27. octubre, 2013 Jorge Luis Sierra * Estratégicamente

Con la salida de las tropas estadunidenses, el nuevo Ejército iraquí, con una fuerza de poco más de 270 mil soldados sin armamento pesado, ha enfrentado solo los embates de grupos terroristas que se niegan a desaparecer y que han resurgido con nuevos patrones de violencia. Los ataques siguen siendo suicidas y la naturaleza de los explosivos es de fabricación casera. Para controlar la situación, aunque sea de manera precaria, las fuerzas de seguridad iraquíes han montado cinturones de control alrededor de la ciudad para controlar el paso de armas y explosivos. A pesar de ellos, las bombas siguen explotando en las calles de Bagdad con la misma regularidad que la de hace 1 década.

La violencia se ha expandido a otras ciudades que habían estado relativamente a salvo de los ataques terroristas y las confrontaciones armadas. Una de ellas es Erbil, la capital de Kurdistán, en la zona Norte de Irak que congrega prioritariamente a la población kurda. La condición autónoma de esta región le había servido para mantenerse ajena a la guerra civil que prevalece en otras partes del país. Esa sensación de seguridad comenzó a cambiar con el primer ataque terrorista en 7 años contra las oficinas del Asayish, la agencia antiterrorista de Kurdistán.

Por la tarde del 29 de septiembre de 2013, un grupo de combatientes suicidas intentó penetrar el complejo de seguridad a bordo de una camioneta tipo van. Al percatarse de la operación, los guardias de seguridad del edificio dispararon contra el vehículo en un intento de contener el ataque inminente. El conductor de la van pereció con los disparos de la guardia del complejo policial, pero alcanzó a activar la bomba y provocó la muerte de varias personas, entre ellas guardias de seguridad y civiles que caminaban en los alrededores de las entradas del cuartel.

Una columna de humo se levantó tras la explosión y se veía a varios kilómetros de distancia. Antes de que las agencias de prensa publicaran la noticia, los ciudadanos iraquíes ya habían dado varias primicias de lo ocurrido a través Twitter y Facebook.

Según los ciudadanos, las fuerzas de seguridad intentaban controlar el lugar del incidente cuando ocurrió una segunda explosión. La estimación oficial fue de seis agentes del Asayish muertos, víctimas del ataque, y de al menos otros seis atacantes también muertos. Más de 40 personas resultaron heridas.

El Asayish y las fuerzas de seguridad de Kurdistán cerraron todo el perímetro alrededor del atentado. La ciudad quedó prácticamente partida en dos. Durante varias horas. Los pasajeros que llegaron ese día al aeropuerto internacional de Erbil quedaron varados por horas. Nadie podía entrar ni salir. Los hoteles de la ciudad sellaron sus puertas con una vigilancia rigurosa. Ningún automóvil podía estacionarse frente a los hoteles. La tranquilidad de Erbil se fue restableciendo poco a poco. Ya al anochecer, la gente salía de nuevo a hacer compras. Hacía ya 7 años que no ocurría un ataque similar en esta ciudad, favorecida por la existencia de petróleo, la presencia de empresas internacionales y un boom en la industria de la construcción.

Para los iraquíes, el ataque era atribuible a Al Qaeda. Ellos mencionaban que un sitio de internet del Estado Islámico de Irak y al-Sham, una organización vinculada con Al Qaeda, había reivindicado la autoría del atentado.

Otras versiones mencionaban la participación de militantes simpatizantes de los grupos vinculados con Al Qaeda en Siria. Yahia Kubaisi, un analista del Instituto de Estudios Estratégicos de Irak, dijo a la agencia Reuters que grupos islámicos sirios pudieron ser los responsables del ataque en venganza por el apoyo del gobierno autónomo de Kurdistán a los kurdos que los combaten en Siria.

Ese mismo día, en la zona de Sur de Bagdad, un ataque suicida contra una mezquita chiíta dejó 26 personas muertas y cerca de 50 heridas. A pesar del ataque, Erbil se había mantenido a salvo de la ola de violencia que afecta a casi la mitad del territorio iraquí. Seis de las nueve regiones que rodean a Erbil hacia el Sur han registrado más de 10 ataques terroristas cada una.

