunista Italiano, el más poderoso de Europa […] Fue entonces cuando comenzaron a pergeñarse las tácticas seudomafiosas que, con la complicidad de Democracia Cristiana y la Iglesia, dificultaron durante años el éxito electoral de los comunistas. Cuando Angleton se convirtió en el jefe de contrainteligencia de la CIA, el plan obtuvo carta de naturaleza y un nombre oficial, Gladio, así como suficientes fondos para convertir la política italiana en un verdadero caos durante décadas. Gladio forjó secretas alianzas entre la mafia y ciertos funcionarios del Vaticano; reclutó a fascistas y mafiusi para perpetrar atentados de los que luego era culpada la izquierda, repartió millones de liras entre partidos políticos y periodistas para adulterar las elecciones e incluso se sospecha que supervisó el secuestro y asesinato del primer ministro Aldo Moro […]. En mayo de 1965, el plan maestro de Gladio estaba perfectamente descrito en un documento titulado La estrategia de tensión, en el que se proponía escenificar una campaña terrorista de izquierdas que llevase a la población a un nivel de tensión superior al que pudiera soportar, de forma que la situación derivase en un levantamiento popular y el establecimiento de un gobierno de corte neofascista […]. El toque de genialidad de Gelli fue recurrir a la masonería para establecer el germen de este nuevo orden italiano […]. Gelli no sólo pretendía realizar el plan de Gladio y culminarlo con el establecimiento de un gobierno fascista en Italia, sino exportarlo a otros países del mundo”. (8)

Son muchos los eventos que diferentes analistas especializados en el tema Gladio le atribuyen como de su autoría, pero precisemos: Gladio era el nombre italiano de lo que se denominaba en realidad en toda Europa Occidental a la red Stay Behind (que significa “permanecer oculto” o “detrás”), que surge en 1946-1947, financiada por la CIA y el M16:

“Un caso singular fue la implicación de Licio Gelli, jefe de Propaganda Due (P2); Stefano Delle Chiaie, también involucrado en la Operación Cóndor; o Vincenzo Vinciguerra, en la “estrategia de la tensión”, en Italia. También […] las masacres de Peteano (1972), de la Piazza Fontana (1969), de la estación de trenes de Bolonia (1980), y el fallido Golpe Borghese (1970) fueron obra de Gladio. El asesinato del primer ministro Aldo Moro, llevado a cabo por las Brigadas Rojas en 1978, también se ha vinculado a la oposición de Gladio a su política del Compromiso Histórico. La investigación se tiñó de sospechas por la estrategia ocultista del Estado. De hecho, el juez Felice Casson manifestó que descubrió la existencia de Gladio leyendo las cartas que Aldo Moro mandó desde su lugar de detención. Un informe parlamentario de 2000 hecho por El Olivo (coalición electoral italiana de los partidos de centro e izquierda) concluía que la “estrategia de la tensión” tenía como objetivo impedir al PCI, y en menor medida al PSI, acceder al Poder Ejecutivo. En Grecia, las fuerzas de Gladio estuvieron involucradas en el Golpe de Estado de 1967. En Turquía, la Contraguerrilla (Counter Guerrilla), nombre de la rama turca de Gladio, se relacionó con la masacre de la plaza de Taksim, en 1977 en Estambul, y también con el golpe militar de 1980. En España, miembros de la rama italiana de la operación Gladio participaron en los crímenes de Montejurra durante la transición”. (9)

Estamos frente a una operación de magnitudes multinacionales, de una fuerza de retaguardia muy grande y con muchos recursos de todo tipo, todo indica que se trata de una organización paramilitar estelar en la alianza atlántica y al servicio de la estrategia de la OTAN, muy variada y extremadamente diversificada en sus medios e instrumentos, en el tipo de sus agentes, en los objetivos coyunturales en cada momento y país, pero con un sólo objetivo estratégico: mantener a Europa Occidental fuera de la influencia de gobiernos comunistas, conforme a los acuerdos de distribución de esferas de influencia de Posguerra por parte de las superpotencias vencedoras: Estados Unidos (en cuyo interior se produce el eje estratégico Wojtyla-Reagan) y la Unión Soviética.

