Irinea Buendía Cortez perdía el aliento cada vez que acudía a la Subprocuraduría Regional de Tlalnepantla, Estado de México. En compañía de Rodolfo Domínguez Márquez, su abogado, la mujer de 62 años de edad tenía que subir de corrido cada uno de los 85 escalones que conducen al edificio de muros de cristal verdoso. “Una escalera ardua y sin descansos”, analogía de la lucha por la justicia en México.

Tuvieron que transcurrir 4 años, 8 meses y 25 días para que Irinea, vendedora de zapatos por catálogo, se posara sobre el escalón 85. Un recorrido sin pasos en reversa ni siquiera para tomar impulso, como ella misma lo describe.

El 25 de marzo de 2015 en punto de las 13:30 horas, los nombres de Irinea y Mariana Lima Buendía, su hija, se escucharon en la sesión de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que había iniciado 30 minutos antes. La mención desató la alerta entre quienes se congregaron para testificar el momento: la propia Irinea, acompañada de su esposo y de otros miembros de la familia, así como integrantes de organizaciones civiles y académicas. Aun así, todos guardaron la compostura. Pupilas inquietas, oídos expectantes.

El proyecto de los ministros resultaba favorable a la mujer de cabellos canos: la Justicia de la Unión se pronunciaba por otorgarle el amparo referente a la muerte violenta de su hija y a la investigación realizada en torno a la misma. A las 13:36 horas ya todo estaba dicho. Entre rostros coloreados y mejillas humedecidas, los ministros aprobaron, en votación unánime, el contenido del proyecto.

La SCJN emitía una sentencia sin precedentes. Por primera vez se pronunciaba sobre cómo deben investigarse las muertes violentas de mujeres en el país. El contexto se lo exigía. Según los cálculos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, cada día, cinco mujeres son asesinadas en México, pero sólo el 15 por ciento de estos crímenes es investigado como feminicidio.

El feminicidio que quiso disfrazarse de suicidio

El 28 de junio de 2010, Irinea vio por última vez con vida a Mariana. El encuentro fue revelador. Luego de 1 año y medio de violencia doméstica –golpes, amenazas, ultrajes sexuales–, la muchacha de 29 años de edad, abogada de formación, había decidido replantear su vida. Trazarse un futuro apacible. Así se lo anunció a su mamá.

Separarse de Julio César Hernández Ballinas, el policía ministerial del que se enamoró y con el que, posteriormente, contrajo matrimonio, resultaba inminente. Los pasos a seguir estaban claramente definidos por Mariana: compartir el plan con mamá; volver al hogar de casada para empacar las maletas; denunciar ante los tribunales los abusos que recibió de su pareja; iniciar los trámites del divorcio; retomar el ejercicio profesional; realizar una maestría…

Un día después todo se derrumbó. Marianita –como la llama Irinea– apareció.

muerta sobre el nicho que compartía con su verdugo, en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México. Un suicidio por ahorcamiento, aseguró Julio César. El dicho del hombre bastó para que el hecho se consignara como tal en el expediente judicial; la justicia mexiquense se tragaba, sin más, su versión.

La lucha de Irinea empezó aquél día. Las marcas de golpes sobre el cuerpo inerte de Mariana –mismas que quedaron borradas de las primeras diligencias–, hablaban de un asesinato violento. Los antecedentes de Julio César sostenían la misma hipótesis. Al menos en dos ocasiones el hombre había atentado contra la vida de Mariana: la vez que la tiró por las escaleras y el día en que le echó el carro encima. En febrero de 2010, el propio Julio César había dicho a Irinea que mataría a su hija y que después la arrojaría a la cisterna en donde “ya tenía a otras dos o tres viejas que no habían aprendido a tratarlo como él se merecía”.

“—¡Ya debes sentirte satisfecho! ¡Ya la mataste! ¡Te salvarás de la ley de los hombres, pero de la ley de Dios nunca te vas a salvar!– así increpó Irinea a su yerno el día en que se enfrentó a la rigidez cadavérica del cuerpo de Mariana.

“—Eso ya lo sé –le respondió él, muy molesto.

“—¡Qué bueno que lo sepas porque ni siquiera te imaginas lo que acabas de hacer! ¡Terrible cosa es caer en manos de Dios, y mi Dios es el que va a hacer justicia!”

Irinea recuerda con claridad la pregunta que le hizo un servidor público en el contexto de una reunión con familiares de víctimas de feminicidio. “¿Qué es lo que quieres?”, le inquirió a la espera de que la mujer cediera al ofrecimiento económico. Ante los ojos de sorpresa de la autoridad, Irinea respondió con firmeza: “Yo sólo quiero dos cosas: justicia y justicia”. Hoy, su clamor es el mismo: “justicia y justicia”.

