La presidenta del Trasnational Institute de Ámsterdam ha querido advertir del peligro del acuerdo durante la presentación de su nuevo libro Los usurpadores: cómo las empresas trasnacionales toman el poder.

A pesar del secretismo que existe en torno a los detalles del tratado, George asegura que la intención es clara: esquivar las regulaciones públicas en beneficio de los intereses de las grandes corporaciones. En este juego de intereses, los ciudadanos, la gran mayoría, no hemos sido invitados.

Estados Unidos y la Unión Europea mantienen las negociaciones para sacar adelante el TTIP, amparados en los supuestos beneficios económicos y la creación de puestos de trabajo. Un acuerdo que, sin embargo, se cuidan en esconder con el mimo de los que se saben haciendo algo que no está bien.

La gran mayoría de las críticas lanzadas contra el TTIP apuntan en la misma dirección. En la Unión Europea existe la Directiva de Sustancias Peligrosas que ha sido la encargada de detectar y prohibir más de 1 mil productos químicos peligrosos para la salud o el medio ambiente en los últimos años. Estados Unidos, sin embargo, apenas cuenta con una docena en su lista prohibida. De aprobarse el TTIP, los productos importados por la Unión Europea desde Estados Unidos podrían contener alguno de los componentes tóxicos no permitidos sin que estos hubiesen sido registrados como tal en el país de origen. El peligro de que esto ocurra es real pues, en palabras de la propia activista, “los tratados internacionales sobrepasan a las leyes nacionales, incluidas las constituciones” sin que el país pueda dar marcha atrás una vez haya firmado el acuerdo.

Para la autora, el mayor problema es el poder desmesurado de las multinacionales que redactan acuerdos y luego los “venden” a los gobiernos en un “plan premeditado a muy largo plazo para imponer sus intereses”. Respecto de su poder económico, las 50 grandes multinacionales de Europa facturan 1.3 billones de euros; y del político, vinculadas con las altas esferas, les permiten estar “literalmente redactando la legislación económica de Europa”, añade.

Pero el TTIP no es sólo una propuesta que busca beneficiar a las trasnacionales, sino que va más allá. Estados Unidos negocia, además del TTIP, el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP por su sigla en inglés). En caso de firmarse ambos, se crearía un bloque comercial que concentraría dos terceras partes del producto interno bruto mundial y casi tres cuartas partes del comercio global con Estados Unidos como líder, y al margen de los países del grupo denominado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Algo que Susan George califica como “un auténtico coup de force [golpe de fuerza] geopolítico a nivel global”, una acción que trataría de evitar que estos países emergentes alcanzasen su máximo apogeo.

Sin embargo es optimista. Cree que informar a la gente es primordial para que ésta se movilice y juntos evitar un acuerdo que afecta a todo el mundo: agricultores, consumidores, sanitarios, trabajadores y desempleados por sus consecuencias directas; se prevé que se perderán 600 mil puestos de trabajo y que se producirá un estancamiento económico en la Unión Europea; e indirectas, afectando a la salud y al medio ambiente con la importación de productos con componentes tóxicos no regulados en Estados Unidos.

Cada vez son más los que ya conocen la cara y, especialmente, la cruz de un tratado que los interesados, gobiernos y corporaciones, trataron de defender con campañas propagandísticas, pero para el que ya “no existen justificaciones económicas, ni sociales ni morales para defenderlo”, asevera.

Susan George no se acobarda. Nunca lo ha hecho. Su permanente denuncia de los lobbies en beneficio de las grandes corporaciones no cesa. A sus 81 años sigue combatiendo contra la globalización y los intereses de unos pocos. En su nuevo libro hace un repaso por todo aquello que nunca calló, pero que día a día sigue siendo noticia. Porque las cosas aún siguen igual; siguen mandando los mismos.

Fuente
Contralínea (México)