I. “En términos generales, la aplicación práctica de la austeridad en tanto política económica no ha resultado ser eficaz en aportarnos paz, prosperidad y, sobre todo, una duradera reducción de la deuda (interna y externa) […]. En cambio, ha sido un coctel de políticas clasistas, agitación social, inestabilidad política, mayor tendencia al agravamiento de la deuda que a su alivio, asesinatos y guerras”. Ahora que el capitalismo –salvo en comunidades tribales donde la economía es botín de su jerarquía– se ha globalizado en los Estados con democracia representativa, cuando éstos entran en crisis por las malas políticas de sus gobernantes, de inmediato decretan la austeridad. Recortan gasto social, inversión pública y subsidios a la educación; con centros de salud sin medicinas y menos personal. Paralizan el crecimiento económico –excepto las ganancias por servicios bancarios– y el pago de bienes públicos y privados. Es decir que el pueblo se apriete el cinturón, pague el alza de precios y soporte el desempleo; y los pobres mueran de hambrunas y enfermedades.

II. El autor del libro Austeridad: historia de una idea peligrosa, aborda “la austeridad como la gran medida política para los bancos” favorecidos por los gobiernos, para que paguen el desastre quienes no lo causaron. Analiza la austeridad en la Unión Europea –que acaba de ser desafiada con la victoria política de Grecia, su principal víctima–, que también aparece en Latinoamérica, empezando por México. El desplome del neoliberalismo económico tiene un corolario: “Hay que purgar al sistema y recortar los gastos”. Esto no funciona, pero permite a los capitalistas obtener grandes utilidades; y en caso de que estos y los gobernantes impongan a sangre y fuego la austeridad que agudiza las recesiones y pone al rojo vivo la crisis, se pueden producir rebeliones, golpes de Estado, represiones y hasta revoluciones, pacíficas o violentas. Para justificar esto, “los políticos empiezan a decirnos tonterías, para evitar contarnos los verdaderos motivos de la crisis y cuál es la razón de que debamos apretarnos el cinturón”. Uno de los motivos es la corrupción de políticos, banqueros y empresarios; y la plena libertad de los mercados, donde capitalistas y narcotraficantes, a la par, obtienen grandes utilidades.

III. “Los neoliberales contemporáneos que argumentan en favor de la austeridad, se han presentado en el escenario político que les ha tocado vivir con una aversión al Estado que genera, como respuesta automática, la permanente reclamación de recortar el Estado, con independencia de cuál sea la pregunta planteada o el grado de adecuación al problema [a] resolver”. Austeridad para los pueblos, pero gasto sin control para la clase gobernante y auge para empresarios y banqueros, es otro modo de meterle mano al botín capitalista. Esta época “nos ha enseñado unas cuantas lecciones, y muy valiosas, acerca de los motivos que determinan que la austeridad no funciona y su aplicación acaba siendo una idea peligrosa”, pues somete a los capitalismos a un choque de la democracia representativa contra la democracia directa, donde aumenta la violencia y la inseguridad. Los políticos roban más y crece la explotación laboral. Así, la mano invisible del neoliberalismo aplaude la austeridad para salvar la crisis, y lo que hace es endurecerla. Lo que plantea la alternativa: revolución pacífica electoral para elegir o revolución violenta para decidir.

Ficha bibliográfica:
Autor: Mark Blyth (traducción de Beatriz Eguibar y Tomás Fernández)
Título: Austeridad: historia de una idea peligrosa
Editorial: Crítica, 2014

Fuente
Contralínea (México)