La presencia del presidente Rivlin en los astilleros marca el final de la visita de Estado, donde recibió a la cuadrilla de soldados israelíes que son formados en el uso del submarino. En un discurso en el astillero, Rivlin dijo:
“Hoy ustedes [los soldados israelíes] son la muralla en nuestras fronteras marítimas, y no hay límites cuando se trata de la seguridad de Israel.”

Pero las relaciones internacionales entre Berlín y Tel-Aviv no se encuentran en su mejor momento, sobre todo después de la negativa de Netanyahu de negociar con Irán un acuerdo nuclear, y su creciente alejamiento con la administración de Barack Obama. “En la República Federal de Alemania nos parece que la solución de los dos Estados es la concepción final para alcanzar una paz duradera en la región”, expresó Merkel en el encuentro. Por lo tanto, en los dos puntos que Merkel puso como prioritarios, su par israelí era diametralmente opuesto. No obstante, la visita de 3 días no fue caracterizada por ningún desencuentro mayor.

El cuarto gobierno de Netanyahu (Bibi), con una mayoría pírrica de 61 asientos en la Knesset (parlamento), tan sólo cuenta con un voto por encima de los votos requeridos para su ratificación. Incluso para este ejercicio, Bibi tuvo que hacer una feria de reparto de los ministerios, a su coalición sui géneris derecha-ultraderecha con cuatro formaciones menores que vienen a suplir los votos que le hacen falta para gobernar. Bibi y su nueva viceministra de relaciones exteriores, Tzipi Hotovely, han dejado en claro que a partir de ahora su postura sería la de un solo Estado, cerrando la puerta a la creación de un Estado palestino en sus propias fronteras.

Rivlin, quien ya había presionado a Netanyahu para formar en la brevedad su nuevo gobierno que prometió se haría en tan sólo 1 día, no logró su propósito en más de 2 semanas y se encontró con la fecha de vencimiento de su posición de encargado de gobierno. Tuvo que tomar a quien estuviera dispuesto a entrarle a su nueva coalición, ahora sin su antiguo aliado Avigdor Lieberman, que desertó a última hora de la campaña electoral debilitando su posición considerablemente, y obligándolo a optar por una coalición sin forma ni coherencia, pero al menos capaz de sostener una mayoría in extremis.

No obstante todas las medidas de seguridad del mandatario en su visita, aprovechó para reafirmar una vez más algunos principios de la actual política de Israel: lo primero es la seguridad del Estado, por lo que saludó el buen desenlace de la entrega de un submarino adicional para la Marina de Israel, que en parte está siendo financiado por el contribuyente alemán, además de poner en manos de este gobierno unos submarinos clase Dolphin, que por sus características pueden ser potencialmente atómicos.

La prensa alemana ha puesto en relieve la falta de toda crítica del gobierno en la gestión del tema de la venta de material militar a la nación mediterránea que, encontrándose en un estado de guerra desde el primer día de su existencia, es un cliente particular, al cual excepcionalmente no se le pide ninguna explicación en cuanto a su potencial uso. Ni siquiera, como en el caso de Rusia con Francia se podría emplear presión política en los tiempos de entrega. Nada de esto aplica para el régimen más impredecible de todo el Oriente Medio, donde el temor aparente de la carrera armamentística de Irán choca con la real-existente política de rearme de Israel mismo, con toda la impunidad de la mal llamada comunidad internacional.

Desde luego que el nuevo gobierno de Benjamín Netanyahu será mucho menos homogéneo que sus anteriores formaciones. Ya no podremos hablar de la misma capacidad de iniciativa dada su antigua mayoría parlamentaria más confortable, sino de un ruedo de intereses en cada paso y cada decisión, con el riesgo de perder en cualquier momento la confianza de la Knesset, con la abstención de tan solo un voto. Los socios del nuevo gobierno son las formaciones religiosas ultraortodoxas que propugnan la mano dura y la solución fáctica de un sólo país, donde existiera una importante minoría árabe, pero sin la existencia de un Estado propio. Con respecto de la política de asentamientos ilegales, llevada a cabo desde hace décadas, no será su final, sino todo lo contrario, significará su expansión ahora que las fuerzas favorables a una moderación al respecto se encuentran fuera de la nueva nomenclatura. Claramente Benjamín Netanyahu está guardando una carta, por lo que no ha nombrado a los titulares de las carteras de Relaciones Exteriores y Comunicación Social, puestos clave que se quiere guardar como un as para atraer en algún momento el favor de un aliado con más votos, sean éstos los Zionistas Unidos o el antiguo socio Avigdor Lieberman, para devolverle algo de tranquilidad y estabilidad a su cuarto gobierno consecutivo.

La visita de Reuven Rivlin a Alemania fue, ante todo y por encima de los 50 años de relaciones diplomáticas, de negocios: quería asegurarse de que la entrega del submarino no va tener ningún contratiempo, y de que los marinos israelíes están a la altura, mientras que intenta dar la imagen más amable del régimen, con un afán de seducir a la opinión pública alemana e internacional. Para ello se emplea la guerra perpetua, la ocupación como modus operandi y la impunidad, todo esto sellado por la instrumentalización del Holocausto a modo de disuasión de toda crítica en contra, con la amenaza de ser tachado de antisemita o por la sacrosanta defensa de Israel ante sus enemigos. Angela Merkel dijo al respecto: “Vendemos armas a Israel, que a menudo está bajo ataque, porque creemos que Israel tiene que tener la capacidad de defenderse.”

Por un lado, probablemente el gobierno alemán sea el menos indicado en términos morales e históricos para criticar a Tel-Aviv; por el otro lado, es evidente que los antecedentes de Israel no lo hacen un actor neutro en el asunto. Así vemos cómo la seguridad de Israel va por encima de toda otra consideración, y donde la opinión pública y el gobierno alemán no se permiten el hecho de confrontar a los dirigentes israelíes con la ley internacional y la ocupación ilegal de territorio palestino, por temor de ser tachados de antisemitas.

Fuente
Contralínea (México)