La reducida diferencia por la que venció Nicolás Maduro a Henrique Capriles en las elecciones presidenciales, recuerda Salim Lamrani, excitó a la derecha venezolana que quiso convertir las elecciones municipales de 2013 en palanca para echar al gobierno chavista. Pero esas elecciones fueron un plebiscito a favor del chavismo, que ganó con amplitud en el 76 por ciento de los municipios. Y, como no consigue el poder por las urnas, la derecha vuelve a decantarse por el golpe de Estado. Y así, el líder ultraderechista Leopoldo López (que participó en el golpe de Estado de 2002) en enero de 2014 convocó sin disimulo a la insurrección: “Es un llamado a los venezolanos para que nos alcemos”. Desde entonces han proliferado los actos violentos y acciones de grupos armados de la derecha. Hechos cuya autoría ocultan los medios occidentales mientras presentan esa situación en Venezuela como un levantamiento popular contra el gobierno. Pero no es tal sino escenario forzado y creado por quienes poseen la mayor parte de la riqueza. La derecha.

Así fue con Salvador Allende en 1973. El golpe de Estado fue precedido de desórdenes y aparentes protestas populares más abundante manipulación mediática. ¿Sucede lo mismo en Brasil con sus manifestaciones y ataques e insultos contra la presidenta Rousseff? Algunos medios han señalado al Movimiento Brasil Libre, Revoltados Online y a SOS Fuerzas Armadas como espurios impulsores de esas manifestaciones, como describe la documentada crónica de Agnese Marras. El Movimiento Brasil Libre es neoliberal puro y quiere echar a Dilma. La revista Forum lo acusa de estar financiado por los Kock, estadunidenses dueños de un imperio petrolífero. Revoltados (enojados) es un grupo de internet con muchos seguidores, liderado por un expastor evangelista quien también quiere acabar con la presidenta Dilma. De qué pie cojean lo revela su lema: “Con Dios de nuestra parte somos imbatibles”. Nada que ver con las clases trabajadoras, por supuesto. Sin propuesta política alguna (salvo echar a Rousseff), pero contra todas las de distribución de riqueza que impulsa el PT. Y SOS Fuerzas Armadas, visceralmente anticomunistas, que no pueden ver al PT y a la presidenta Dilma ni en pintura y que suspiran por una intervención militar.

Pero, más allá de que esos u otros grupos sean los organizadores de las protestas, éstas son utilizadas por la derecha de siempre, la burguesía como dirían Marx y Engels, como armas de una clase que admite la democracia mientras aumenten sus beneficios pero, si algo los amenaza, como el reparto de riqueza que intentan Rousseff, Maduro, Rafael Correa o Evo Morales en América Latina, entonces ya no sirve. Y hay que meterla en cintura.

Metámonoslo en la cabeza de una vez: para que la mayoría de la población viva con dignidad, la minoría que acapara la riqueza ha de perder. Una parte cuanto menos. En América Latina, en Europa o en China. La creciente desigualdad galopante y la obscena acumulación de riqueza en manos de muy pocos están más que probadas. Y eso hay que cambiarlo. Pero los ricos no están dispuestos a rebajar beneficios ni un tanto así y hacen y harán lo que sea para que todo continúe igual. Así se comprenden las tensiones y turbulencias en América Latina.

¿Acaso no ha habido en las últimas décadas un rimero de golpes de Estado o intentos de golpe en Guatemala, República Dominicana, Chile, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Honduras? Y es que la clase dominante, la minoría rica, es adicta al golpe de Estado. Para que nada cambie.

Fuente
Contralínea (México)