El rey del fracking llaman algunos periodistas estadunidenses –como Anna Driver– al petrolero Aubrey McClendon, anterior director general de Chesapeake Energy Corporation (conocida como CHK), la segunda productora más grande de gas en Estados Unidos, sólo atrás de Exxon Mobil. McClendon está siendo investigado por la Securites and Exchange Commission y por una comisión del Senado de ese país.

Los juicios no se refieren al fracking, porque esa técnica es legal en Estados Unidos, aunque está prohibida o hay moratorias en algunos estados. En este artículo examinaremos cuáles son las acusaciones de las fiscalías o las evidencias que algunos senadores han presentado al Departamento de Justicia.

Todo comenzó con la banca de inversión

El auge del shale gas en Estados Unidos sólo fue posible por el apoyo de la banca de inversión, como Goldman Sachs, Barclays y Jefferies & Company, entre otras. Esa participación fue una de las condiciones peculiares de la forma estadunidense del desarrollo de las lutitas.

La era moderna de la explotación de los esquistos comenzó cerca de Dallas, Texas, en la llamada cuenca Barnett. Ha narrado Ben Casselman que cuando Aubrey McClendon, exdirector de Chesapeake, percibió el éxito del fracking, reunió un equipo de geólogos para recorrer todas las áreas prospectivas de su país con la misión de localizar “el segundo Barnett”. Un año más tarde tenían ubicada la cuenca Haynesville, montada entre Texas y Louisiana. El siguiente paso era obtener financiamientos para la perforación de los pozos.

El crédito fácil

CHK combinaba el negocio petrolero con la compra-venta de los terrenos en las áreas prospectivas de lutitas. Desde luego no era la única, pero sí la más “agresiva”.

En CHK había un departamento de compradores de terrenos con más de 4 mil 500 agentes (los datos los tomamos de un reportaje de investigación de Reuters, firmado por Joshua Schneyer y Brian Grow: “Special Report: Energy giant hid behind shells in ‘land grab’”. A Reuters Investigation, diciembre de 2011 (www.reuters.com/article/2011/12/28/us-energy-giant-idUSTRE7BR0G420111228 ).

De hecho, Aubrey McClendon comenzó su carrera como comprador de terrenos o de los derechos de explotación a los granjeros y pequeños propietarios. Así, entre los “activos” de CHK se encontraban más de 14 millones de acres distribuidos en 23 estados. Controlaba una extensión, dice Reuters, “similar a la de Irlanda”.

Hasta aquí todo es legal, incluso el secreto con que McClendon inició negociaciones para conseguir grandes financiamientos para las perforaciones y el fracking con otro texano –que había sido su compañero de banca en la universidad–, Ralph Eads III, uno de los vicepresidentes del banco de inversión Jefferies & Company.

McClendon le informó que sus landman, como llaman a los agentes compradores de terrenos, habían adquirido (no podía precisar ubicación) “en algún lugar del Sur de Estados Unidos” áreas muy productivas, y ahora requería financiamiento. Hablamos de sumas ingentes de inversión. Sólo para la cuenca de gas en lutitas de Haynesville se invirtieron 25 mil millones de dólares (Cliford Krauss and Eric Lipton, “After the Boom in Natural Gas”, The New York Times, 21 de octubre de 2012 (www.nytimes.com/2012/10/21/business/energy-environment/in-a-natural-gas-glut-big-winners-and-losers.html?pagewanted=all&_r=0).

Estos 25 mil millones de dólares son una suma que supera el presupuesto de inversión de Pemex Exploración y Producción en 2013.

La banca de inversión se convirtió en agente promotor del desarrollo de las lutitas gringas, y no sólo fue Jefferies & Company. La correduría Bernstein participó en operaciones “extrañas” –como recomendaciones de compra– en enero de 2012, cuando ya prácticamente había comenzado el derrumbe de los precios del gas.

Esa correduría escribió una nota de investigación recomendando a los franceses de la petrolera Total comprar en una cuenca muy pobre: “Creemos que la superficie de Utica es un buen activo para Total […] los analistas seguimos creyendo que los activos no convencionales como el aceite y gas de esquisto pueden ofrecer, a largo plazo, una producción estable y de flujos de efectivo cada vez más positivos, dado que se espera que el precio del petróleo se mantenga alto en el largo plazo”.

La consultoría Ernst & Young estima en alrededor de 50 compañías de petróleo y gas el número de “los jugadores principales en el auge que comprometieron, en promedio anual, 126 mil millones de dólares, entre 2006-2011, en la perforación, adquisición de tierras y otros gastos de capital en Estados Unidos”. La cifra anual es el doble de su gasto de capital en 2005, según los mismos consultores.

Los inversionistas creían que el gas de las lutitas era un gran negocio. The New York Times llama a esa etapa “la borrachera de la perforación” de pozos de gas.

