Primera parte

Los responsables directos de la pauperización de la clase trabajadora se guardan bien, en estos tiempos electorales, de reeditar sus palabras que ayer prometían un escenario de abundantes empleos y estabilidad laboral con remuneraciones salariales de primer mundo. Por doquier, lo mismo estudios de organismos internacionales que de instituciones educativas como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los contradicen, pero es la realidad misma, con toda su crudeza y brutalidad la que habla por sí misma: la explotación feudal de los jornaleros agrícolas y el inexistente poder adquisitivo de los salarios mínimos ante las incontrolables alzas hasta del 185 por ciento en productos básicos, como el huevo, son el reflejo de que la política económica sustentada en las reformas estructurales no está funcionando.

Los hechos demuestran que de nuevo se cayó en el error de aplicar ciegamente los dictados de los organismos internacionales, mutilando las conquistas logradas con base en décadas de luchas obreras, sacrificando la seguridad social y la estabilidad en el empleo para millones de jóvenes que se suman de esta manera a los ejércitos de desempleados del mundo, cuya única opción de sobrevivir es la informalidad.

Este 1 de mayo fue innegable el rechazo del pueblo de México a la abyecta reforma laboral; miles de trabajadores comienzan a sentir, en carne propia, los afilados colmillos de un sector patronal ávido de reducir a su mínima expresión el costo de la mano de obra, no importándole aniquilar la estabilidad laboral. Los cambios autorizados por el Congreso le permiten alentar el despido barato, incrementando sus sistemas de control a través de sindicatos blancos, en perjuicio de la contratación colectiva; y peor aún, abusando de las legalizadas subcontrataciones (outsourcing).

La caída en los precios internacionales del petróleo vino a terminar de desdibujar un modelo económico que se ha quedado sin generación de proyectos y de empleos. México se ha sumado a la lista de países que, de acuerdo con reportes del Banco Mundial (BM), tienen a su población mayoritaria en los límites de la pobreza extrema, subsistiendo con 1.25 dólares diarios. Este panorama desolador es confirmado incluso por el propio Banco de México, que en una de sus recientes minutas, emitidas por su Junta de Gobierno, aceptó que los escasos empleos generados en últimas fechas en el país son de ínfima calidad y de menores ingresos a los perdidos por la crisis de hace 6 años.

Un estudio elaborado por el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM), de la UNAM, y publicado en enero pasado, reafirma lo anterior, e indica con claridad que a poco más de 2 años de la entrada en vigor de la reforma laboral ha crecido el desempleo acentuándose la precarización del trabajo; es decir que ahora los patrones están pagando menos por jornadas laborales más largas y extenuantes.

Al realizar un análisis comparativo entre las condiciones de trabajo que privaban en el cuarto trimestre de 2012 al tercer trimestre de 2014, los analistas universitarios establecieron que mientras el número de trabajadores que laboraban menos de 35 horas a la semana disminuyó en 800 mil plazas, el número de empleados que ahora trabajan 35 horas o más creció en 983 mil personas.

En cuanto al comparativo de los ingresos en el mismo periodo, los investigadores determinaron que mientras el número de trabajadores que gana de 0 a 3 salarios mínimos se incrementó en 818 mil empleos, los que tienen ingresos superiores a tres salarios mínimos se redujeron en 773 mil personas. Los parámetros son categóricos: los mexicanos trabajan más y cobran menos, lo que implica un inevitable deterioro en su nivel de vida. Todo lo contrario a las expectativas lanzadas a los cuatro vientos por los apologistas de esta innegable contrarreforma. El horizonte laboral para millones de jóvenes es desolador, sobre todo si se considera que, lejos de impulsar el análisis de una reforma de fondo, pero contraria al actual modelo neoliberal que ya hace crisis por todo el mundo, los frívolos partidos políticos buscan engatusar a este sector de la población para que les otorgue su voto, lanzando promesas que en nada solucionarán de fondo la carencia de puestos de trabajo, como lo es la hipotética emisión de vales del primer empleo.

Los efectos negativos del errado esquema son de tal magnitud que, incluso, los profesionistas que hoy cuenta con un empleo habrán de resentir, tarde que temprano, los efectos de una política laboral que al limitarles el acceso a salarios más justos los condenará a una vejez incierta; se calcula que al menos ocho de cada 10 profesionistas mexicanos carecen de ingresos suficientes para ahorrar dinero extra en previsión de su jubilación. Así, una tercera parte de ellos no podrá retirarse sin complicaciones.

Las señales de alarma que anuncian la debacle económica urgen un golpe de timón que reencauce las políticas públicas hacia la recuperación del nivel de vida de la clase trabajadora. Es inconcebible que, según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, este año, un país como Panamá, sin reformas estructurales ni petróleo, alcanzará un crecimiento del 6 por ciento del PIB; otros como Bolivia, República Dominicana y Nicaragua llegarán a un 5 por ciento?–el mismo que prometió el presidente Enrique Peña–; Paraguay y Perú se sitúan en un 4.2 por ciento; el vecino Guatemala, 4 por ciento; Colombia, 3.6 por ciento; Ecuador, 3.5 por ciento; y la modesta Costa Rica, 3.4 por ciento.

Es hora de que millones de mexicanos pidan cuentas a los partidos que alentaron y aprobaron las reformas estructurales que, como la laboral, en nada han beneficiado al país. Los miles de empleos bien remunerados siguen sin aparecer y la economía se encuentra postrada. Por eso, este 1 de mayo, la clase trabajadora mostró su luto por cargar una vez más sobre sus espaldas la pobreza y explotación que le sigue imponiendo una desmemoriada clase política que hace 2 años la apuñaló por la espalda. Un voto de castigo en su contra sería un justo pago por su traición al pueblo de México.

Fuente
Contralínea (México)