El consorcio que integran Odebrecht (75%-brasilera) y Enagás (25% española), ganó en carrera de un solo caballo -postor único- la buena pro para la obra Gasoducto del Sur que llevó a cabo ayer Proinversión. El tema, de suyo de envergadura colosal, no figura -ni por asomo- en la agenda de las pandillas políticas muy ocupadas en las elecciones municipales del próximo octubre.

La teoría reconoce que en tiempos modernos la energía no sólo produce bienestar a sus recipendiarios, también es una herramienta geopolítica y de seguridad. A los palurdos de las taifas políticas sólo preocupa cómo arribar y enseñorearse en algún puestito que garantice todos los fines de mes durante algunos pocos años y, ciertamente, la compilación de negocios -negociados- colaterales que no dejan huella, en efectivo y que permiten comprar casas, autos, sufragar viajes y alimentar vanidades.

Pero hay algo más indignante: en los recibos de luz, cada peruano sufragará en breve la construcción parcial del Gasoducto del Sur. Idéntica circunstancia ocurrió con el gasoducto de Camisea. ¿A qué peruano le han pedido permiso para saquearle, otra vez, el bolsillo? El razonamiento bobo que apunta a señalar que es mínimo el aporte se derrumba ante la compilación de millones de cuotas que son literalmente exaccionadas al usuario como una especie de impuesto obligatorio. La pregunta es directa: ¿qué pone de su capital de riesgo, entonces, el consorcio Odebrecht-Enagás?

A las pandillas políticas también conocidas como clubes electorales, cuanto ocurra con la infraestructura, sus obras, diseño y horizonte a cargo de los episódicos gobiernos ¡no les importa nada! El de aquí o el de acullá, el de más allá o el que está tras los Andes, en el norte o en el sur, en los llanos o en las altiplanicies, sea cual fuere la bandera que dice representar, sólo aspira a un puestito. Un país con cazadores de presupuestos sólo funciona bajo la orientación de fenicios de muy baja estofa.

Como no tenemos ni acercamiento o proximidad, directa o indirecta con los asesores, abogados, gerentes o con cualquier Perico de los Palotes de los consorcios que aspiraban a participar (sólo uno fue postor) en el acápite Gasoducto del Sur, podemos invocar la autoridad del hombre común y corriente que se cuestiona ¿por causa de qué tengo que dar dinero si hay millonaria inversión privada como que también archimillonarios serán los réditos de la misma?

¿Qué piensa la Defensoría del Pueblo?

Un patriota me sugiere el combate del extendido uso del lenguaje onanista y estupidamente alambicado a que somos tan cercanos los peruanos. Le doy la razón no obstante que es imposible dejar de anotar que esa característica está en el ADN social patrio. Los vendedores de sebo de culebra, habilosos para engolar la voz y el remate de sus palabras al finalizar sus locuciones, hacen dinero, ocupan presidencias nacionales y locales y ¡para colmo de males! se han creído el cuento que los cargos públicos son parte de su margesí privado. Uno de esos maneja un auto BMW no a su nombre sino de una universidad que le paga mensualmente y que también le garantiza ante bancos para la obtención de préstamos personales y así puede comprarse casitas de US$ 1 millón de dólares. ¡Un delincuente summa cum laude!

Rara la controversia vital para el país: políticos pandilleros hambrientos de puestos en gobiernos y municipalidades, pero ayunos de concepción geopolítica y capacidad de horizonte constructor de una Comunidad Latinoamericana de Naciones en lo macro y acaso de una integración de pueblos, fortalezas, vivencias e historias en el mosaico fragilísimo que es la Nación.

No es un tema técnico o de economistas de renombre, se trata de casi la mitad del Perú y la energía gasífera a transportarse por dicho conducto a esas zonas tradicionalmente preteridas. Pero si fuera una materia concerniente al costo-rentabilidad bien vale la pena preguntarse si hay mercado que encuadre las ofertas de suministro enunciadas. Me temo que aquí puede levantarse una tremenda controversia.

Una de las premisas fundamentales que debiera enseñarse en las escuelas políticas, tiene que referirse a la no reelección. Quien ocupa un cargo de origen popular debe mostrar una hoja con su renuncia en blanco al entrar y su declaración jurada de ingresos y egresos al salir. Si hay desbalance ¡a la cárcel todo Cristo! Saquear el dinero fiscal es un crimen y acabo de leer que en una nación oriental un ex contralor fue sentenciado a cadena perpetua por ladrón. ¡Aunque nos quedemos sin burócratas, no es malo el castigo!

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