Centenario de Andrés Townsend Ezcurra

Un día como hoy, en Chiclayo -su Santa Tierra-, nació Andrés Townsend Ezcurra. Hombre honesto, político serio de risa amplia cuanto que cordial, fue trovador de la unión económica y política de Latinoamérica y se fue en la fe aunque no en el templo, un 31 de julio de 1994. Su extenso periplo, producción intelectual traducida en una veintena de libros y labor docente y política, constituyen un legado de diáfana y muy limpia consagración a los intereses populares del Perú.

Don Andrés fue un dínamo imparable en la forja, gesta e institucionalización del Parlamento Latinoamericano. Como secretario general otorgó brillantez, creación y fe a esta herramienta integracionista. Pocos días atrás, en Ciudad de México, y en evento continental organizado por el Partido del Trabajo, vi un folleto de la delegación venezolana del Parlamento Latinoamericano y evoqué con emocionada reminiscencia los afanes, vehemencias e invictos actos y anhelos de Andrés Townsend en torno al Parlatino. Tuve la suerte de ser testigo de todo aquello y, a veces, hasta de asumir una que otra responsabilidad.

Don Andrés siempre subrayaba que el odio ocupaba mucho espacio y por eso había que desecharlo del menú cotidiano. Una persona muy querida para él y para quienes la conocemos, me recordó, pocos años atrás, esta actitud incólume. Y, en efecto, me acuerdo que no pocas veces obtuve regaños y reconvenciones cuando apostrofaba contra traidores y miserables que hasta llegaron, por escrito, a solicitar que diera testimonio que él "no los conocía". Por eso el recuerdo de su bonhomía, que no es lo mismo que inocencia pueril, significa gesto de ternura, diapasón de una voz serena y potente, a la vez.

Protagonizó don Andrés una porfiada y sólida defensa del credo unionista continental. Probablemente haya sido el mejor gonfalonero de esta dinámica que hoy todos los partidos de la Patria Grande, adoptan como credo y parte de su ideario. Townsend, orador brillante, conceptuoso, irónico hasta la carcajada y narrador de anécdotas con apego a la historia que conocía en sus entresijos más recónditos, fue un maestro decente de promociones múltiples.
Por eso Haya de la Torre le encomendaba tareas y compartía no pocas de sus preocupaciones políticas e intelectuales con él. Debo, con orgullo militante, recordar que Víctor Raúl me presentó al fervoroso chiclayano Townsend, luego de lo cual pasarían más de 20 años de intensa, fraterna, traviesa, laboral y combativa estela de coordinaciones y conquista de metas, logros y también derrotas.

Perú país proclive al olvido, se apasiona con las brasas de mequetrefes cuyos únicos méritos son los de saber robar y pescar en ríos revueltos, aprovechando de la buena voluntad y poca ciencia de los pueblos. Es pertinente reivindicar a hombres como Andrés Townsend Ezcurra que hicieron de la política ejercicio limpio y creador, ajeno a cualquier tipo de robos o cuchipandas exaccionadoras de la maquinaria del Estado. Su autoridad moral, hoy reconocida, sin ambages, por antiguos feroces enemigos, supera el tiempo y se instala como faro de potente luz para los pasos presentes y del porvenir que aún nos debe una victoria al decir de González Prada.

Al cumplirse el centenario del nacimiento de Andrés Townsend Ezcurra, izo la bandera roja con el mapa de Indoamérica que fue su pasión y entrega desde muy joven y rindo el singular, como muy humilde, homenaje a quien fuera maestro, amigo y compañero. Le recuerdo a cada instante, no olvido sus consejos y tampoco sus cocachos apristas, que no fueron pocos, acaso pretextado en lo que entonces fuera mi juvenilia imprudente y lenguaraz.