Sin embargo, el trato y las condiciones a las que se ven sometidas las personas que llevan a sus pacientes al servicio de urgencias no forma parte de ningún esfuerzo entre las instituciones públicas. Se trata de un tema olvidado e intrascendente para las autoridades de todos los niveles.

La ausencia o la negativa de abrir un espacio que albergue a las personas que aguardan el parte médico de algún familiar o incluso ellos mismos ser atendidos obedece a la excesiva demanda y a la falta de infraestructura, pero también a la indolencia de las autoridades, quienes atienden a sus pacientes en hospitales privados y no pasan las penurias de los familiares de enfermos pobres. Algunos de los sanatorios con más demanda en la capital han sido apenas remodelados o no se les han hecho cambios desde su construcción, que en su mayoría datan de la década de 1970.

En el Hospital General de Zona 1-A del IMSS Municipio Libre, ubicado a un costado del Parque de los Venados, en la colonia Portales, la situación de las personas que esperan a sus pacientes o a ser atendidos es peligrosa e incómoda.

“Llevamos más de 2 días acá; a duras penas nos dejan pasar al baño y el frío es horrible”, comenta Rosa María, una mujer de 55 años que tiene que esperar junto con su hijo y su nieta noticias de su nuera, quien cayó enferma de bronquitis unos días antes. “Con la niña es muy difícil. No puedo creer que ni porque tenemos a una niña con nosotros nos dejen pasar. Ella está muy chiquita para padecer tanto”, dice.

No es el único caso: “Yo vengo de Hidalgo y mi mujer enfermó mucho. La llevé al hospital de la Magdalena de Las Salinas [Hospital General de Zona, 24] y no nos atendieron. Me gasté los últimos 100 pesos en el taxi para llegar a este hospital. Sólo me dejan pasar a verla poco tiempo. Tengo que dormir aquí: no hay de otra. A los policías les molesta pero no tengo otro lugar a donde ir”, dice Jaime, de 40 años, quien lleva pernoctando en la rampa de emergencia 3 días.

De la misma manera Graciela, de 61 años de edad, espera a su esposo desde hace más de 5 días en las inmediaciones del mismo hospital. “Aquí el servicio es horrible. No puedo creer que teniendo un espacio para una sala de espera nos tengan a todos aquí. Nosotros no estamos acá por gusto, tenemos que estar aquí, y lo menos que podrían hacer sería abrir esa reja y dejarnos pasar”.

Estas personas tienen que esperar en la rampa de emergencia del hospital para ser atendidos o para tener noticias de su familiar, lo cual genera un problema para ambas partes, ya que en muchas de las ocasiones la ambulancia no puede subir rápidamente por la rampa, provocando la pérdida de tiempo valioso para el paciente que va dentro y, por otro lado, porque genera incomodidad y tensión a las personas que esperan.

En dicho nosocomio se encuentra un espacio señalado como “sala de espera”, junto a la sala de urgencias. El lugar, sin embargo, permanece cerrado durante las noches. Muchas de las personas que se encuentran ahí creen que es “terrible” que ese espacio no esté abierto para ellos.

“Creo que el problema es la falta de sensibilización y de infraestructura de las dependencias gubernamentales, que desperdician gran parte del presupuesto en asuntos personales en lugar de construir una sala decente de espera para tantas personas. También la limpieza es un problema grave y nosotros no vemos que se atienda”, dice Leonardo, de 23 años, médico interno.

En el Hospital General de México, ubicado en la colonia Doctores del Distrito Federal y perteneciente a la Secretaría de Salud federal, la situación tampoco deja de ser incómoda para los familiares y amigos.

En este inmueble, además de esperar por varias horas y a veces por días en la calle para tener información acerca de sus pacientes, los usuarios de los servicios de salud se ven sorprendidos por la delincuencia o de los franeleros, que les cobran diariamente una cuota por un lugar en la calle para el automóvil. También se convierten en “clientes” cautivos de quienes les rentan bancos de plástico, para que la espera les resulte menos pesada.

“Ya estamos cansados de estar aquí. No me dicen nada de mi hijo y en las noches no podemos ni ir a la tienda, porque dicen que por acá es muy peligroso… Voy a terminar acompañándolo a él [como enferma] en lugar de esperarlo si seguimos en este frío y pasando tanta hambre”, dice Magdalena, de 66 años, quien lleva 2 días afuera del hospital. Su hijo fue atropellado cerca de la estación Indios Verdes del Sistema de Transporte Colectivo Metro.

Éstas son historias de personas que, con tal de estar cerca de sus familiares, son capaces de soportar frío, inseguridad, hambre e inclusive presión por parte de comerciantes para poder tener un lugar para sentarse, o inclusive pasar recados.

“La verdad, creemos que ya hay demasiada gente que viene aquí. En parte entendemos, porque no podemos ser tantos… Pero esperar aquí afuera a que te den noticias, buenas o malas, es una tortura. No creo que una sala de espera salga más cara que dos coches de un funcionario. Creo que lo que pasa es que como nunca lo han vivido y nunca lo harán, no les importamos”, reflexiona Mario, de 57 años, cuyo hijo fue internado por influenza, y lleva esperando 2 días…

Contralínea solicitó entrevista con Sergio Lozada Andrade, director del Hospital General de Zona 1-A del IMSS Municipio Libre, para conocer las razones por las que se cerró la sala de espera de ese nosocomio. También, con César Athié Gutiérrez, director del Hospital General de México, para conocer si la dependencia planea construir un área de espera para los familiares de los pacientes que vienen del interior de la República. Hasta el cierre de edición, no se obtuvo respuesta.

Fuente
Contralínea (México)