Cualquiera pudiera pensar que hay una contradicción entre el hecho de haber participado ayer en la destrucción de Libia y el de querer participar ahora en la formación de las fuerzas de policía y el ejército de ese país. Pero esa contradicción es sólo aparente. Al garantizar la formación de esas fuerzas, los occidentales también van a garantizar para sí mismos la sumisión de sus elementos, como hacían en otros tiempos con las tropas coloniales. Tratándose de esta «obra civilizadora», Italia está siempre dispuesta a participar.
Después de haber garantizado la demolición del Estado libio con 10 000 incursiones aéreas y acciones de sus fuerzas especiales infiltradas, Estados Unidos, Italia, Francia y el Reino Unido proclaman hoy su «preocupación ante la inestabilidad en Libia». El ministerio italiano de Relaciones Exteriores informa que hay en Trípoli fuertes enfrentamientos entre las diferentes milicias –incluso con uso de armamento pesado–, que numerosos edificios han sido dañados y que la seguridad no está garantizada ni siquiera en los grandes hoteles de la capital libia.
No hay seguridad ni siquiera para los extranjeros ni para los miembros del gobierno ya que, después del secuestro el mes pasado del primer ministro Ali Zeidan –quien estaba residiendo en un hotel de lujo– ahora resulta que el jefe adjunto de los servicios secretos libios, Mustafa Noah, también fue secuestrado la semana pasada en el aeropuerto de Trípoli. Y mientras que en la capital los miembros de los grupos armados de Misurata disparan sobre los ciudadanos desarmados que protestan contra la violencia, en Bengazi continúa una ya larga sucesión de asesinatos políticos.
¿Qué hacer? Pues el presidente Obama le pidió al primer ministro italiano Letta que «eche una mano en Libia», un pedido que Letta aceptó de inmediato.
La fidelidad de Letta está fuera de toda duda. En 2011, Enrico Letta, por entonces secretario adjunto del Partito Democratico, fue uno de los más ardientes defensores de la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Libia. Los libros de historia seguramente recogerán su célebre frase de aquel momento: «Los belicistas son los que están en contra de la intervención internacional en Libia, no nosotros, que somos constructores de la paz».
Ahora que Libia se hunde en el caos provocado por los «constructores de la paz», ha llegado el momento de actuar. El almirante William H. McRaven, jefe del mando estadounidense a cargo de las operaciones especiales, acaba de anunciar el próximo inicio de una nueva misión que consistirá en entrenar y armar una fuerza libia de unos 5 000 o 7 000 soldados y «una unidad más pequeña, separada, para misiones especiales de contraterrorismo». Ya están en Libia los especialistas del Pentágono y de la OTAN que se encargarán de la selección de los hombres. Pero, debido a la situación interna, los hombres seleccionados se entrenarán fuera de Libia, casi seguramente en Italia –fundamentalmente en Cerdeña y Sicilia– y quizás también en Bulgaria, en virtud de un programa trazado por el AfriCom, o sea el mando del Pentágono para el continente africano.
El almirante McRaven reconoce que «es posible que algunos participantes no tengan limpios sus antecedentes penales». O sea, es muy probable que haya entre ellos delincuentes comunes o miembros de las bandas armadas que torturaron y perpetraron masacres, bellas personas que por cierto se pasearán libremente por Italia durante el ya mencionado entrenamiento. Y entre los que se entrenarán en Italia estarán también los guardias de los campamentos creados en Libia para encerrar a los migrantes [que tratan de llegar a Europa atravesando el Mediterráneo].
Los fondos ya destinados a Libia en el decreto analizado en el parlamento italiano no bastarán para correr con el entrenamiento y la estancia de esos hombres. Así que habrá que aprobar más fondos y más elevados, pero igualmente provenientes de los fondos públicos. Así contribuirá Italia a la formación de tropas que, al estar de hecho bajo las órdenes de los mandos militares de Estados Unidos y la OTAN, de libias tendrán solamente el nombre y cuyo papel será el mismo que tenían lo que en otros tiempos se denominaba como «tropas indígenas coloniales».
El objetivo de esa misión no es llevar estabilidad a Libia para que se convierta nuevamente en una nación independiente sino controlar una Libia ya balcanizada de hecho para garantizar a la vez el control de sus preciosos recursos energéticos y de su territorio, muy importante en el plano estratégico.
Nos permitiremos emitir aquí un consejo destinado al gobierno de Letta. Cuando regrese al Mediterráneo en abril de 2014, después de haber finalizado su periplo por África, la exposición flotante del portaviones Cavour [1] pudiera hacer también una escala en Libia para dar publicidad a varios productos Made in Italy, como el cañón de fuego rápido Vulcain de la firma Oto Melara –un «producto» que, ya en manos de los libios para ametrallar las embarcaciones de los migrantes clandestinos, pudiera resolver el problema de la emigración clandestina.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «Feria militar flotante del “Sistema-Italia”», por Manlio Dinucci y Tommaso di Francesco, Il Manifesto/Red Voltaire, 14 de noviembre de 2013.
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