Los perredistas Miguel Barbosa (coordinador de los senadores) y Pablo Gómez (representante ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral, INE) argumentan que Morena no es un partido político nuevo: Andrés Manuel López Obrador lleva ya muchos años en la política nacional.

Lo mismo se puede decir de personalidades como Martí Batres, Ricardo Monreal, Claudia Sheinbaum y Clara Brugada: “¿Cómo va a ser un partido nuevo? [En realidad] el PRD compitió dividido [en las elecciones]”, sentenció categóricamente Barbosa en el Senado.

Bajo esa misma perspectiva, Pablo Gómez declaró en entrevista, en la víspera de las elecciones intermedias, que si bien es cierto que hay varios partidos que la representan, la izquierda mexicana es una sola.

En ese sentido, también están quienes piensan que si se sumaran los votos alcanzados por el PRD, Morena, Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo, en realidad el porcentaje de votación de la izquierda mexicana habría superado los 25 puntos. Ese porcentaje los colocaría en competencia con el Partido Acción Nacional (PAN), y en plena capacidad de derrotar a la maquinaria corporativa del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Sin embargo, los dirigentes perredistas omiten señalar que la mayoría de los militantes de base de Morena nunca formaron parte de las filas del PRD. Olvidan que tanto en 2006, como en 2012, los votantes apoyaron fundamentalmente el programa de gobierno presentado por Andrés Manuel López Obrador.

Los chuchos se niegan a reconocer que López Obrador ha servido de arrastre a la votación de la coalición de las izquierdas y no al revés. En política, la suma de alianzas no es aritmética y tampoco inversamente proporcional. En 2006 el PRD obtuvo más de 100 legisladores y, sin embargo, su papel como oposición fue marginal en el Congreso de la Unión.

A pesar de que Carlos Navarrete (en ese momento coordinador de los senadores del llamado sol azteca) se comprometió a hacer valer el programa de transformación encabezado por Andrés Manuel, tiempo después –con la aprobación de la reforma energética de 2008–, estaba claro que los integrantes de la corriente Nueva Izquierda estaban urgidos por estrechar sus vínculos con el gobierno espurio de Felipe Calderón.

Ya durante la administración de Enrique Peña Nieto, la dirigencia del PRD suscribió el Pacto por México, un acuerdo cupular, que aunque se anunció como un mecanismo para garantizar la “estabilidad política” y la “viabilidad económica” de nuestro país, en los hechos representó la claudicación de las causas que dieron origen al PRD. Las consecuencias de las reformas estructurales están a la vista: no sólo la economía no crece, sino que el descontento social ha aumentado en contra de todos los partidos firmantes de dicho Pacto.

Después de su derrota de junio del año en curso, la dirigencia perredista convoca a la “unidad de la izquierda”, a preparar el terreno para, finalmente, conquistar la victoria en la elección presidencial de 2018. Cargan sus baterías contra Andrés Manuel, culpándolo de alentar la “división” e imponer “voluntades personales”. Es indudable que de haber ido en alianza con el PRD, Morena habría restado su nivel de votación. ¿Qué confianza inspira hoy en día el PRD tomando en cuenta sus posicionamientos de los últimos 3 años? ¿A quiénes representa? ¿Cuál es su fuerza?

Sin lugar a dudas, las tareas de Morena no serán fáciles. A partir de octubre, ya como gobierno, es urgente que marque distancia con la corrupción e ineptitud de los partidos del Pacto por México, ya no sólo con discursos, sino a través de acciones. Ejecutar políticas distintas que construyan empoderamiento popular: establecer una nueva agenda económica nacional y mantener a raya las intenciones de Enrique Peña Nieto de seguir entregando el patrimonio nacional. Si no lo hacen, habrán traicionado la confianza de sus votantes.

En el Congreso es urgente que Morena se constituya como oposición de cara a las reformas estructurales que vienen (privatización del agua, aumentos de impuestos a través de una nueva reforma fiscal, etcétera). Sin abandonar los principios de la izquierda, Morena debe concentrar sus esfuerzos en la propuesta, en sumar voluntades para reivindicar el uso del poder a favor del pueblo.

El PRD traicionó los ideales de la izquierda. Ésa es la razón fundamental de su fracaso. ¿Por qué sus dirigentes no buscan recuperar el apoyo social con acciones concretas? No lo harán porque ya compraron boleto de impunidad con el PRI y el PAN. Ahora que se han visto disminuidos ante Morena, pretenden hacer lo mismo.

El pasado 7 de junio, un significativo porcentaje de la población votamos por el partido encabezado por López Obrador, casi 9 por ciento, en apenas 1 año de vida de esa organización política. El desafío principal consiste en ganar fuerza nacional con base en la demostración de que sí es posible transformar el estado de cosas. Mientras tanto, Morena va…

Fuente
Contralínea (México)