Buenas tardes a todos. Hace diez días, el mundo presenció horrorizado la masacre de hombres, mujeres y niños en Siria, en el peor atentado con armas químicas del siglo XXI. Ayer, los Estados Unidos presentaron un argumento convincente a efectos de que el Gobierno de Siria es responsable por este atentado contra su propio pueblo.

Nuestra inteligencia muestra al régimen de Assad y sus fuerzas preparándose para usar armas químicas, lanzando cohetes en los suburbios densamente poblados de Damasco y reconociendo que ocurrió un atentado con dichas armas. Todo esto corrobora lo que el mundo puede observar a simple vista: hospitales colmados de víctimas y terribles imágenes de los muertos. En resumen, se ha asesinado a mucho más de 1.000 personas. Varios centenares de ellas eran menores de edad, pequeños que murieron asfixiados por gas a manos de su propio gobierno.

Este atentado es una agresión a la dignidad humana. También representa un grave peligro para nuestra seguridad nacional. Crea el riesgo de que se burle la prohibición mundial sobre el uso de armas químicas. Pone en peligro a nuestros amigos y aliados a lo largo de las fronteras de Siria, entre ellos Israel, Jordania, Turquía, el Líbano e Iraq. Podría llevar a intensificar el uso de armas químicas o su proliferación entre los grupos terroristas que perjudicarían a nuestra población.

En un mundo peligroso, hay que confrontar esta amenaza.

Ahora bien, tras una cuidadosa deliberación he decidido que los Estados Unidos deben emprender una acción militar contra objetivos del régimen de Siria. Esta no sería una intervención por un tiempo indeterminado. No desplegaríamos tropas sobre el terreno. Más bien, nuestra acción tendría una duración y un alcance limitados. Pero confío en que podremos responsabilizar al régimen de Assad por su uso de armas químicas, disuadirlo de esta clase de comportamiento y disminuir su capacidad de ponerlo en práctica.

Nuestras fuerzas militares han colocado recursos en la región. El Jefe del Estado Mayor Conjunto me ha informado que estamos preparados para atacar en cualquier momento. Además, me ha indicado que nuestra capacidad para ejecutar esta misión no tiene un plazo crítico; podrá realizarse mañana, la semana próxima o dentro de un mes. Estoy preparado para dar esa orden.

Ahora bien: habiendo tomado esa decisión como Comandante en Jefe a partir de mi convicción con respecto a nuestros intereses nacionales en materia de seguridad, también soy consciente de que soy el Presidente de la democracia constitucional más antigua del mundo. Hace mucho creo que nuestro poder está arraigado no solamente en nuestra fuerza militar, sino en nuestro ejemplo como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Por eso, he tomado una segunda decisión: pediré autorización para el uso de la fuerza a los representantes del pueblo estadounidense en el Congreso.

Últimamente se han comunicado conmigo varios miembros del Congreso que desean ser escuchados. Los apoyo totalmente. Por eso, esta mañana, hablé con los cuatro dirigentes del Congreso, quienes han acordado programar un debate y luego una votación tan pronto reanude el Congreso su período de sesiones.

En estos días venideros, mi gobierno estará listo para proporcionar a todos los congresales la información necesaria para entender lo sucedido en Siria y la razón por la cual tiene tan profundas repercusiones para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Todos deberemos asumir responsabilidad al proceder de cara al futuro y eso solo puede logarse con una votación.

Confío en el planteamiento que ha presentado nuestro gobierno sin esperar la pronunciación de los inspectores de las Naciones Unidas. Estoy tranquilo siguiendo adelante sin la aprobación de un Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que, hasta ahora, está completamente paralizado y reticente a hacer que Assad asuma responsabilidad. Como consecuencia, muchos han desaconsejado que se someta esta decisión al Congreso e indudablemente se vieron afectados por los sucesos que presenciamos esta semana en el Reino Unido cuando el Parlamento de nuestro aliado más cercano se abstuvo de aprobar una resolución con una meta similar, aun cuando el Primer Ministro apoyaba la adopción de medidas.

Con todo, si bien creo tener autoridad para realizar esta acción militar sin autorización específica del Congreso, sé que el país será más fuerte si tomamos esta vía, y que nuestras medidas serán aún más eficaces. Debemos celebrar este debate porque los asuntos son demasiado complejos para actuar como si no pasara nada. Esta mañana John Boehner, Harry Reid, Nancy Pelosi y Mitch McConnell convinieron en que es esta la forma correcta de proceder en pro de nuestra democracia.

Pocas decisiones son tan graves para un país como el uso de la fuerza militar, aun cuando esa fuerza es limitada. Respeto la opinión de quienes piden cautela, sobre todo cuando nuestro país sale de una época de guerra cuya terminación fue parte del motivo de mi elección. Pero si verdaderamente deseamos abstenernos de adoptar medidas apropiadas ante esta indescriptible atrocidad, debemos reconocer los costos de la falta de acción.

Les pregunto a cada miembro del Congreso y a la comunidad mundial: ¿Qué estamos diciendo si un dictador puede exterminar con gas a centenares de niños a la vista de todos sin pagar ningún precio? ¿Cuál es la finalidad del sistema internacional que hemos construido si no se hace cumplir una prohibición sobre el uso de armas químicas acordada por los gobiernos del 98 por ciento de la población mundial y aprobada por mayoría abrumadora en el Congreso de los Estados Unidos?

No nos engañemos: esto tiene repercusiones más allá de la guerra química. Si no exigimos rendición de cuentas ante este abominable acto, ¿qué indica sobre nuestra decisión de hacer frente a otros que incumplen las reglas fundamentales de la comunidad internacional; a los gobiernos que pudieran optar por construir armas nucleares; a los terroristas que quisieran propagar armas biológicas; a los ejércitos que cometen genocidio?

No podemos criar a nuestros hijos en un mundo donde dejamos de aplicar lo que predicamos, los acuerdos que firmamos, los valores que nos definen.

De modo que al presentar este planteamiento al Congreso, también transmito este mensaje al mundo. Si bien las Naciones Unidas tienen algún tiempo para informar sobre los resultados de su investigación, insistiremos en que una atrocidad cometida con armas químicas no solamente se debe investigar sino que se debe confrontar.

No pretendo que todas las naciones estén de acuerdo con la decisión que hemos tomado. Por vía privada he recibido muchas expresiones de apoyo de nuestros amigos. Pero pediré a quienes les importa la autoridad de la comunidad internacional que respalden públicamente nuestro proceder.

Por último, permítanme dirigirme al pueblo estadounidense: sé muy bien que estamos cansados de guerras. Hemos acabado con una guerra en Iraq. Estamos por terminar otra en Afganistán. Y el pueblo estadounidense sabe muy bien que no podemos resolver el conflicto subyacente en Siria con fuerzas militares. En esa región del mundo hay antiguas diferencias sectarias, y las esperanzas de la Primavera Árabe han desencadenado impulsores de cambio que tardarán muchos años en resolverse. Por eso no prevemos desplegar tropas propias en una guerra ajena.

Más bien seguiremos apoyando al pueblo de Siria presionando al régimen de Assad, comprometiéndonos con la oposición, atendiendo a los desplazados y buscando una resolución política que lleve a un gobierno que respete la dignidad de su pueblo.

Pero somos los Estados Unidos de América y no podemos ni debemos hacer caso omiso de los sucesos ocurridos en Damasco. Sobre las cenizas de la guerra mundial establecimos un orden internacional e hicimos cumplir las reglas que le dieron significado. Lo hicimos porque creemos que los derechos que tienen las personas de vivir en paz y con dignidad dependen de las responsabilidades de las naciones. No somos perfectos, pero esta nación más que cualquier otra se ha mostrado dispuesta a cumplir con esas responsabilidades.

De modo que a todos los miembros del Congreso de ambos partidos les pido que voten por nuestra seguridad nacional. Espero el debate con interés. Dentro de ese marco, les pido a ustedes, señores miembros del Congreso, que tengan en cuenta que algunas cosas son más importantes que las diferencias partidistas o la política del momento.

A fin de cuentas lo importante no es quién es el titular de este cargo en un momento dado; lo importante es quiénes somos como país. Creo que los representantes del pueblo deben comprometerse con el quehacer de los Estados Unidos en el exterior, y ha llegado el momento de mostrarle al mundo que en los Estados Unidos cumplimos nuestros compromisos. Aplicamos lo que predicamos y dirigimos con la convicción de que el derecho da poder y no lo contrario.

Todos sabemos que no hay opciones fáciles, pero no me eligieron para evitar las decisiones difíciles, ni tampoco eligieron para ello a los miembros de la Cámara de Representantes y del Senado. Les he dicho lo que creo, que nuestra seguridad y nuestros valores exigen que no demos la espalda a la masacre de un sinnúmero de civiles, perpetrada con armas químicas. Y nuestra democracia se fortalece cuando el Presidente y los representantes del pueblo se mantienen unidos.

Estoy listo para actuar ante esta atrocidad. Hoy, le pido al Congreso que le comunique al mundo que estamos listos a proceder juntos como nación.

Muchas gracias.