En 2011 la compañía noruega Statoil se extendió al yacimiento Bakken, adquiriendo los terrenos y derechos de la empresa texana Brigham Exploration por 4.4 mil millones de dólares; la Korea National Oil Corporation pagó más de 1 mil 500 millones de dólares, según The Financial Times. Lo malo es que sus bloques se ubican al lado de la línea fronteriza con México, donde no hay aceite sino sólo gas seco.

Una gran inversión fue realizada por Royal Dutch Shell: 24 mil millones de dólares, según Peter Voser, ejecutivo en jefe de la compañía, informó The Economist de Londres (“American industry and fracking, from sunset to new dawn”, The Economist, Londres, 16 de noviembre de 2013), que tuve oportunidad de leer completo gracias a mi amigo Humberto Hernández Haddad.

El reportaje de Reuters citado menciona el caso de Terry Pegula, fundador de East Resources, una empresita formada en Pensilvania en la década de1980, que “recolectando los ahorros de familiares y amigos”, con inversiones que no llegaban ni a 1 millón de dólares, vendió sus derechos a la Shell, en la cuenca Marcellus, en 4 mil 700 millones de dólares.

Un caso más: Floyd Wilson, otro texano, fundó una empresa en 2003 llamada Petrohawk Energy, según otro reportaje de The New York Times. La compañía fue creada sólo con el propósito de ser vendida, y no para desarrollarse en la industria petrolera. Petrohawk perforó su primer pozo en 2008 en Haynesville. Un año más tarde, en 2009, logró su objetivo al vender la empresa a los australianos de BHP Billiton en 15 mil millones de dólares (transcribimos un fragmento: “The Houston businessman Floyd Wilson, who created a company in 2003 called Petrohawk Energy with the intention from the start of selling it. Petrohawk drilled its first Haynesville well in 2008. Last year, it sold itself to an Australian energy conglomerate, BHP Billiton, in a 15 billion dollars deal”).

Se creó, como escribió Peniley Ramírez, “la euforia inventada”. El resultado fue la sobreproducción y la ruptura de la burbuja de crédito.

Sobreproducción: criatura del crédito fácil y los altos precios

Ben Caselman publicó en The Wall Street Journal un artículo titulado “US Gas fields go from bust to boom”. Plantea que “el frenesí marcó el pico de un boom de perforación en todo el país que fue impulsado por una combinación de los crecientes precios de la energía y el crédito fácil”. Pero no duró. Los precios del gas se redujeron cuatro veces entre el pico, en 2008, y el derrumbe de 2012.

Continuamos glosando al The Wall Street Journal para mostrar que los analistas petroleros de la mexicana Secretaría de Hacienda y Crédito Público que contribuyeron a la redacción de los documentos de la reforma energética de Enrique Peña Nieto ni siquiera eso leen: “el debilitamiento de la economía erosionó la demanda […] el gas sufrió de un exceso de oferta […] como resultado los precios del gas natural han caído y los productores de gas vieron que sus ganancias se evaporaron y los precios de las acciones se desplomaron”.

Han pasado 5 años de ese análisis y el mercado de América del Norte continúa sobreofertado; aún peor, en aceite han surgido problemas coyunturales como cuellos de botella en transporte, y se rompieron los equilibrios del sistema de refinación en la costa de Texas y Luisiana en el Golfo de México: estaban adecuados para crudos pesados y no pueden procesar el excedente de ligeros y dulces que hoy padece.

Consideramos que la sobreproducción de gas es de medio plazo. Hoy ningún analista percibe una pronta recuperación de sus precios y los empresarios gringos han insistido en que la única solución es incrementar la demanda vía las exportaciones como gas líquido, pero hay rezago en la construcción de criogénicas (igual que en refinerías).

La situación de las empresas

En las lutitas la rentabilidad es débil. Por ahora, es imposible separar las rentas que surgieron de la explotación petrolera de las ganancias especulativas de algunos de los jugadores.

En Contralínea (edición 366 , 29 de diciembre de 2013) hemos comentado el estudio del doctor Javier Estrada, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, donde afirma que sólo 16 empresas han obtenido ganancias en la explotación de lutitas en Estados Unidos.

El londinense The Economist, que hemos citado, dice que los resultados negativos de algunas empresas se explican como una combinación de altos precios pagados por los terrenos y de que los resultados de los pozos han sido menores que los esperados.

Desde luego es correcto, pero muy general. Creemos que para un diagnóstico que ayude a desprender algunas lecciones para México tiene que precisarse que algunas de las empresas entraron a las áreas prospectivas con información muy incompleta, en ocasiones sólo la cifra de producción inicial de sólo un pozo.

La rentabilidad en lutitas sólo se revela cuando el pozo muestra su curva de declinación. Es un caso, como señalé en un libro sobre casos de geología compleja, en que sólo se puede pronosticar después de que el fenómeno ha ocurrido. Por ello los mejores expertos estadunidenses concluyen que, en lutitas, el riesgo se traslada de la fase de exploración a la de desarrollo.
Ética y ganancias
comerciales

La extracción en lutitas ha permitido que por lo menos una de las empresas pequeñas y apenas fundada al comenzar la década de 1990 se convirtiera en la segunda más importante en la producción de gas en Estados Unidos: Chesapeake Energy. Ampliaremos sobre su llamada “agresividad”.

