26-9-2014

Arte, cadencia y armonía en microbús

Sospecho que somos miles de miles los que a diario abordamos microbuses para trajinar por nuestra gris Lima poblada de grupos variopintos en campaña electoral. ¿Quién no se ha encontrado dentro de los vehículos con algún o alguna cantante? La experiencia de ayer mientras viajaba de Jesús María a la infernal Av. Abancay fue sorprendente.

Una señora de aproximadamente 60 años, canosa, ataviada con ropa de abrigo -dicho sea de paso el frío no ceja y bobos como yo que hemos declarado la primavera militante, se morían de frío el jueves- y una guitarra subió en la Av. Mánco Cápac. Vivo familiarizado a la monótona letanía que invoca compasión, llamados a la moral y tarifas por encima de S/ 0.50 para "llevar un pan a la casa". (Más de una vez, esa monedita era todo mi capital, contante y sonante).

Contaba, porque la crónica no es sobre alguien aburrido como el que esto escribe, sino sobre la cantante que guitarra en ristre empezó sin preámbulos a cantar baladas y desde el primer acorde de su muy afinado instrumento, gustó porque la inflexión de su voz a la par de su dicción y apoyo diafragmático eran sobresalientes. El humo de todos los días, los pisotones de quienes no guardan dieta y las lisuras en boca de adolescentes que jamás leyeron un diccionario, pasaron a un segundo, tercer o cuarto plano. ¡Estuvimos oyendo un concierto!

Hace años, mientras se refería a Chabuca Granda, don Oscar Avilés me dijo que ella era "más que cantante, intérprete" pues vivía -literalmente- sus composiciones. La señora del microbús no sólo era galana dueña de una voz privilegiada sino que el dueto con el compás y la notable armonía hicieron de esos minutos, deleite y ascenso artístico en un medio absolutamente popular.

Por razones de descarte -no era bueno ni para el fútbol o el basketball, ni el ajedrez- recalé en el coro polifónico de mi colegio, el América o Callao High School y en primaria y secundaria pasé de voz infantil a tenor y culminé como bajo con otras 80 voces. En buen castellano las melodías y su audición no me son ajenas y sé distinguir entre aflautados mediocres e impostadores fallidos y cantantes de solera magnífica. La señora del microbús era una de ellas.

Finalizado el espectáculo, que eso fue, la señora dijo apenas unas poquísimas palabras y todos acudimos a su invocación con mucho gusto y dimos nuestra cuota. (Es necesario subrayar que mis S/ 0.50 desaparecieron en un santiamén de la muy raída faltriquera). Las caminatas largas son de mi agrado, aunque hay que reconocer que del centro de Lima a San Borja hay alguna distancia.

Quedé pensativo y sólo imaginé ¡qué sería del Perú si apoyáramos a estos valores populares en municipalidades, gobiernos regionales, entidades culturales con una política de la música como preocupación del Estado! ¿Quién dice que no hay talento en los ámbitos populares como los microbuses? Fui testigo y doy mi testimonio.

El o la conflictiva eterno (a) dirá que eso es imposible o una quimera. Y que toda la culpa la tiene la falta de educación. De repente he allí una de las claves del ADN fallado de los peruanos: somos fatalistas sin siquiera conocer el problema: "así es la política", "todos roban", etc. ¡Qué disparate!

Este es un reto interesante y citadino: la agremiación de los talentos genuinos que necesitan trabajar en la demostración de sus cualidades o en la enseñanza de las mismas. El destierro de mendigos con libretos archi-reiterados debiera ser considerada una opción con reemplazo de calidad. Sin duda que para eso se necesita que el Estado comprenda su papel rector y no regale a fenicios toda la torta porque han hecho de la educación un comercio vil.

Acaso también convenga recordar que todo trabajo se paga y que es más digno hacerlo que robar, desde el llano o desde el gobierno, el Establo legislativo, sillón municipal o regional, porque sólo se construye con rocas sólidas y argamasa de buena calidad. Lo opuesto es lo que le pasa al Perú, un país donde todo está en duda y en donde nadie cree en nada.

¡Y si tiene la suerte de ir o viajar en microbús, confío en que le toque la misma cantante o mejores!

Amén.

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