Todo hace ver que el fallo de La Haya ya lo conoce Chile, que ya tienen conseguido y encaletado el documento. Por eso todas sus declaraciones, hasta bravuconas, equivalen a manotazos de ahogado, en un ancho mar ajeno, que debe devolverse a su legítimo dueño.

Jorge Tarud, conocido halcón filoso del Congreso chileno: a) lanzó el exabrupto de un plebiscito, o sea, que los chilenos voten para aprobar o desaprobar la sentencia; b) que el Congreso de ellos ratifique o no la validez de lo resuelto; y c) sugirió que Chile se aparte del Pacto de Bogotá, pues el territorio y mar de Chile no puede estar librado al dictado de un puñado de árbitros foráneos. Es el mismo personaje que días atrás hizo público el ofrecimiento de Alan García, el año 2006, de “congelar el tema de La Haya”, luego de convencer a Toledo que no presente la demanda, lo cual consiguió, y demorarse 2 años más en presentarla, el 2008, ante La Haya, forzado por las circunstancias.

Si los chilenos supieran que han ganado el juicio, que la sentencia les favorece, no se atreverían a pedir un innecesario plebiscito, ni un remedo de ratificación congresal, ni denunciar o dejar de lado a un tratado internacional, pues el rico mar peruano que usurpan, pescando, comiendo, industrializando y vendiendo nuestros peces, seguiría en su poder, como hasta hoy. Si fueran vencedores, legitimados por el fallo, quizá ellos se embanderarían de cabo a rabo.

El presidente Sebastián Piñera pretende negociar antes y luego del fallo. No acepta la ejecución inmediata de lo decidido en La Haya, sino a plazos, poco a poco, hasta, si es posible, las calendas griegas, esas que nunca llegan. También la apenas elegida presidente, Michelle Bachelet, con ánimo belicista, quiere una sentencia ajustada al derecho internacional, ¿al que tiene en mente o cree suyo?, pues el pueblo chileno, dice ella, por unanimidad, sabe cuáles son sus límites marítimos; ergo, La Haya está de más y no los puede fijar o modificar a los de facto.

He aquí lo que dijo Bachelet luego de reunirse con Piñera: “Nosotros esperamos que el fallo sea ajustado a derecho, porque Chile tiene una clara opinión y muy unánime de dónde están los límites”. Y lo que sostuvo Piñera: “la ejecución de la sentencia de la Corte será gradual y acordada con el Perú y resguardando los legítimos derechos e intereses de Chile”.

Un mar usurpado, por el transcurso del tiempo, no produce legitimidad, ni soberanía, tampoco otros derechos que Chile, afirma, va a defender. ¡Al contrario, deben devolver los 67’412,800 m2 de mar peruano que Chile usurpa, con su respectiva indemnización! ¡El usurpador no deviene en legítimo propietario del bien usurpado!

Digresión. Por el vigente Tratado de Lima de 3-6-1929, firmado entre Perú y Chile, la frontera terrestre entre ambos países parte del punto Concordia situado en la orilla del mar, del cual debe partir la linderación marítima. Este límite solo podría ser modificado por otro tratado y no por la viveza con dolo o torpeza con traición de una de las partes o de ambas. ¡No lo ha sido por un tratado, sino por oscuros y engañosos documentos menores que datan del año 1968! ¡Por actas no se modifica un Tratado; tampoco por arte de birlibirloque de malos peruanos!

¿Por qué entraron a juicio, entonces, si tales límites ya constaban en algún tratado, que, en realidad, no existe; si hubiera necesidad de un plebiscito; o que el Congreso chileno tenga que ratificar el buscado fallo, que es más bien definitivo e inapelable y que no requiere jamás la aquiescencia o consentimiento alguno de las partes en litigio?

¡Esta es la rancia clase política chilena! ¿Y la nuestra, que pide embanderamiento, como expresión ocasional de seudo patriotismo, sin tenerse aún a la vista el texto de la sentencia?

¡El 27 de enero próximo, 9 am, hora peruana, tendremos ante sí el texto del histórico fallo que expide la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, Holanda!

¡A partir de su lectura el límite marítimo fijado, en una sentencia que vale como un tratado, restituye legítima soberanía a cada una de las partes, en el área de mar que le corresponde: ¡nada hay que acordar fuera del fallo, ni es posible gradualidad alguna, pues el límite queda tal como lo determina y fija la sentencia, que es obligatoria e inapelable!

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