Irinea, al fin en el peldaño 85

A 4 años, 8 meses y 25 días de la muerte Mariana Lima Buendía, la justicia terrenal empieza a trazar cauce. Irinea, al fin, alcanza el peldaño 85 de esa escalera ardua y sin descansos.

Con su sentencia del 25 de marzo de 2015 (resolución del amparo en revisión 554/2013), la SCJN determinó que en la investigación relativa a la muerte de la joven abogada existieron “irregularidades, falencias, omisiones y obstrucciones de justicia” que han impedido el conocimiento de la verdad de los hechos.

Por ello, la Primera Sala del máximo tribunal mexicano decidió amparar a Irinea, “madre de la mujer muerta en circunstancias violentas”, para que el Ministerio Público “complete la investigación de manera oportuna, inmediata, seria e imparcial; para que lleve a cabo todas las diligencias necesarias para investigar el caso con perspectiva de género, y para que remueva todos los obstáculos de la anterior averiguación previa”.

De la misma manera, la SCJN ordenó investigar las irregularidades presentes en la investigación del caso y sancionar a los servidores públicos responsables de las mismas.

“Es el mejor regalo que mi hija, Mariana Lima Buendía, puede haber recibido hoy 25 de marzo, que si estuviera con nosotros cumpliría 34 años. Es lo mejor que pudo haber pasado. Es una decisión histórica porque esto va a ayudar a todos los feminicidios de la República Mexicana”, pronunció Irinea, el llanto entrecortándole el decir, minutos después de conocer el fallo.

“Queremos decir que ya es suficiente. Ya es suficiente con lo que los misóginos han hecho con nuestras mujeres. Cualquier mujer mexicana puede estar en el caso de mi hija”, agregó con más ahínco la mujer originaria de Morelos.

Además de abonar en el tema de acceso a la justicia en el caso particular de Mariana Lima, el fallo de la SCJN representa “un espaldarazo a la lucha de todas las víctimas de feminicidio y violencia feminicida en el país”, ya que es la primera vez que el Poder Judicial mexicano se pronuncia sobre cómo deben investigarse las muertes violentas de mujeres, comenta Rodolfo Domínguez Márquez, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir y abogado de Irinea.

Y es que, a pesar de que los estándares internacionales –elevados a rango constitucional desde junio de 2011– abordan el tema, en México aún no existe jurisprudencia en la materia. Con anterioridad, la SCJN atrajo un caso de feminicidio, pero entonces sólo se pronunció respecto de la interpretación del tipo penal.

Ésta es también la primera vez que el máximo tribunal mexicano aterriza a la norma interna el contenido de la sentencia “González y otras”, también conocida como Campo Algodonero, que la Corte Interamericana de Derechos Humanos dirigió al Estado mexicano en 2009, así como la Convención de Belem Do Pará. Esta última ya había sido interpretada antes pero no a la luz del fenómeno del feminicidio.

El proyecto de atracción del amparo 554/2013 fue presentado ante la SCJN en febrero de 2013 por el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Siete meses después, la atracción fue aprobada al tratarse de un tema de interés y trascendencia.

El 25 de marzo de 2010, minutos antes de la votación que por unanimidad otorgaría el amparo de la justicia de la nación a Irinea Buendía, la ministra Olga Sánchez Cordero tomó la palabra. Enfatizó en la trascendencia de la resolución puesto que penaliza la cultura de la violencia contra las mujeres y pone de manifiesto la necesidad y urgencia de modificar los patrones que violentan los derechos humanos de las mujeres.

Replantear el caso de Mariana fue como “revivir a un muerto”

Replantear ante los tribunales mexicanos el caso de la muerte violenta de Mariana Lima Buendía fue prácticamente como “revivir a un muerto”, refiere Rodolfo Domínguez. Y es que, explica, las mismas autoridades de procuración y administración de justicia sepultaron el caso “al decir que no había delito que perseguir, que se trataba de un suicidio y que, por lo tanto, no iban a ejercitar la acción penal”.

En octubre de 2011, Rodolfo Domínguez leyó por primera vez el expediente judicial del caso de Mariana. A petición de Católicas por el Derecho a Decidir, el litigante se inmiscuyó en la defensa legal del caso. Lo primero que le sorprendió y que a la fecha le sigue asombrando es la constancia de esa primera diligencia: la inspección ocular, prueba fundamental para la investigación en los casos de muertes violentas de mujeres.

Contrario a todos los protocolos que existen en la materia, la inspección ocular para el caso Mariana abarca tan sólo 38 líneas del expediente, de las cuales sólo cinco describen el hallazgo del cuerpo de la víctima: “se localiza una cama matrimonial con su cabecera pegada a la pared sur, cama que se encontraba totalmente tendida y sobre esta se localiza el cuerpo sin vida de quien llevara por nombre Mariana Lima Buendía, vestida con blusa de color rosa, beige y café, bóxer para dama de color negro, sin zapatos, en la siguiente posición y orientación: cadáver el decúbito dorsal, cabeza al sur, miembros superiores el lado izquierdo en extensión, el derecho semiflexionado, los pies al sur semiflexionados y en aducción” (sic). En las líneas restantes, la narración se centra meramente en las características de la calle y la casa en que fue encontrado el cuerpo de la muchacha.

