En este contexto se desarrollan las elecciones de 2015, en las que el mal gobierno pretende controlar la situación a su favor para seguir contando con un Congreso de la Unión que ayude al Ejecutivo en la entrega de nuestros recursos y en el servilismo frente al proyecto de las grandes corporaciones extranjeras y nacionales, con gobiernos estatales y locales afines a la mafia en el poder y frente al hartazgo existente contar con el control de la población a través de la indiferencia, la compra de votos y el desánimo generalizado.

Millones de mexicanos enfrentan esa situación, cada vez más conscientes y organizados; pero no lo suficiente, pues hay gran dispersión, ya que muchas organizaciones se enfocan solamente en causas particulares. Hace falta unir ese gran caudal de lucha que representa la fuerza de cientos de movimientos sociales que se desarrollan a lo largo y ancho de México por problemas laborales, ambientales, comunitarios, contra el crimen organizado, la impunidad y para resolver un sinfín de injusticias. No hay nada más importante que la unidad del pueblo para superar esa situación.

En época electoral surgen básicamente dos propuestas: una es la de abstenerse de ir a las urnas o asistir y anular el voto, la otra es asistir y votar por un candidato que se oponga a las políticas neoliberales. En épocas como la actual, en mi opinión, no importa la ideología: es necesario resistir la ofensiva neoliberal y una forma de resistir es la de votar por quien se opone al saqueo de nuestras riquezas.

En esta época se desata la lucha de ideas y eso es bueno. Pero el desarrollo de los argumentos no admite insultos o generalizaciones y simplificaciones bobas como “todos son iguales”, “todos son unas ratas”, “todos los partidos son lo mismo”. Porque aunque hay una alianza de partidos que defienden al régimen actual, también existe la oposición a las políticas neoliberales, al Pacto anti México, a las reformas (más bien contrarreformas) estructurales, a la corrupción y la impunidad, a la represión y la guerra. Meter a todos los partidos en el mismo saco es absurdo y completamente irreal.

Hay que tener cuidado porque el régimen y los partidos que compran votos con dinero, despensas, dádivas, puestos, y que tienen un núcleo duro de votantes comprados o voluntarios, favorecen la abstención, porque con una gran afluencia de votantes serían prácticamente barridos: ya es aplastante el rechazo de la amplia mayoría a los partidos que han hundido a México. En cambio, si sólo vota un 5 por ciento (como dijo Lorenzo Córdova), esa minoría que ya tienen en la bolsa, con esa baja representatividad constituyen un Congreso favorable, y entonces los planes siniestros del imperio yanqui y de la oligarquía pueden seguir adelante. Ante el descontento, lo que ellos quieren, es sólo votar ellos para seguir en el poder, que los demás nos abstengamos y ¡ellos muy felices!

La apatía y la desmoralización favorece a los enemigos del pueblo, por lo que desarrollan una campaña contra la política, los políticos, los partidos políticos, el Congreso, etcétera, para desalentar la participación masiva de la población, cosa que es letal para ellos, a ellos les conviene la abstención. Para imponer los intereses de las grandes corporaciones es precisa la pasividad del pueblo, y que acepte la dictadura de unos cuantos y no crea en la democracia amplia y vivificante. Recordemos que Mussolini, Hitler, Franco, para imponer su dictadura, hicieron una labor previa de descrédito en las elecciones, los partidos y la lucha política.

La organización social superior, la que tiene que ver con las decisiones que afectan en general a toda la sociedad, es la organización política y ésta puede y debe responder a los intereses generales de los mexicanos. El que algunos partidos sirvan a los poderosos no anula, y por el contrario refuerza, la necesidad de un partido que sirva al pueblo. El reto es construir la organización partidaria que garantice los intereses de nuestro México y de su pueblo, que convine los intereses generales con los intereses de las comunidades y con los intereses individuales. El reto es realizar una política favorable a México y su pueblo.

Las campañas tradicionales del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y sus aliados refuerzan la pasividad del pueblo, son campañas de dinero en las que se presentan como los campeones, con mítines en los que contratan artistas y grupos musicales para atraer a la gente y se reparten todo tipo de regalos; son campañas de promesas y de imponer una imagen del candidato todo poderoso que es el “ganador” y por el que más vale votar.