Si Juan Pablo II lo ignoraba o lo sabía es otro tema (todo indica que sí lo conocía, al menos en lo fundamental, por la forma determinante y completa del sentido de su actuación, previamente, y a lo largo del proceso histórico estudiado y, probablemente por sus declaraciones de los últimos días, Juan Pablo I tenía algún conocimiento de toda esa trama que se desarrollaba); Reagan por supuesto que conocía el detalle de todo, pero los hechos estaban alineados en torno a ello. Gladio dio cobertura a la alianza Wojtyla-Reagan y fue una pieza central de la red Stay Behind, la cual se desarrolló en paralelo a la denominada “estrategia de tensión”, diseñada al interior de Gladio para Italia, ubicando como enemigo principal al PCI, segunda fuerza en Italia (se acercó al 40 por ciento del electorado). Karol Wojtyla es aprovechado para un recambio estratégico en doble sentido: pasar a una ofensiva abierta al interior del “campo socialista” empezando por Polonia, reforzar el frente anticomunista latinoamericano para contener la influencia de la revolución sandinista y la alianza Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas-Cuba a su interior, y reforzar la otra ofensiva, ideológico-religiosa-conservadora en Estados Unidos, Europa Occidental y Oriental y en América Latina, en esta última, frustrando la influencia de la Teología de la Liberación que aglutinaba fuerzas cristianas, progresistas y marxistas hacia la izquierda. Todo ello era sumamente atractivo para Juan Pablo II, que se adhirió convencido y contribuyó a la alianza estratégica, haciendo sus propios aportes de carácter táctico y estratégico (los apoyos de la Iglesia polaca, de la Curia Romana, de la Iglesia Católica en Estados Unidos y Centroamérica, la infraestructura de sucursales bancarias fantasmas creadas por el Banco Ambrosiano y el IOR, su oposición a la existencia de “dos iglesias”, su postura irreductible sobre el aborto y otros temas). Toda una ofensiva ideológica, política y cultural de carácter mundial; y en el centro de sus preocupaciones, la imperativa derrota definitiva del comunismo, de filosofía materialista dialéctica y atea.

(1) “Así llegó Wojtyla al papado”, 21 de abril, 2005, Foro Cristiano. Com, http://eldebate.com/)

(2) “El Compromiso Histórico como estrategia”, Magri, Lucio. Cuadernos del pensamiento crítico latinoamericano, número 48, año 5, enero-febrero de 2012. CLACSO.

(3) Arias, Juan: “Una biografía de Berlinguer revela que mantuvo encuentros secretos con Moro”, El País, 22 de mayo de 1985, http://elpais.com/diario/

(4) Royo, Mejía Alberto: “Recordando a Juan Pablo II: La difícil visita a la Nicaragua sandinista”, 16 de septiembre, 2009, http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/0909160945-recuerdos-del-pontificado-de

(5) Mora Travers, Eduardo, “Geopolítica de un pontificado”, periódico El Universal, 1 de mayo de 2011.

(6) http://www.freerepublic.com/focus/news/1377421/posts

(7) Fátima es una parroquia civil ubicada en la municipalidad de Ourém, en la región central de Portugal en donde –dice el dogma– la Virgen María se apareció a tres pastorcillos y les dio su mensaje para la Iglesia y la humanidad. La primera y segunda partes del “secreto” se hicieron públicas en diciembre de 1941 por la única sobreviviente de los tres pastorcillos conocida como Sor Lucía. La tercera parte del secreto fue revelada por instrucciones de Juan Pablo II, mediante el sacerdote y obispo de nombre Juan Sodano, entonces segundo personaje con poder en el Vaticano (luego del papa) durante una homilía en la propia parroquia de Fátima el 13 de mayo de 2000, su contenido tiene que ver esencialmente con dos aspectos: la lucha contra los ateos y la protección que la Virgen de Fátima le proveyó a Juan Pablo II el día del atentado de que fue víctima (13 de mayo de 1981) en la Plaza de San Pedro, salvando con ello su vida y su misión (ver: “Los Tres Secretos de la Virgen de Fátima”, 15 de Febrero de 2010, http://avefenix.fullblog.com.ar/?q=los+tres+secretos+de+la+virgen+de+f&b=Buscar&buscaren=blog; Crespo, Nelson: “El Tercer Secreto de la Virgen de Fátima” http://espaciolaical.org/contens/16/0610.pdf; y “Texto Original del Tercer Secreto de Fátima. Explicación del Cardenal Ratzinger”, http://www.aciprensa.com/Maria/Fatima/fatimasec.htm).

