Una bandera tricolor flotaba ya en Yibutí: la de Francia, país que, desde 1977, había «preposicionado» en su ex colonia una unidad de la Legión Extranjera y otras fuerzas seleccionadas (2 000 efectivos). País minúsculo, del tamaño de la región italiana de Toscana y con sólo 900 000 habitantes, Yibutí es sin embargo una posición de gran importancia estratégica: está situado en el estrecho de Bab El Mandeb (la «puerta de las lamentaciones»), de sólo 30 kilómetros de ancho, que comunica el Océano Índico con el Mar Rojo, que a su vez comunica con el Mediterráneo a través del Canal de Suez. Controlar militarmente ese punto de paso obligado, donde confluyen las principales rutas petroleras y comerciales entre Asia y Europa, equivale a controlar el Canal de Suez.

A la bandera francesa se agregó, en 2003, la bandera estrellada de la Fuerza de Tareas Conjunta para el Cuerno de África, que cuenta más de 3 000 militares. Pero ahora flota allí una tercera bandera tricolor: la de Italia. Como resultado del acuerdo firmado por el ministerio [italiano] de Defensa –bajo la dirección del almirante Di Paola– en julio de 2012, Italia fue autorizada a instalar una base militar en Yibutí.

El costo no está nada claro: la ley n° 221/2012, que instituye «ulteriores medidas para el crecimiento del país», autoriza para esa base un desembolso de fondos públicos (sustraído a los gastos sociales) ascendente a 3,7 millones de euros en 2012 y de 2,6 millones al año hasta 2020, provenientes del presupuesto del ministerio de Economía y Finanzas, a los que se agrega la «cesión gratuita» de armamento para las fuerzas de Djibouti. Esa previsión de gastos, que no incluye los costos operativos, no es más que la punta del iceberg: sólo en el alquiler del terreno de cada base, Estados Unidos y Francia pagan 30 millones de euros al año.

Italia despliega fuerzas militares en Yibutí, como ya hicieron Alemania, España y Japón, oficialmente para «contrarrestar la piratería». En realidad, las fuerzas italianas son enviadas a Yibutí en el marco de la «guerra secreta» que está dirigiendo –en África y en el Medio Oriente– el Mando Conjunto para Operaciones Especiales de Estados Unidos. El área de operaciones de la Fuerzas de Tareas estadounidense, con base en Camp Lemonnier –a lo largo del aeropuerto internacional– se extiende desde Somalia hasta Sudán y la República Centroafricana, y desde Kenya hasta Uganda y el Congo. Pero también incluye Yemen y otros países del Medio Oriente.

En Camp Lemmonier, que será ampliado para acoger otros 1 100 miembros de las fuerzas especiales, un staff de unos 300 especialistas planifica las operaciones. De esa base despegan diariamente aviones espías, drones asesinos y aviones de combate F-15E Strike Eagle, que se dirigen sobre todo hacia Somalia y Yemen, a sólo unas decenas de kilómetros del estrecho. Los comandos que realizan las incursiones parten durante la noche, en helicópteros o en aviones especiales. Operan de forma clandestina, al extremo que ni siquiera los militares estadounidenses desplegados en la base conocen la identidad de sus efectivos. Es también bajo las órdenes de ese mismo Mando que operan los “contratistas”, o sea asesinos contratados, como francotiradores y expertos en técnicas de asesinato. Los legionarios franceses tienen las mismas misiones.

Esa es la amena compañía que hallarán allí los militares italianos –entre los que habrá comandos de fuerzas especiales–, quienes también contarán con drones teledirigidos desde la base de Amendola, en la región italiana de Apulia. Allí los envía una República cuya Constitución «repudia la guerra» [1]. Y los envía gracias a un consenso bipartidista del parlamento que ha favorecido la mutación genética de las fuerzas armadas [italianas], cuya nueva misión consiste en garantizar los «intereses externos» en lo que el estado mayor de la Defensa define como «el Mediterráneo ampliado». En la nueva geografía colonial este Mediterráneo llega hasta el Cuerno de África, donde desembarcaron en 1869 los primeros colonialistas italianos

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión francesa de Marie-Ange Patrizio

[1Artículo 11 de la Constitución de la República Italiana: «Italia repudia la guerra como instrumento de ataque a la libertad de los demás pueblos y como medio de solución de las controversias internacionales; acepta, en condiciones de igualdad con los demás Estados, las limitaciones de soberanía necesarias para un ordenamiento que garantice la paz y la justicia entre las Naciones; promueve y respalda las organizaciones internacionales encaminadas a ese fin.»