En contraste, una campaña democrática es la que busca organizar y hacer efectivo el poder del pueblo, en la que los militantes acudan a las comunidades para que pueblos, barrios y unidades habitacionales se organicen, tomen en sus propias manos la solución de los problemas y exijan que el gobierno a los tres niveles responda a sus necesidades y actúe con transparencia y eficacia. Es una campaña austera, pues sólo los grandes corruptos disponen de miles de millones de pesos y de mucha gente pagada, campañas publicitarias, miles de mantas, bardas, carteles para apabullar con su presencia abrumadora al elector.

El objetivo de una campaña popular y transformadora de la realidad es la de politizar, concientizar a la población ligando sus intereses inmediatos con los intereses locales y nacionales. Que la población afiance la convicción de que el voto es libre y que ha de escoger a un representante a quien conozca y esté al servicio de los intereses de la sociedad. Que los militantes, promotores del voto y simpatizantes se den a la tarea de informar casa por casa, de promover la educación y la formación política en la acción. Trabajo que lleve a la realización de asambleas donde se discutan prioridades y necesidades urgentes y se elijan representantes que garanticen que estos problemas se solucionen de la mejor manera y que constituyan un consejo que represente a la población y que permita la acción tenaz y persistente entre los pobladores.

No se trata de que el pueblo quede pasivo y apabullado por la imagen del “gran candidato”, “guapo”, “listo”, “triunfador” y “bombón para llevarlo al colchón”, sino que el propio pueblo tome consciencia del poder que tiene si se organiza y actúa conscientemente, y que en última instancia la soberanía recae en el pueblo. Se trata de que tome fuerza la organización democrática de la población que se moviliza en defensa de un proyecto de nación y no de una persona, pues si se apoya a esa persona es para que sea el representante que desarrolle el programa que beneficia a la mayoría, una mayoría que ejerza su poder y controle al gobierno que debe estar mandatado, mandar obedeciendo.

La población ya está cansada de las campañas de dinero, de la saturación en televisión y radio de anuncios, de grandes espectaculares, de invadir de basura publicitaria los espacios públicos, de actos de oropel, de presentar rostros sonrientes hasta la saciedad en pósteres, banderines, carteles, volantes. La gente ya está harta de la contaminación visual, de las mentiras y promesas engañosas. Esas campañas van a fracasar este año, pues la población va aprendiendo, ya no es la misma, no es tan fácilmente engañada como antes.

Se precisa la renovación democrática y la transformación del país para que se rescate la soberanía popular y nacional. Lo que hoy llaman “democracia” es una dictadura, bien disfrazada, de las grandes corporaciones. Es necesario otro sistema electoral en el que se garantice que los verdaderos representantes del pueblo sean electos e implanten la voluntad popular. Ésa es una lucha a desarrollar y qué mejor oportunidad que en las propias campañas. Bien sabemos que jugamos con el árbitro, la cancha y las reglas del juego en contra… La inequidad en los recursos es aplastante, pero ni así van a poder contener la rebeldía popular que se manifestará en la votación y también en la abstención. Para transformar al país, hoy hace falta la participación electoral. Sólo así acabaremos con este “sistema de partidos” o partidocracia que impide el ejercicio democrático de la voluntad popular.

El partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) está recién constituido; encabezado por Andrés Manuel López Obrador, busca activa y congruentemente la transformación de México y de su situación política, social, económica, ambiental, electoral. Sus principios, programa, estatutos, organización y acción son distintos y opuestos a los de otros partidos.

Atrás de la campaña publicitaria de frases bonitas que nada tienen que ver con la realidad, la debacle del PRI, el PAN y el PRD muestra al pueblo el fracaso no sólo de un estilo de gobierno, también de un estilo de campaña en la que se trata de mantener la pasividad y de lograr el control y la manipulación de la población para que se someta a los intereses de las grandes empresas. Por eso se han visto obligados a ejercer la compra masiva de los votos, pues sólo así ganan y con cada vez más descarados fraudes. Ante ese fracaso y ese vacío se impone la necesidad de una alternativa. Ese objetivo, esa esperanza genera una fuerza que se va a medir este año en múltiples elecciones federales, estatales y locales.

Estamos indignados. Por lo mismo, hay que mantener la cabeza fría, demostrar que el pueblo puede primero derrotar al sistema de partidos actual y organizarnos, unirnos para que se haga la voluntad del pueblo, que triunfe la soberanía popular, el primer paso es votar conscientemente. Decidir sin que nos manipulen, con la seguridad de que nadie puede obligarnos ni comprarnos para apoyar a un candidato, somos nosotros mismos los que determinamos por quién votar.

Fuente
Contralínea (México)