Asalto y cumpleaños, un año atrás

El 3 de julio, exactamente del 2014, celebramos el cumpleaños de mi padre en un conocido y antiguo restaurante de la Costa Verde de Lima, un lugar tradicional que por obvias razones no se encuentra en la lista de los restaurants tops del Perú y creo yo que no porque no fuera tan bueno sino porque me parece el establecimiento no cuenta con un buen sistema de seguridad.

A las dos y algo de la tarde de aquel día, llegaban las familias constituidas por mis hermanos y yo, cada quien en sus respectivos autos, nos disponíamos a hacer una sorpresa, una torta muy elaborada al estilo Cake Boss por los más de 60 años de mi padre, una piñata y algunos regalos especiales.

Mi padre lleva años en el rubro de la pesca y producción de alimentos balanceados, y aunque ha sido un excelente profesional, un ingeniero pesquero con mucha inteligencia y buen olfato para los negocios, pudo salir adelante desde muy jovencito gracias al apoyo de su padre, un gran hombre, sabio e íntegro profesional que en la mitad de sus caminos decidió por emprender su propia empresa y además enseñar en las aulas escolares y universitarias.

Mi abuela, Yolanda, una mujer muy bonita que heredó la belleza de Angélica mi bisabuela que casi igualó a Elizabeth Taylor por sus múltiples matrimonios, murió cuando mi padre sólo era un tierno niño, quizás por eso la celebración de su cumpleaños ha sido siempre muy singular.

Cuando entramos al referido lugar para esperar a mi padre en su onomástico, unos minutos después en aquel estacionamiento mediano y con varias cámaras y vigilantes, asaltaron y destrozaron mi camioneta blindada que mi padre un par de años antes había tenido la gentileza desmedida de obsequiarmelo.

Lo curioso del tema fue que aquel día mi esposo oficialmente se presentaba para ser candidato en un pequeño distrito de Lima, llamado Barranco y con un pesar en mi corazón pienso que no hubo mejor idea maquiavélica para alguien que "bautizarnos o darnos una bienvenida a la política" de ese horrible y patético modo.

Ese día fue trágico y devastador, me dolió en el alma la angustia de mi padre en su rostro al verme desesperada, llorando, dolida, por encontrarme sin querer y sin intención alguna indirectamente vinculada en la política.

Y yo que ilusamente creí era la lucha y defensa de ideales para el pueblo, la política, pero creo que no es en sí la política lo que parece un penal de hampones sino son quienes conforman algunos grupos y cargos, con excepciones por supuesto, porque ser injustos, en Perú, América Latina y en todo el mapamundi hay políticos que en realidad con un trabajo limpio se han ganado el respeto del pueblo.

Volviendo a la historia, aquel día tuve terror y pánico de solo pensar de lo que los políticos eran capaces de hacer, y la verdad es que todo eso fue nada, a mí me dolió no poder festejar con mi padre, tuve que estar durante más de 12 horas en la comisaria narrando lo sucedido.

Cuando vimos los videos de las cámaras de seguridad, me di con la sorpresa que los ladrones llegaron en una camioneta negra de doble cabina mas parecida a las camionetas de las municipalidades, de la policía o del Estado peruano, los supuestos delincuentes eran 5, dos damas y tres varones, todos, altos, muy delgados, vestidos con un mismo uniforme parecían,

Enseguida supimos que aquellos miserables no eran ladrones comunes y corrientes ni que pertenecían a alguna asociación ilícita para delinquir, todo lo contrario eran de las altas esferas.

El radicalismo sé que es absurdo y por ello sé que quien lo hizo un día lo pagará porque no hay verdad que no logre salir a la luz incluyendo que todo lo que se robaron, que fue mucho, no tiene valor alguno al lado de lo que a mí en realidad me importó aquella mañana cuando salí de mi casa: encontrarme con mi padre y abrazarlo mucho para reemplazar los abrazos de su madre, Yolanda.