Y que el resto de los mexicanos: trabajadores, burócratas y necesitados de cualquier servicio médico sean pacientes y afiliados sólo del discurso peñista en pro de la salud. La austeridad impuesta por Peña y su alter ego Luis Videgaray (a quien ya le anda por cortarle la cabeza a Emilio Lozoya de Petróleos Mexicanos) es para ir disminuyendo la inversión al IMSS, al ISSSTE y a la Ssa para asfixiarlas; y como hicieron Carlos Salinas y Ernesto Zedillo con el neoliberalismo económico (Héctor Guillén Romo, La contrarrevolución neoliberal en México; y Mark Blyth, Austeridad, historia de una idea peligrosa), entregar lo que resta del estado de bienestar a la iniciativa privada interna y externa. Se trata de cortar la artrítica mano visible keynesiana del gobierno intervencionista en los mercados, para dejar todo en la mano invisible de Adam Smith para implantar la máxima libertad de mercado.

Ya con sus 11 desmantelamientos a los principios constitucionales, para ir estableciendo un gobierno contrario a la ley suprema de la nación, es que el peñismo quiere rematar llevando a cabo la clausura del muy deteriorado sistema de salud pública, para que prevalezca la medicina privada que atienda únicamente a los ricos (los millonarios y multimillonarios, de Carlos Slim a Germán Larrea, Emilio Azcárraga o Alberto Bailleres, se van a hospitales estadunidenses). Y que la clase media que pueda, no tenga más opción que pagar laboratorios, clínicas y consulta en las cadenas de hospitales privados y consultorios particulares. Y los que no tienen capacidad económica sufran las consecuencias de su empobrecimiento consultando a la herbolaria, se encomienden a San Judas Tadeo o vayan a las limpias, hueseros y demás curanderos. Y uno que otro –con sacrificios– recurra a quienes se anuncian prometiendo milagros que nada curan, pero con sus chantajes les roban el poco dinero que consiguen.

Se trata de llevar a cabo la contrarreforma 12 del peñismo del Pacto por México: privatizar la medicina pública del IMSS-ISSSTE-Ssa y así “destruir lo que aún queda del estado de bienestar [en salud pública] para asegurar el poder de la clase capitalista, sobre todo de su sector financiero” (Héctor Guillén Romo, Las crisis. De la Gran Depresión a la primera gran crisis mundial del siglo XXI de 2008-2009). Ya Petróleos Mexicanos está siendo entregada a la privatización externa, para cuando los inversionistas quieran venir en busca del petróleo de aguas profundas, donde están los grandes yacimientos. Y los últimos… Así que sigue la tripartita medicina pública, ya de por sí agonizando, porque sus servicios son un estratagema que simula atender a los pacientes para resolverles sus problemas de salud.

Están en la mira el inciso cuatro del Artículo 4 y la fracción XVI del Artículo 73, ambos de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Y como no estallan ninguno de los 14 volcanes activos, encabezados por el Popocatépetl (ver la nota de Emir Olivares Alonso sobre la base de datos de la Universidad Nacional Autónoma de México del cinturón volcánico mexicano, La Jornada, 9 de abril de 2015), ni el volcán social del malestar del pueblo y las capas bajas de la sociedad civil, entonces Peña y sus alfiles Juan López, González Anaya y Lerdo de Tejada, están induciendo la privatización de la Ssa, el IMSS y el ISSSTE, para coronar sus contrarreformas. Echando mano, además, de la militarización ya en las calles en caso de que trabadores, burócratas y afiliados al seguro popular quieran oponerse.

Peña quiere dar ese paso, punto final de su reformismo neoliberal de la globalización capitalista. Derogar silenciosamente la Ley del Seguro Social de 1943 y la ley de 1959 del ISSSTE, cuyas clínicas están rebasadas porque se les dejó de apoyar desde el salinismo. Lo mismo que se ha hecho con las universidades y toda la educación pública. Se les regatean sus pensiones o de plano se las niegan (como están haciendo las administradoras de fondos para el retiro), atrapando a sus afilados en una maraña de papeleo que tiene como lema: “pierda toda esperanza quien entre aquí”, en un infierno administrativo peor que el dantesco.

Ese giro de aniquilar al IMSS-ISSSTE-Ssa es “para reforzar la ortodoxia posdemocrática neoliberal […] de los grupos de poder neoliberales que buscan perseverar en un programa con que llevan fantaseando desde la década de 1970: reducir los salarios al mínimo imprescindible, recortar los servicios sociales de modo que el estado de bienestar pase a atender los intereses de sus nuevos beneficiarios [los empresarios y los ricos] y privatizarlo todo” (varios autores, El síntoma griego).

Fuente
Contralínea (México)