Por estas fechas de 1895 estaba a punto de ocurrir un nuevo comienzo en las luchas por la independencia de Cuba, la guerra necesaria preparada por José Martí desde el exterior.
El Delegado del Partido Revolucionario Cubano, José Martí, había trabajado para ello durante años de paciente esfuerzo por la unidad, organización política y la adquisición de recursos para la campaña, costeados en su mayor parte por los aportes de tabaqueros cubanos residentes en Tampa y Cayo Hueso, en Estados Unidos.
Había requerido el concurso de grandes adalides de la gesta iniciada en el 68: el lugarteniente general Antonio Maceo, el general Máximo Gómez, de probada pericia militar e intachable patriotismo, y de otros líderes militares descollantes como Flor Crombet, JoséMaceo y otras figuras de dentro y fuera de la Isla.
Con muchos de ellos se reunió durante un peregrinar incansable por varias naciones en el que se esforzó por limar diferencias y desavenencias humanas. Persuadió, convenció y unió espíritus y voluntades fuertes con su verbo, su prédica y la talla moral que emanaba de su entrega y sacrificios.
Aquellos héroes y hombres de honor convocados pusieron en primer lugar la librtad de la Patria y lo acompañarlo.
Numerosos obstáculos vencidos y otros tantos por vencer, esa era la realidad en torno a los patriotas conspiradores, había conciencia de ello.
Para tal fin se contaba con la salida de tres expediciones simultáneas, principalmente desde el puerto de la Fernandina en la Florida, con más de 500 patriotas que arribarían a las costas de Oriente, Camagüey y Las Villas.
Pero no sería fácil. Las armas escondidas fueron ocupadas junto con los barcos debido a la delación de un traidor y las acciones conjuntas del espionaje español y de las autoridades norteamericanas.
Martí había decidido días antes, junto a Máximo Gómez, Antonio Maceo y otros patriotas que la guerra no podía esperar y el 29 de enero de 1895 envió a La Habana la orden de alzamiento, dirigida a Juan Gualberto Gómez.
La instrucción viajó oculta en un tabaco y en esta se precisaba , “[…] autoriza el alzamiento simultáneo […] de las regiones comprometidas […] durante la segunda quincena —y no antes— del mes de febrero.
El 24 de febrero fue la fecha acordaba. El alzamiento en la zona occidental estaba previsto en el pueblo de Ibarra, en Matanzas.
En este participaría un pequeño grupo integrado por Juan Gualberto Gómez, Antonio López Coloma y el general Julio Sanguily, quien encabezaría el levantamiento.
Pero inexplicablemente, este alto oficial mambí se dejó detener en La Habana por las autoridades españolas en la mañana del día 24, lo cual influyó definitivamente en el fracaso de la acción en ese lugar. También Juan Gualberto Gómez fue detenido y enviado a prisiones españolas, y López Coloma resultó apresado y fusilado meses después.
En la zona de las Villas y Camagüey los revolucionarios no se alzaron en la fecha acordada, argumentando en el primer caso escasez de armas y en el segundo que lo harían posteriormente.
Sin embargo fue en Oriente donde pudo cristalizar el alzamiento. Los jefes mambises de esa región secundaron la orden.
Guillermón Moncada lo hizo en la zona de Alto Songo, Bartolomé Masó en Manzanillo, en Yara 60 mambises tomaron el pueblo, también en puntos de Guantánamo, Palma Soriano, Bayamo, Jiguaní, Baire, El Cobre y en otros lugares prendió finalmente la llama libertaria.
Los máximos dirigentes de la insurrección que estaban fuera del país decidieron llegar a Cuba a como diera lugar, sin esperar volver a organizar grandes expediciones y así lo hicieron.
Maceo, junto a su hermano José, Flor Crombet y otros patriotas llegarían a la Isla el primero de abril de 1895 en la Goleta Honor, que se destruyó en el desembarco por las costas de Duaba; y Martí, Gómez y otros cuatro expedicionarios tocaron tierra en un bote sobrecargado y a punto de hundirse en Playitas de Cajobabo el 11 de abril.
Así se iniciaba la segunda gesta para lograr la independencia de Cuba del dominio colonial, aunque su máximo organizador, José Martí, cayó semanas después en combate el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, cerca del poblado de Jigusní.
En la carta que dirigió a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado, encontrada inconclusa en el campo de batalla, Martí alertaba sobre los peligros que acechaban a América Latina y la república que debía nacer en Cuba tras la independencia, al escribir:
(…) “ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas con qué realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”. Muchos lo han considerado su testamento político.
La campaña libertaria sobrevivió al rudo golpe de la temprana muerte de José Martí. Muchas batallas heroicas se libraron en los campos de la Isla y la vida de muchos héroes abonó la ruta hacia la libertad. La antorcha encendida el 24 de febrero esparció su luz por toda la Isla.
Agencia Cubana de Noticias
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