6-12-2013

Colegio San Agustín de Catache: Premio 2013 de 1,000 nuevos soles al primer puesto.
Colegio de educación primaria de Catache: Premio 2013 de 1,000 nuevos soles al primer puesto.
Colegio Juan Ugaz de Santa Cruz: Premio 2013 de 1,000 nuevos soles al primer puesto.

Un 14-1-1945 nací en el entonces caserío de Catache, hoy distrito -aquí estudié los 5 años de primaria-, de la actual provincia de Santa Cruz, departamento o región Cajamarca -donde cursé mis estudios secundarios-, poderosas y sentidas razones para intentar recompensarlos cada vez que las faltriqueras andan en modesto superávit. Todos debemos honrar nuestras deudas.

¡No es común ni fácil que se haga de otra manera mejor; pues abomino de las costumbristas jugadas de gallos, corridas de toros bravos y fiestas de costosa música con licor copioso. También de la religión y los santos ando distante por agnóstico!

Lo hago, premiando económicamente a tres estudiantes que ocupen el primer puesto, en notas, tal como un mecenas lo hizo conmigo al culminar mi secundaria en Santa Cruz; sin cuyo dinero ni siquiera habría podido sufragar el transporte a Lima, entonces capital del ensueño de todo provinciano. Ya lo hice, en varias ocasiones, con la frecuencia que pude, premiando a los mejores alumnos de secundaria de Catache y Santa Cruz que, ahora, también cumplo con el de primaria. Cada uno de los premios es la suma de Un Mil de nuevos soles y se entregarán en el acto de clausura del año académico 2013.

El lugar de nuestro nacimiento nos marca de por vida, para bien o para mal. Su mundo circundante natural, que constituyen sus caminos, a veces, senderos vertiginosos, sus ríos de aguas cristalinas, sus chacras teñidas de verde, sus frutales preñados de nísperos, guabas y naranjas, y hasta sus grandes cerros que encajonan y apresan al pueblo mismo, como si se impregnara dentro de nuestro ser para moldearnos. Recuerdo con nitidez que desde los 5 años caminaba descalzo, pues no había para zapatos o zapatillas, por El Monte, Picuy, Munana, Cascadén y otros gratos lugares. ¡A propósito, en El Monte teníamos una modesta cabaña y en ella de niño trabajé y pernocté muy a menudo, produciendo el aguardiente de caña de azúcar, por lo que me siento montino!

A los 11, sentía poco miedo al tramontar las serpenteantes M, del río Cañad cuesta arriba, que me llevaban a pie de Catache a Santa Cruz para asistir al colegio secundario. No era fácil tener los 5 soles en el bolsillo para pagar el transporte en camión, pues mi padre Raúl Olivera Morales nos había dejado tempranamente al morir en un accidente de tránsito el año 1950, en Chocope, cerca a Trujillo. Mi acrisolada madre, Esther Díaz Gavidia, se ocupaba de los quehaceres de la casa, sin profesión ni sueldo alguno, e hizo bien en no llevarme jamás de la manito al colegio.

Tales caminatas solitarias, sin papá ni mamá, tampoco amigos circunstantes, y ningún centavo en el bolsillo, nunca mellaron mi visión de futuro y de despegue. Tampoco el hecho que en casa de Catache carecíamos de una modesta radio, de un televisor o de una refrigeradora, ni vimos ni leímos un periódico, ni siquiera uno al mes y, en verdad, comprar un libro era algo inalcanzable. Pensar en una bicicleta era demasiado, pues era suficiente mirar con agrado que mi condiscípulo Régulo Calderón Mendoza sí la tenía; en verdad, era el único que la poseía en el pueblo. En fin, habría mucho que reseñar, pero no es el caso.

Más bien, pensar que mañana sábado 7 de diciembre, a las 12 del día, nos veremos con mi primo Ermes Olivera Becerra, quien viene de Chiclayo a Lima, por lo suyo, pero aprovecharemos su estancia en la capital para coordinar el modo de cumplir con los premios.

¡Cuánto me agradaría ir yo mismo a producir la entrega, como lo hice en otras oportunidades, empero las diligencias judiciales que se programen, muy a mi pesar, creo que impedirán el periplo a Catache, donde la dicha al regresar es inefable!

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