El gobierno de Alemania ha decidido poner fin al acuerdo tácito, en vigor desde 1945, en virtud del cual ese país se abstenía de vigilar las actividades de espionaje de los servicios británicos, franceses y estadounidenses en suelo alemán.

La decisión del gobierno alemán se produce a raíz de dos importantes escándalos en materia de espionaje:
 la revelación de que la NSA estadounidense estaba escuchando las conversaciones del teléfono celular de la canciller Angela Merkel
 y el descubrimiento –esta misma semana– de un agente de los servicios secretos alemanes que entregó a la CIA más de 300 documentos confidenciales, principalmente documentos internos de la comisión parlamentaria alemana sobre… las escuchas de la NSA.

La degradación de las relaciones entre Washington y Berlín en materia de espionaje constituye un grave problema para Estados Unidos, cuyos servicios de inteligencia utilizaban el territorio alemán en la realización de numerosas operaciones. El director de la CIA, John Brennan, debe informar próximamente a los parlamentarios estadounidenses habilitados para ello sobre las consecuencias de la decisión del gobierno alemán.

Pero esa decisión no hará de Alemania un país independiente de Washington ya que, al terminar la ocupación militar aliada, el gobierno de la RFA aceptó la firma de un tratado que autoriza a Washington a utilizar a su antojo sus bases militares en Alemania y sin ninguna obligación de informar previamente al gobierno alemán.