Las ganancias de CHK resultan no solamente por la venta de terrenos. Ahora, gracias a lo poco publicado sobre los juicios contra McClendon, se conocen procedimientos que podríamos llamar traslado del costo del riesgo a los granjeros y habitantes de las áreas prospectivas.

Hemos señalado que los “activos” de CHK estaban distribuidos en 23 estados. Obviamente, sólo una parte mínima puede contar con áreas óptimas, es decir, convertirse en realmente productivas; así que miles de pozos resultaron –o existe alta probabilidad de que resulten– secos, o no comerciales. Son costos que las empresas petroleras descuentan de las ganancias, pero Chesapeake Energy utilizaba un procedimiento muy similar al empleado en los países subdesarrollados: para eludir el pago a los granjeros de los terrenos negociados y que resultaron “estériles” creaba empresas fantasmas. Si el pozo resultaba seco no pagaba por los terrenos. La empresa fachada simplemente desaparecía.

No son casos iguales, pero es el mismo procedimiento que se ha usado en Tabasco o en el Norte de Veracruz. Aquí es usual el empleo de subcontratistas y hasta de “subcontratistas de otro subcontratista”; así, cuando trabajadores y, a veces, incluso pequeños proveedores exigen algún pago se encuentran en Villahermosa o Poza Rica oficinas vacías de empresas ficticias.

En corto, el objetivo de McClendon al crear empresas fantasma era ocultar que CHK era el verdadero empresario.

Un caso que afectó a cientos de granjeros y otros propietarios salió a la luz en el condado Traverse City, al Norte del estado de Michigan, Estados Unidos.

Schneyer y Grow, en el reportaje de Reuters citado, describen ampliamente que los propietarios tenían contratos firmados con landmen para vender los derechos sobre el subsuelo de sus granjas, pero ante la demora para recibir los pagos convenidos se encontraron con que la empresa con la que habían firmado su contrato era fantasma, sólo de papel, llamada Northern Michigan Exploration LLC, y, aún más, los landmen rechazaban dichos contratos.

Los landmen: “parecían avispas del infierno”

Antes de la perforación, cuando todavía se creía que los terrenos tenían buena prospectividad, los propietarios fueron bombardeados por los landmen, que, paranoicos, temiendo que firmaran con otras empresas, los esperaban en la puerta de sus domicilios: “parecían avispas del infierno”, dijo la señora Sue Brown, una de las pequeñas propietarias.

Se han revelado casos en que CHK incluso llegó a perforar pozos de prueba con otra empresa que simulaba no tener relación con ella; al resultar el pozo improductivo, el “asedio infernal”, como lo califican, se convertía en indiferencia. Los granjeros esperaban sus cheques prometidos (quizá su terreno ya estaba frackeado) y en lugar de ello su contrato era anulado por el landmen. Se usaba cualquier pretexto. Uno muy frecuente era que las granjas estaban hipotecadas y la hipoteca no había sido liberada (situación del 70 por ciento de las granjas en Estados Unidos). Éste es el origen de uno de los juicios contra el rey del fracking que fuera promovido por granjeros afectados.

Bill Schuette, fiscal general de Michigan, entabló otro juicio no sólo contra CHK, sino también contra Encana Corporation. Las acusa de coludirse para establecer una especie de “zonas exclusivas” y de este modo controlar los precios de los terrenos. En este caso violaron las leyes antimonopolios.

McClendon fue destituido como ejecutivo en jefe de Chesapeake en junio de 2012, y en enero de 2013 tuvo que salir de la compañía por los escándalos y procesos en los que estaba involucrado. Pero sus socios lo despidieron como héroe y recibió toda clase de beneficios, como el derecho a seguir usando los helicópteros de la empresa.

CHK sigue en crisis. Ha tenido que despedir a cientos de empleados. Ha reducido sus gastos de operación a la mitad. Sus ingresos netos totales para 2013 fueron de 474 millones de dólares, frente a una pérdida de 940 millones en 2012.

Conclusiones

La más importante es que creemos haber ofrecido suficiente evidencia para demostrar que el crédito fácil fue un condicionante de la explotación de las lutitas en Estados Unidos. ¿Podrá repetirse este requisito en México? Considero que una oleada de grandes financiamientos para la explotación del shale gas en México, cuando salgan las primeras licitaciones en 2015, es improbable.

Sólo en el caso de descubrimientos de muy buenas áreas de crudo podría haber interés de la banca de inversión en involucrarse, pero la existencia de crudo sólo la barrena podrá descubrirlo.

Una segunda pregunta: ¿podrá nuestro sistema judicial con la lidia, en el caso de que vengan empresas que usen los procedimientos que hemos descrito?

Fuente
Contralínea (México)