Las autoridades chinas anunciaron la extensión de su zona de protección aérea, lo cual ha encontrado la oposición de Japón, país enzarzado en una disputa territorial sobre las islas Senkaku con la República Popular China. En lo adelante, las aeronaves que sobrevuelan ese territorio deben identificarse ante las autoridades aéreas chinas y comunicarles su plan de vuelo si pasan a 100 millas (unos 185 kilómetros) de las costas chinas.

La decisión china parece vinculada al despliegue de un sistema de defensa destinado a impedir las misiones de espionaje que realizan los drones [aviones no tripulados] estadounidenses. Según la publicación especializada china Aerospace Electronic Warfare, los drones Global Hawk y el avión no tripulado furtivo RQ-170 enfrentan problemas con:
  la interferencia electrónica de los equipos móviles de vigilancia, las señales de control emitidas desde o hacia aviones y satélites y el sistema de localización geográfica conocido como GPS;
  el camuflaje de las instalaciones;
  las cortinas de humo, que les impiden ver;
  las intercepciones, cuando vuelan a mediana altitud y pueden ser detectados por los radares;
  los cazas de la defensa antiaérea, que pueden descubrirlos y derribarlos o proporcionar instrucciones para que sean derribados;
  las plataformas de ataque y emboscadas.

El Pentágono teme además que China haya podido obtener de Irán los medios necesarios para interferir el control de sus drones en pleno vuelo y obligarlos a aterrizar. Ya en diciembre de 2011, la República Islámica logró apoderarse de un RQ-170, interfiriendo el control de ese aparato y haciéndolo aterrizar en perfecto estado, apropiándose así de la sofisticada tecnología que Estados Unidos utiliza en la fabricación y control de sus drones.

Después de haber dedicado cuantiosas sumas al desarrollo de su flota de drones, el Departamento de Defensa de Estados Unidos no parece disponer actualmente de un sistema de espionaje alternativo para vigilar los territorios de China e Irán.