En los últimos meses, la situación en Irak se ha deteriorado con un promedio de 20 bombazos al día, situación que se equipara con el inicio de la insurgencia iraquí contra la ocupación de la coalición militar encabezada por Estados Unidos. El día más difícil que recuerdan los iraquíes es el 28 de agosto pasado, cuando cerca de 100 personas murieron en Bagdad, víctimas de bombazos aleatorios por toda la ciudad.

En apenas 5 días, a finales de agosto y principios de septiembre pasados, 300 personas perecieron en atentados. En el 46 por ciento de esos casos los ataques ocurrieron principalmente con explosivos activados a control remoto, el 17 por ciento fueron ataques suicidas y el 31 por ciento fueron ataques con armas de fuego.

En octubre de 2003 (cuando el autor de esta columna recorrió este país como periodista) todo Irak estaba afectado por una ola incontenible de ataques suicidas y de operaciones con explosivos improvisados detonados a control remoto. Era el inicio de las operaciones armadas de la insurgencia sunita, particularmente de los remanentes del ejército y las fuerzas de seguridad de Sadam Husein, que fueron disueltos tras la ocupación militar de las tropas de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos. En ese entonces, las calles de Bagdad estaban saturadas de convoyes y retenes militares estadunidenses, mientras un enjambre de helicópteros artillados sobrevolaba la ciudad. Al Sur de Irak, en la provincia de Nayaf, la saturación militar era menor, pero podía advertirse la presencia de las milicias chiítas que trataban de proteger sus territorios, en particular las tierras sagradas de Babilonia y el cementerio monumental de Kufa (Caldea), donde reposan los restos de cerca de 2 millones de chiítas.

Ahora Estados Unidos ha retirado la mayor parte de sus tropas y la situación en Irak depende ahora de las fuerzas policiales que la población percibe como ineficientes y represivas.

La atención internacional ya no está puesta en Irak, dijo un bloguero iraquí en una conversación sucinta sobre la violencia en su país. La violencia, dijo, ha pasado a ser ya parte de la vida cotidiana, casi no hay corresponsales extranjeros en el país y las condiciones ya no son llamativas para las agencias de información internacional.

El joven bloguero contó que la nueva ola de ataques ha obligado a los iraquíes a comprar teléfonos celulares para comunicarse entre sí cuando ocurre un incidente de violencia y subir la información a las redes sociales. Hace 10 años no había servicio de telefonía celular en Irak, la infraestructura había sido bombardeada por ataques aéreos de la coalición militar internacional y los iraquíes quedaban incomunicados cada vez que un ataque ocurría; entonces las tropas de Estados Unidos sellaban el lugar y recogían víctimas fatales, heridos y arrestaban a cualquier varón en edad militar que estuviera en el perímetro cercano.

Ahora los iraquíes han tomado los teléfonos celulares como una herramienta de denuncia de lo que sucede en su país. Algunos han aprovechado el acceso móvil a internet y las redes sociales y plataformas de blog para hablar de otros temas fundamentales para la sociedad como los problemas de desertificación, la destrucción ecológica y la discriminación a las mujeres. Al mismo tiempo, los problemas de ataques a la libertad de expresión se han incrementado. Algunos blogueros y periodistas están recibiendo amenazas por mensajes de texto luego de criticar a los jeques locales.

En las últimas semanas dos periodistas han sido asesinados en Irak, según reportes de la Asociación para la Defensa de los Derechos de los Periodistas Iraquíes. Aunque la violencia no ha cesado e Irak y sigue siendo uno de los países más peligrosos para los periodistas, la sociedad civil ha tenido un avance importante. Hace 10 años no había movimiento de derechos humanos porque cualquier intento de formar organizaciones que los defendiera era reprimido de inmediato. Ahora es diferente.

Aunque la visión de algunos jóvenes iraquíes es un poco pesimista, el futuro de Irak puede ser promisorio. Es una nación fuerte, con petróleo, con una población noble que necesita liberarse de las ocupaciones militares, los ataques terroristas, de la corrupción y la destrucción ecológica. La prosperidad de Erbil puede ser un ejemplo.

*Especialista en Fuerzas Armadas y seguridad nacional; egresado del Centro Hemisférico de Estudios de la Defensa, de la Universidad de la Defensa Nacional en Washington, DC, Estados Unidos

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Contralínea 358 / 28 de octubre – 2 noviembre 2013