(8) Camacho, Santiago, Biografía no autorizada del Vaticano, páginas 158-163, MR-Ediciones, Madrid, España, 2005.

(9) Stefano Delle Chiaie empezó como miembro del Movimiento Social Italiano (MSI). Su oposición a la política de entendimiento con la Democracia Cristiana que impulsó el secretario general del MSI, Arturo Michelini, llevó a Delle Chiaie a promover la corriente integrista Ordine Nuovo. Ayudó a Junio Valerio Borghese en su fracasado golpe de 1970, y participo en la “estrategia de la tensión” que Gladio estaba llevando a cabo con la ayuda de la P2 de Licio Gelli y el SISMI, los servicios secretos italianos. Pero tuvo una carrera internacional. Después del golpe fallido, huyó a la España franquista (como Vincenzo Vinciguerra) con la protección de los servicios de inteligencia italianos, que le permitieron la huida. Allí continuaría organizando su grupo Avanguardia Nazionale, y conoció a León Degrelle. El símbolo de la organización fascista de Delle Chiaie es la “runa”, un rombo cuyos lados inferiores se entrecruzan; esta “runa”, a su vez, era el símbolo de la juventud nazi. Este emblema y el del Movimiento Nacionalista Cubano tienen similitud. Tras asistir en Madrid al funeral de Francisco Franco, en 1975, sostuvo reuniones secretas con Augusto Pinochet, con el fin de preparar un atentado contra Carlos Altamirano. De allí su posterior participación en la Operación Cóndor en Latinoamérica, que significó la acción concertada de las dictaduras militares de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay, para detener y asesinar a distintos opositores a esos regímenes. El atentado terrorista de la Plaza Fontana en Milán, Italia, fue un atentado contra el Banco Agrícola ubicado en la plaza, el 12 de diciembre de 1969, en donde murieron 17 personas y se culpó a un anarquista que, durante el interrogatorio, saltó por la ventana de la comisaría. Por su parte, la matanza en Bolonia, Italia, el 2 de agosto de 1980, fue un atentado terrorista con explosivos gigantesco y brutal, donde murieron 85 personas y 200 resultaron heridas en la estación de trenes de dicha ciudad, inicialmente atribuido a organizaciones de izquierda armadas, pero las investigaciones posteriores establecieron a la organización terrorista Ordine Nuovo y fue acusada de ello, y dos agentes del Servicio Secreto Militar de Italia (SISMI) y el venerable maestro de la Logia Masónica Propaganda Due (P2), Licio Gelli, fueron imputados. Por su parte, el Golpe Boghese alude a un fracasado Golpe de Estado previsto para el 7 u 8 de diciembre de 1970, encabezado por un excomandante fascista en la Segunda Guerra Mundial, llamado también el Príncipe Negro. Un complot que se frustró cuando un diario lo hizo público, el nombre del militar es Valerio Borghese. El libro más completo y sistemático sobre el tema es el de Daniele Ganser, Los ejércitos secretos de la OTAN. La operación Gladio y el terrorismo en Europa Occidental, editorial El Viejo Topo; ver también: “Arrepentido revela asociación de la CIA con Escuadrones de la Muerte”, 23 de octubre, 2008, http://www.lafogata.org/003latino/latino9/ur_asoc.htm).

*Licenciado en economía, especializado en economía internacional; maestro en finanzas y especialización en inteligencia para la seguridad nacional; miembro de la Red México-China de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México

TEXTOS RELACIONADOS:

La coalición estratégica Karol Wojtyla-Ronald Reagan