Si bien cada Estado está en la obligación de prepararse para lo peor y de dotarse de más medios de defensa, el hecho es que la industria de guerra prospera sobre todo gracias a las ambiciones imperialistas de Estados Unidos, a la sumisión de sus aliados y al temor de los países que ellos amenazan.
El comercio internacional del sector del armamento se ha incrementado en un 16% en 5 años y la tendencia es a seguir creciendo. Así lo confirman los datos divulgados por el SIPRI [1] el 16 de marzo de 2015.
Estados Unidos, con un 31% de la exportación mundial de armamento, sigue siendo el principal exportador mundial. Le siguen Rusia (27%), China (que pasa del lugar 16 al 3º con un 5% de las ventas mundiales), Alemania, Francia, Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel. Italia –cuyas exportaciones militares han aumentado en más de 30% en 5 años y aumentarán aún más gracias a la reconversión de Finmeccanica, que pasa del sector civil al militar– aparece en la escala como el 8º exportador mundial de armamento, con los Emiratos Árabes Unidos, la India y Turquía como principales compradores.
Los principales importadores mundiales son la India, Arabia Saudita, China, los Emiratos Árabes Unidos, Pakistán, Australia, Turquía y Estados Unidos (que importa armamento alemán, británico y canadiense). También se registra un fuerte aumento de la importación de armamento por parte de las monarquías del Golfo (71% en 5 años), del «Medio Oriente» en general (54%) y de África (45%).
Nadie conoce el volumen real ni el valor de las transferencias internacionales de armamento, que a menudo se basan en factores de orden político. Y todo eso sucede bajo la cobertura del Tratado sobre el Comercio de Armas, solemnemente presentado por la ONU hace 2 años.
Pero todo lo anterior no es más que la punta del iceberg de la producción de armamento, destinada en su mayor parte a las fuerzas armadas de los países productores.
A la cabeza aparece Estados Unidos, que –según las cifras del presupuesto del Pentágono– destina anualmente alrededor de 95 000 millones de dólares a la compra de armamento, una enorme cantidad de dinero proveniente de los fondos públicos que al ir a parar a los bolsillos de las grandes industrias estadounidenses del armamento –como Lockheed-Martin, Boeing, Raytheon, Northrop Grumman, General Dynamics, United Technologies– les permite izarse al primer lugar a nivel mundial.
Como el negocio de la guerra aumenta según se agravan tensiones y guerras, la aparición de la crisis ucraniana y la subsiguiente confrontación entre la OTAN y Rusia han representado una excelente oportunidad para los grandes accionistas de las industrias de guerra de Estados Unidos y de Europa.
En la maniobra de la OTAN que se desarrolla en Polonia este mes, Estados Unidos desplegará una batería de misiles Patriot «como disuasión ante la agresión en el flanco oriental». En realidad, lo hará sobre todo porque Polonia debe decidir este año si compra los Patriot, de la firma estadounidense Raytheon, o los misiles similares que fabrica el consorcio franco-italiano Eurosam, un negocio de 8 000 millones de dólares, en el marco de una asignación de 42 000 millones de dólares –casi 40 000 millones de euros– con la que Varsovia pretende reforzar sus fuerzas armadas. Polonia tiene además intenciones de comprar 3 nuevos submarinos de ataque y equiparlos con misiles crucero –capaces de transportar tanto ojivas convencionales como ojivas nucleares– fabricados por Raytheon o por la firma francesa DCNS.
En Ucrania se está produciendo un business similar. Washington ha anunciado una nueva entrega a Kiev de 75 millones de dólares de material militar «no letal», incluyendo cientos de vehículos blindados «no artillados» que pueden ser fácilmente equipados con armamento producido en Ucrania o importado. El propio Porochenko anunció, el 13 de marzo, que el gobierno de Kiev ha firmado varios contratos para importar «armamento letal» proveniente de 11 países miembros de la Unión Europea, entre los que seguramente se encuentra Italia.
También funcionan a toda máquina las industrias de guerra de Rusia y China. En respuesta al poderío naval de Estados Unidos, que dispone de unos 300 navíos de guerra entre los que se cuentan 10 portaviones, Rusia está construyendo simultáneamente 4 submarinos nucleares mientras que China se dota de un segundo portaviones, de producción nacional.
Así fabrica el mundo los instrumentos para su propia destrucción.
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"Trends in international arms transfers, 2014", Siemon T. Wezeman & Pieter D. Wezeman (SIPRI, marzo de 2015)
(PDF - 495.1 kio)
Traducido al español por la Red Voltaire partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] SIPRI, siglas en inglés del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
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