¡Rugientes 26 años!

Por hoy la política, los fraudes en la cosa pública, la estafa que se comete invariablemente contra el pueblo peruano, ocupan un sitial algo menos privilegiado. Y hay una razón potente: Alonso, mi hijo, cumple 26 años de rugiente presencia mundana, batiendo alas incesantemente y aún no precisando que en los deleites de la persuasión está excluida la altisonancia.

Cuando nació, y esto lo he contado varias veces, era de un rojo intenso que llamaríamos coloquialmente "colorado". A la par que esa cromática, estrenó pulmones y decibeles que ensordecían a las enfermeras que lo tuvieron -felizmente para ellas- sólo algunas horas, a su cargo. Entendí, hace 26 años, que ese infante iba a tronar, aunque no podía augurar que el pronóstico fuera tan certero.

Redactar, que no escribir, lo digo sin pretensiones, sobre un hijo, no es fácil porque la objetividad no suele acompañarnos en el dulce cometido de ser padre, amigo y eventualmente "empleado". En efecto, impulsor Alonso de una muy buena revista electrónica, dedicada a la tecnología, soy, desde hace meses, corrector entusiasta de textos, tarea que me introduce en los nuevos campos que están revolucionando al mundo. Y, como es obvio, percibo, una modesta cuota a manera de pago.

Los hijos no son nunca propiedad de los padres. Crecen, preparan el despegue y un día se van. C`est la vie, dicen los galos. En casa revivimos la parábola del hijo pródigo que independizó su nave para retornar, desplumado, rico en nuevas experiencias de cómo desaparecer el dinero de modo fulminante y más adulto como para comprender que nadie experimenta en cuerpo ajeno. Y aunque herido en su orgullo, la aventura secesionista duró algo así como nueve meses, cruzó el umbral de las nunca cerradas puertas de la célula familiar.

Tengo la viva impresión que cuando Alonso logre domar los inquietantes duendes de la voz bronca y huérfana de cualquier sentido sinfónico para, más bien, ser deslucidos actos, entonces navegará con faros ensoñadores hacia la conquista de sus ideales, con amor y paz, denuedo y orgullo, elan y afán invencibles de ser quien demuestre capacidad e inteligencia contra todos los vientos, sin atropellar en el camino a tirios y troyanos.

Reza el dicho, más sabe el diablo, por viejo que por diablo. Eso puede traducirse en que los padres, por haber nacido antes y bajo la estela de un haz de compromisos, casi siempre tienen tras de sí y sobre innumerables temas, algo más que decir. Por tanto, a los hijos corresponde el turno de oír y hacerlo con respeto y atención. Los jóvenes viven en la premisa permanente de que son dueños del conocimiento absoluto de la vida, circunstancia que no es así.

Es hora de pensar el ritmo Alonso. Que no te ganen las prisas irreflexivas que son el origen y causa de desaguisados mil y que sea la admiración respetuosa de tus amigos y amigas, la que enriquezca tu vida personal. El autoritarismo genera sometimiento y miedo, hasta odio de quienes padecen el látigo.

Para nosotros un año más camino a las alamedas del nadir inevitable, plenos, eso sí, en salud, optimismo, mucha risa renovada día a día. Para ti el cenit de un indetenible recorrido hacia los picos del triunfo. Que ni la vanidad ni la autosuficiencia alardeen de ser tus consejeras innobles. Aléjate de esas malas compañías y verás que hay otras formas de querer y ser querido.

A todos los chicos y chicas que en los amplios confines del Perú y que también cumplen años hoy, mi abrazo virtual y esperanza comprometida en la convicción que a ellos toca cambiar al Perú, limpiarlo de tantos rateros y hacerlo tierra de libertad integérrima, paraíso de la inteligencia y campo pródigo para la honradez en la cosa pública y privada.

¡Feliz cumpleaños Alonso!


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