A partir de esta primera lectura, el abogado tuvo noción de lo que enfrentaría en la lucha por la verdad y la justicia: una investigación plagada de graves omisiones y negligencias presentes desde el primer momento. La pregunta era: cómo recomponer un caso tan maltratado en el que, entre otras, no se cumplió con la debida diligencia; no se investigó con perspectiva de género; además de que se incurrió en reiteradas violaciones a los derechos procesales ya sea por negligencia o ignorancia de los agentes del Ministerio público y los jueces.

Desde el primer momento, la estrategia de la defensa apuntó hacia la SCJN, refiere Rodolfo Domínguez. No obstante, el camino no fue sencillo; antes hubo que agotar todos y cada uno de los recursos previos. En total, el caso pasó por 20 ministerios públicos, tres fiscales y dos procuradores; se promovieron tres amparos y se agotaron tres recursos de revisión ante tribunales de Distrito y Colegiados.

Al final, la batalla librada en contra de un Poder Judicial “cerrado” e incluso “esquizofrénico” valió la pena, comenta Rodolfo Domínguez. El caso logró llegar, ser atraído y resuelto favorablemente por la SCJN. Con ello, Irinea llegaba al peldaño 85 de su lucha por “justicia y justicia”.

El 25 de marzo pasado, la SCJN ordenó completar la investigación relativa a la muerte violenta de Mariana de manera oportuna, inmediata, seria e imparcial. A pesar de ello, resulta innegable la pérdida de material probatorio fundamental para la investigación del caso, como es la descripción de la escena del crimen y del hallazgo del cuerpo de la víctima, misma que, como se señaló anteriormente, quedó excluida de las primeras diligencias.

—¿Cómo alcanzar la justicia para Mariana sin este material probatorio? –se le pregunta a Rodolfo Domínguez. Un silencio prolongado precede su respuesta. El abogado respira hondo y posa sus pupilas sobre Irinea. Ella también lo mira profundamente.

—Eso es lo más duro de todo esto. Yo creo que vamos a ganar perdiendo. Yo siempre he sido muy honesto con Irinea. Desde el principio le comenté que era muy probable que este caso quedara impune justamente por eso, porque se perdió el material probatorio más importante. Pero yo no pierdo la esperanza. Irinea me ha enseñado que para atrás ni para tomar impulso. Hay estrategias que aún no puedo comentar; ases bajo la maga. Yo creo que va a ser difícil pero tenemos con qué dar la batalla.

La sentencia de la SCJN ya está ahí: en el papel; en los archiveros, en la historia. Pero la verdadera lucha por la justicia empieza justo en el peldaño 85. Ahora, toca al máximo tribunal mexicano monitorear el efectivo cumplimiento de su decreto, dice Rodolfo Domínguez.

Irinea: una mujer empoderada

Irinea Buendía es una mujer empoderada. Tal como lo refiere su defensor, ella logró transformar el dolor que le provocó la muerte violenta de su hija, seguida de la revictimización institucional a la que se enfrentó, en una lucha incansable por justicia.

Hoy, la mujer que –a partir de la lectura de libros de criminalística y de su observación de personas ahorcadas (ya sea en libros, en periódicos o en vivo)– logró concluir que su hija no murió por asfixia por ahorcamiento sino por asfixia por estrangulamiento quiere estudiar derecho y, en caso de no ser posible, compartir su experiencia a jovencitas de preparatoria a través de pláticas sobre los derechos de las mujeres y del sistema patriarcal.

—¿Cómo se siente hoy, luego de casi 5 años de ardua lucha?

—Me siento mejor que al principio. Al principio tenía mucha confianza en las autoridades, pero cuando me di cuenta de que no iban a hacer absolutamente nada, que en vez de proteger a las víctimas protegían al victimario, me di cuenta que no tenía nada que hacer ahí y empiezo a buscar ayuda por otro lado. Es cuando, gracias a un programa de radio, llego a Católicas por el Derecho a Decidir, la organización que me apoyó y empoderó.

—¿Por qué llevar su lucha por la justicia hasta las últimas consecuencias?

—Es que mi hija no merecía morir de esa manera. Mi hija no murió de un dolor de estómago ni de un dolor de cabeza. A mi hija la asesinaron. Y es lo que me ha impulsado a la lucha porque yo considero que es de sobrado derecho pedir lo justo. Y lo que yo he pedido y he llegado a exigir considero que mi hija lo merece.

Fuente
Contralínea (México)