Tenemos ejemplos lejanos geográficamente pero muy cercanos en la empatía: los chamacos palestinos. Batalladores como pocos en la defensa de su territorio y tradiciones, están siendo masacrados por la artillería y la aviación israelí. Cada día son más quienes caen abatidos por una feroz respuesta que está fuera de control, no obstante lo que digan los organismos internacionales y hagan diferentes instituciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o el papa Francisco. Nadie para esa matazón, no obstante que haya existido una provocación de grupos ultras por parte de organizaciones árabes. La barbarie, sin duda, no es la respuesta a ciertos excesos.

Por otro lado, ya se conoce bien la tragedia de los chavos que van de Honduras, El Salvador, Guatemala y México a Estados Unidos. Se tiene incluso una cifra: a fin de año serán 90 mil los chiquillos que buscarán cruzar la frontera Norte de México. De ellos, más de 25 mil serán, no importa lo que se haga, mexicanos.

Para analistas, lo que causa esta emigración son causas más o menos conocidas. El desempleo existente en la región, la violencia que ha crecido imparablemente, la posibilidad de conseguir un trabajo mejor pagado y la creencia de que en efecto en gringolandia hay posibilidades de ascenso social a pesar de la crisis que todavía subsiste.

El asunto a resolver no es sencillo. Un especialista en la materia, Carlos Heredia (El Universal, 18 de julio de 2014), hizo una propuesta audaz para enfrentar el asunto: un Plan Marshall para Centroamérica y México. Es decir, invertir por parte de la potencia mundial miles de millones de dólares para evitar un mayor flujo migratorio. Algo de verdad racional para que se impida la oleada de chamacos.

Será algo difícil si uno se da cuenta de la actitud del gobierno que encabeza Barack Obama, uno de los presidentes que más inmigrantes ha expulsado. Y el cual tiene en verdaderas cárceles inhumanas a muchos de los que ya están en yanquilandia y esperan ser deportados (lo que ha traído el reclamo y la solidaridad de organizaciones a favor de los derechos humanos y de algunas iglesias que tienen una buena relación con los desposeídos).

Los nacionalistas xenófobos estadunidenses están pidiendo que casi se linche a los que llegan de otras partes (olvidando que su país es de inmigrantes, siempre). Este racismo, por cierto, no lo comparten Warren Buffet, Bill Gates y William Clinton, entre otros importantes personajes. Y es que se dan cuenta: si no llega la mano de obra barata de otras naciones, la economía yanqui tendrá más problemas de los actuales.

La lucha entre los conservadores y quienes entienden la vida, la van ganando los primeros, ya que el nacionalismo, ese que en nuestro país se expresa muy claramente en el futbol o en la famosa sentencia de “como México no hay dos”, es también una divisa del imperio que hoy domina, todavía, el mundo. Por lo tanto, las cerrazones hacen que el problema sea mayúsculo.

Todo ello está muy bien representado en la ya famosa película La jaula de Oro, de Diego Quemada-Diez. En la cual un cuarteto de chamacos se lanza a tratar de conseguir lo que antes se llamaba “el sueño americano”.

Espantados porque el conflicto ya se expandió, los abusados y dominantes gringos han embarcado al gobierno de Enrique Peña Nieto con el fin de que nosotros detengamos, hasta donde sea posible, el flujo de centroamericanos al Norte. Por eso presurosos, Juan Antonio Meade, secretario de Relaciones Exteriores, y Miguel Ángel Osorio Chong, encargado de la Secretaría de Gobernación, tratan de dar visas para algunos estados fronterizos y hasta evitarán que quienes antes viajaban en el tren de la muerte, llamado La Bestia, sea ahora abordado.

Dichas medidas serán únicamente un leve paliativo, ya que esto no impedirá que por otros medios y de formas diferentes siga esta necesaria y peligrosa emigración. Y es que el hambre que aumenta en todas partes hace inviable que la gente piense que debe portarse correcta y amablemente. Y muchos yanquis que necesitan mayores ganancias para competir mundialmente seguirán contratando mano de obra barata, no importando que la ley lo prohíba.

Resulta interesante que en ocasiones con la famosa Iniciativa Mérida y ahora con estos actos de contención puestos en acción por la administración federal actual, los gobiernos mexicanos de diverso signo resulten quienes le hacen el trabajo sucio a los que deberían ser solidarios con otras naciones y poner dinero donde hace falta. Pero ya sabemos que la igualdad, la reciprocidad y la justicia no son algo común en nuestros lazos con Estados Unidos.

En otro asunto, después de varios días en agonía falleció José Luis Tlehuatle, el niño de 13 años que fue alcanzado por las balas de goma disparadas por la policía de Puebla. Al mando de esta corporación se encuentra el conocido represor Facundo Rosas. Un individuo que con Genaro García Luna, en el sexenio anterior, tuvo un historial de cuidado.

Ahora se pretende decir que el fallecimiento se debió a que le estalló un cohetón de quienes se manifestaban en la vía de Atlixco. Pero desde el principio, las heridas del chavo no mostraban huellas de pólvora o quemaduras. Por lo tanto, se intenta, como es normal en la administración de Rafael Moreno Valle, culpar a los ciudadanos de los atropellos de los jenízaros.

Que el asunto se le salió de control a una administración derrochadora, incapaz y represora lo muestra que ya envió un decreto el propio Moreno Valle para derogar la llamada ley bala, que él mismo propuso con el fin de reprimir protestas.

Agresiones por todos lados a los niños, incluida la miseria en que viven la gran mayoría de ellos a lo largo y lo ancho del orbe.

Fuente
Contralínea (México)