El secretario de Estado estadounidense John Kerry y el nuevo secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, celebran la reactivación de la actividad militar.

Para Washington y su alianza transatlántica, 2014 podía haber sido un año negro sobre todo en dos escenarios: en una Europa sin guerra donde, a pesar de la ampliación de la OTAN hacia el este, se fortalecían los lazos económicos y políticos entre la Unión Europea y Rusia y en la que casi todos los aliados estaban reacios a aumentar el gasto militar hasta el nivel que el Pentágono exigía; y en un «Medio Oriente ampliado» donde se desarrollaba la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Siria y donde Irak se distanciaba de Estados Unidos y se acercaba a China y Rusia, países cuya alianza teme cada vez más la Casa Blanca.

Washington sentía que se hacía cada vez más urgente encontrar una «nueva misión» para la OTAN. Una misión que apareció de momento. El putsch de la plaza Maidan, preparada desde mucho antes –incluso con el entrenamiento de fuerzas neonazis ucranianas– trajo a Europa un regreso a una situación análoga a la de la guerra fría, provocando una nueva confrontación con Rusia. La ofensiva del Emirato Islámico, también preparada desde mucho antes, financiando y armando grupos islamistas –algunos de ellos anteriormente clasificados como terroristas– desde la guerra contra Yugoslavia y la guerra contra Libia, permitió a las fuerzas Estados Unidos-OTAN intervenir en Siria para destruir no el Emirato Islámico sino el Estado sirio y para volver a ocupar Irak.

A la «nueva misión» de la OTAN se le dio carácter oficial durante la cumbre de septiembre, en Gales, con la presentación del Plan de Acción de «reactividad», cuyo objetivo oficial es «responder rápida y firmemente a los nuevos desafíos contra la seguridad» atribuidos a la «agresión militar de Rusia contra Ucrania» y al «aumento del extremismo y de los conflictos sectarios en el Medio Oriente y el norte de África». El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha calificado el Plan como «el mayor fortalecimiento de nuestra defensa colectiva desde el fin de la guerra fría».

Para empezar, en sólo 3 meses la OTAN multiplicó por 4 la cantidad de cazabombarderos que pueden ser utilizados tanto en misiones de guerra convencional como de guerra nuclear con bases en la región báltica –que fue parte de la Unión Soviética–; envió aviones de guerra electrónica AWACS al este de Europa y aumentó el número de navíos de guerra en el Mar Báltico, el Mar Negro y el Mediterráneo; desplegó en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania fuerzas terrestres estadounidenses –incluyendo unidades acorazadas pesadas–, británicas y alemanas; intensificó las maniobras conjuntas en Polonia y en los países bálticos hasta sobrepasar la cantidad de 200 maniobras en todo el año.

También en base al Plan de Acción y «reactividad» se inició el fortalecimiento de las capacidades de la «Fuerza de Respuesta de la OTAN» con la creación de «paquetes» de unidades terrestres, aéreas y navales que pueden ser enviadas rápidamente al este de Europa, el Medio Oriente, el Asia central –incluyendo Afganistán, donde la OTAN aún mantiene sus fuerzas especiales–, África u otras regiones. En ese contexto ha de crearse una nueva «Fuerza de Intervención Conjunta de muy gran rapidez», capaz de ser «desplegada en pocos días, principalmente en la periferia del territorio de la OTAN».

Simultáneamente se abrió en Riga, Letonia, el «Centro de Excelencia de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN», a cargo de la nueva guerra fría contra Rusia con el uso de instrumentos como «operaciones informativas y sicológicas». Según el acuerdo firmado el 1º de julio ante el Comando Aliado para la Transformación (en Norfolk, Virginia), Italia también forma parte del Centro de Excelencia para la nueva guerra fría, junto con Gran Bretaña, Alemania, Polonia y las tres repúblicas bálticas.

Así contribuyen Italia y la Unión Europea a abrir la «nueva área de diálogo con Moscú» anunciada por Federica Mogherini, Alta Representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio