La administración Obama ha hecho de la causa LGTB (Lesbian, Gay Trans & Bi) una de las prioridades de su política exterior. Su objetivo es explotar el tema para acreditar la leyenda de Estados Unidos como el país de la libertad.

Para ello, el Departamento de Estado ha nombrado varios embajadores abiertamente gays: John Berry en Australia, James Brewster en la República Dominicana, James Costos en España, Rufus Gifford en Dinamarca, David Huebner en Nueva Zelanda y Daniel Baer ante la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa).

Y al mismo tiempo la prensa atlantista se dedica a presentar a los adversarios de Estados Unidos como homófobos, fundamentalmente a Irán y Rusia.

La realidad es muy diferente.

Aunque en Estados Unidos la sexualidad es libre, el hecho es que los homosexuales siguen siendo perseguidos. Según el FBI, más de un 20% de los crímenes de odio son motivados por la homofobia [1].

En Irán, la homosexualidad se considera una cuestión de índole exclusivamente personal porque cae en el marco de la vida privada de cada cual. Pero Amnistía Internacional se obstina en presentar las condenas a muerte contra pedófilos violadores y asesinos de niños como casos de aplicación de la pena capital en contra de los gays.

En Rusia, la Duma adoptó una ley que prohíbe la propaganda homosexual dirigida a la juventud –ley equivalente al artículo 227-24 del Código Penal francés– como medio de perfeccionar la lucha contra la prostitución. Pero Amnistía Internacional afirma que se trata de una ley homófoba y llama a un boicot contra los Juegos Olímpicos de invierno que se celebrarán en Sochi en 2014.

[1«Les crimes de haine contre les homosexuels en hausse aux États-Unis» (En español, «En alza los crímenes de odio contra los homosexuales en Estados Unidos»), AFP, 11 de diciembre de 2012.